A Periquillo y Moncho les tenían
pánico todos los vecinos de la aldea. Cuando no inventaban una travesura
molesta es que les había ocurrido algo peor.
Un día Periquillo; que había estado
viendo una película del Oeste, le propuso a su amigo:
-¿Y si nos fuésemos a la entrada
del bosque e hiciésemos una buena trampa, como las que preparaba Daniel Boone
para cazar osos? Se caerá alguien en ella y nos moriremos de risa.
Moncho, feliz, respondió:
-¡Hecho!
Sin más, se fueron en busca de un
par de palas, cavaron un gran hoyo, y cubrieron el pozo con ramas.
Después, satisfechos de la hazaña,
se fueron a la verbena de la aldea. De noche, cuando regresaban a sus casas, el
viento movió las ramas de un sauce y la luna alargó la sombra.
-¡Fantasmas! -gritó Periquillo.
Ganados por el pánico, fueron a
precipitarse en la trampa que habían preparado para los demás. Y toda la noche
estuvieron pidiendo auxilio.
Los encontraron a la mañana
siguiente. Periquillo tenía un brazo-roto y Moncho un tobillo. Los demás
chicos, más tarde, se morían de risa recordando su aventura. Y, por supuesto,
todos desearon que, les sirviese de escar-miento.
999. Anonimo
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