Muy de mañanita, la gallina abrió
la contraventana del gallinero y exclamó jubilosa y deslumbrada:
-¡Cielos! ¡Ha nevado! Vamos,
amigas, hoy es un gran día.
Rápidamente se puso a revolver
entre sus pertenencias hasta dar con siete pares de botas, siete toquillas a
rayas y siete esclavinas de lana. En su ir y venir repetía sin cesar:
-Vamos, hijitos míos, vamos, poneos
todo esto...
-¿Y no nos helaremos? -preguntó un
tembloroso pollito.
-No, no, siempre que vayamos bien
abrigados -repuso la gallinita.
Y salieron emocionados a pisar la
nieve sin huellas que ocultaba el suelo del corral. Los pollitos se lanzaron a
una descomunal batalla de bolas de nieve. Tanto era el ardor que empleaban que
acabaron arrojando botas, toquillas y esclavinas.
¡Qué bien se sentían! ¡Qué buena
era la libertad!
Pero el más sorprendido era el
pollito pequeño que, sin pretenderlo, se había lavado.
999. Anonimo
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