Un acaudalado caballero estaba
enojado con su único hijo porque parecía tonto. No sabía nada, no aprendía nada
y sus compañeros se reían de él.
-¡Vaya! Voy a enviarte a Alemania
-le dijo su padre, y aunque sea a la fuerza, aprenderás el alemán.
Un año entero pasó el muchacho en
Alemania.
-¿Has aprendido mucho? -le preguntó
el padre a su regreso.
-De alemán nada, padre; pero he
aprendido el lenguaje de los perros.
-¡Eres más tonto de lo que yo
creía! En fin, te enviaré un año a Francia, a ver si aprendes el francés.
Se pasó otro año con sus nuevos
maestros y al regresar le preguntó su padre:
-¿Qué? ¿Has aprendido el francés?
-No, padre, pero sí lo que los
pájaros dicen cuando cantan.
-¿Y para esto me estoy gastando el
dinero contigo? En fin, probaré a enviarte a Inglaterra. Puede que el inglés se
te dé mejor.
Fue el muchacho, y cuando regresó,
pasado un año, el padre repitió su pregunta:
-¿Has aprendido mucho este año,
hijo mío?
-De inglés nada, pero entiendo el croar
de las ranas.
Harto el padre, echó al niño de su
casa:
Todo es util en el mundo
Anda que te andarás, iba ya el
muchacho al borde de sus fuerzas cuando divisó un castillo y solicitó un rincón
donde pasar la noche.
-Puedes pasar -le dijeron, pero
tendrás que dormir en la torre medio derruida, donde están los perros salvajes.
El muchacho decidió ir con los
perros. Después de todo, le gustaban.
El muchacho repartió entre los
ladradores los restos de su comida. Ellos movían la cola de contento y no le
mordieron ni le ladraron.
En esto, uno de ellos, dijo:
-Mira, muchacho, estamos aquí
guardando un tesoro escondido. Puedes buscarlo y si lo encuentras será para ti.
Busca que te busca, Juan encontró
el tesoro y en el acto se dispuso a salir del castillo. Era rico, y tomó el
camino de la ciudad.
El nuevo príncipe
Andando, andando, pasó junto a una
charca donde croaban las ranas. Como el muchacho entendía su lenguaje, supo que
decían:
-¡El rey ha muerto! ¡Acaba de morir
el rey!
Y así era en realidad y los
ministros del reino buscaban desesperada-mente un nuevo monarca. Al no
encontrarlo, decidieron soltar dos palomas mensajeras, y quien llegase a la
ciudad con las palomas sería el nuevo rey.
Las palomas fueron derechas hacia
el muchacho. Al mismo tiempo, dijeron:
-Tú serás rey.
Ciertamente, Juan no quería serlo.
Pero las palomas le dijeron:
-Acepta el trono. Nosotras te
ayudaremos a gobernar.
Y aceptó. Y conoció en el palacio a
la hija del rey muerto y se enamoraron uno del otro. Toda la ciudad aclamó a
los nuevos soberanos, incluso el padre de Juan, que estaba muy asombrado de que
su hijo no fuera tonto.
Y fueron tan felices como en los
cuentos.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario