Erase un remanso del río, donde
acudían los pescadores. La mandona del remanso era una trucha, que presidía
todas las veladas al claro de luna. Solía decir a los demás peces, engallada y
estirando sus aletas:
-¡Qué compañeros tan tontos me han
caído en suerte! Siempre os dejáis atrapar por los pescadores. ¿Por qué no
tomáis ejemplo de mí?
-¡Pero doña Trucha, eso puede
pasarle a cualquiera! -dijo un tímido Barbo. Especialmente en días en que uno
tiene el estómago vacío y esos hombres que vienen al remanso ponen golosinas en
el anzuelo...
-¡Calla ya, necio! Puesto que lo
sabes, huye del anzuelo.
Y sucedió que una mañana, cuando
las aguas eran más cristalinas que nunca, frías y agradables, doña Trucha vio
la figura de un pescador a través de las aguas quietas. Se disimuló en una
piedra y se dispuso a observarle. Le vio mover un palo, darle a una manivela y,
por último, la punta del sedal cayó en el agua. En la misma, la Trucha descubrió un
tentador gusano.
Pero claro, siendo ella tan lista,
no podía dejarse atrapar. Cierto que... si engañara al pescador...
Y empezó a moverse despacio,
astutamente, sin remover las aguas. Al llegar al punto donde se balanceaba el
gusano, empujó una piedrecita y creyó que con ella había sujetado el sedal.
Mordió rápida y...
-¡Cayó! -gritó gozoso el pescador.
Por eso dicen que el pez muere por
la boca.
999. Anonimo
Muy buen refrán
ResponderEliminarLite si te mandó aprende en casa DE UnU
ResponderEliminarSi
Eliminarlos que vienen de aprende en casa digan UwU
ResponderEliminarUwU
EliminarHello clestre
EliminarUwu
EliminarUwU
ResponderEliminarQue triste
ResponderEliminarHygugjggyf
ResponderEliminarUwU
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