Un Rey tenía dos hijos que se querían tiernamente, que crecieron juntos y
en buena armonía.
Pero un día, el mayor de ellos se hirió a sí mismo cazando y murió; el
hermano menor le lloró amargamente. Mas lloró aun cuando un mal ministro de su
padre le acusó de haber matado a su hermano. Y como el joven no supo
defenderse, le condenaron a morir de hambre en un calabozo.
‑¡Yo mismo tiraré la llave al mar!
‑exclamó el Rey, enfadado contra su hijo porque le creyó culpable.
Pero Dios protege la inocencia, y unas palomas le llevaban comida y se la
daban por la ventana al Príncipe.
Al cabo de un año, estaba el Rey pescando con todos sus cortesanos, cuando
salió del mar un pez con una llave en la boca y se la entregó al Monarca
diciendo:
‑Te devuelvo tu llave, por si un día te arrepientes del castigo injusto que
has aplicado a tu hijo menor.
El Rey, comprendiendo que aquella era una señal del Cielo, liberó a su hijo
del calabozo, encontrándole vivo, y castigó al mal ministro que le había
calumniado
999. Anonimo
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