Que
era un hombre pobre. Resulta que tenía la señora muy enferma. Hacía
tres días que no podía tener familia. El hombre tenía justo para
comer con lo que ganaba en el día, en el trabajo. Con la enfermedad
de la señora, él no podía salir a trabajar. La señora se le
estaba por morir y los hijos lloraban de hambre.
Alzó
un lazo y se jue retirado de la casa, con la intención de horcarse.
Él que había atado el lazo en el árbol, y se iba subiendo arriba
del árbol para largarse de áhi, llegó un señor en un coche, y le
pregunta:
-Muchas
cosas puede remediar. Basta que me avise qué es lo qué 'tá por
hacer usté con ese lazo atado al árbol.
-¿Cuáles
son las razones, para que usté se quite la vida? -le dice el señor.
-Mire,
señor, mi señora hace tres días que 'tá penando y mis hijos se
mueren di hambre. Para no verlos sufrire intento hacer esto.
-Vamos,
amigo, yo le voy a arreglar esta situación con este compromiso, que
si la criatura que va a tener su señora, es varón, va a ser para
mí. Yo pagaré todos los gastos de médico y lo ayudaré para que lo
críe y para que lo haga educar hasta cierto tiempo, que yo disponga
llevarlo. Yo soy dueño de un regimiento, y cuando él sea útil para
manejar el regimiento, yo lo haré llevar.
El
hombre pobre lo aceta y se van a su casa. Y nace la criatura, varón.
Le pusieron de nombre Trino.
El
señor pagó todos los gastos y el hombre le avisó a la señora este
compromiso, que él había sellado con este señor. La señora le
contestó que estaba bien.
El
chico se iba criando hasta una edad de colegio. Rindió sesto gradó,
siempre con la ayuda de este señor.
Este
niño, los padres nunca le avisaron a él que ellos habían sellado
este compromiso con este señor.
Una
tarde llegó un señor a caballo, donde traía una carta y un traje
militar para que se presentara el joven ante el ejército de este
señor. El hijo, ese día, no se encontraba en las casas. Como este
hijo era tan educado y tenía muy buenos amigos, él vino a la noche
a la casa. Encontró a los padres que 'taban llorando. Él les
preguntó qué pasa, porque lloran. Les pregunta, por dos o tres
ocasiones y recién los padres le avisan este compromiso que ellos
tenían con él. El hijo les contesta:
-Mis
padres, no lloren. Si ustedes han sellado ese compromiso, está bien.
Yo voy a ir gustoso a cumplir.
«Áhi
te mando el caballo y la ropa militar, para que te informes y vengas
al cuartel. Lo único que te advierto que tengas mucho cuidado en el
viaje con la gente envidiosa».
Este
hijo siguió viaje. Salió en la mañana temprano. A la noche llegó
a un pueblo y se dirigió a un hotel, pidiendo comida para él y
alguna comodidar para guardar el caballo.
Al
estar él, adentro, en el hotel, si arrima un señor adonde él
estaba y le pregunta que si venía de lejo, como buscando hacerlo
amigo. Este joven olvidando lo que en la carta le decía el señor,
le empezó a conversar lo que hacía y a donde se dirigía, y para
qué iba. Este señor le dijo si no quería que lo acompañara a
comer y así conversaban un rato, y este joven acetó. Comieron, y
entonce le dice al joven, este señor:
Este
joven, rendido del viaje, se durmió fuerte, y el acompañante le
roba la ropa militar y le roba el caballo. Y sigue viaje al cuartel
en donde lo esperaba el señor. Este señor y la señora no lo
conocían al joven, pero lo querían como a un hijo y lo esperaban
como a un hijo. Ellos sólo tenían una hija que les habían robado y
estaba en un castillo encantado.
Este
señor que le robó la ropa y el caballo al joven era calvo y se
compró una cabellera del mismo color que el pelo del joven.
El
joven, cuando se despertó, se dio cuenta de todo y si acordó de las
palabras de la carta, que se cuide de los envidiosos. Entonce empieza
a ver cómo llega allá, a la casa del señor.
Se
pone en camino y llega a un pueblo. Áhi 'taba en una esquina y llega
un militar buscando pión pa manejar un sulke, casualmente del señor
que le mandó el uniforme. Él se ofrece y se va de pión. Para que
no lo conozca, él andaba siempre con la cabeza atada. Y áhi le
tenían mucho cariño porque lo ven que es muy trabajador y valiente.
Y un día le dice la señora al señor:
El
jefe del regimiento tenía que buscar la niña encantada y casarse
con ella. Éste que le robó la ropa, lo reconoció al joven y para
hacerlo matar, le dijo al señor que se había dejado decir que él
era capaz de tráir la niña encantada. Y claro, él se quería casar
con la niña, pero como no era valiente, no era capaz de ir a tráila.
Y él mismo como jefe del regimiento lo llama, y le dice:
-Mirá,
la niña con quén yo me tenía que casar la han robado, y si vos no
me la tráis aquí, inmediatamente te afusilo.
Él
no sabía quén podía ser, porque áhi nadie sabía que él se
llamaba Trino. Y va. Era un cuartito di ande salía la voz. Y le dice
un hombre:
Y
él le cuenta lo que le pasa, y entonce le dice:
-Mirá,
yo soy un mago y te voy a ayudar, yo te vengo a salvar. Mañana pedí
que te den la caja de fierro, ésa que tiene el padre de la niña,
cien bueyes, cien bolsas de trigo, cien conejos, un barco cargado con
proveeduría y cien conscritos para ir a buscar la niña.
En
esa caja se acomodó el mago, y nadie, juera del joven, sabía este
secreto. El joven tenía la orden de no tocar los bueyes, ni el maíz,
ni el trigo, para nada.
Salieron
de viaje. A los diez días se termina la proveeduría. Lo jue a
hablar al mago y éste le dice que tenga paciencia, que ya iban a
llegar a tierra, y que áhi podía cargar comida.
Llegan
a tierra, pero había una gran cantidar de tigres, que no podían
bajar. Entonces el mago le dice que les largue los cien bueyes. Y
áhi, mientras los tigres comen los bueyes, ellos cargan de todo.
Entonce se le presenta un tigre, al joven, y le dice que cuando
necesite algo, que lo llame, que él lo va ayudar. Él se sorprende,
pero el mago le dice que es el rey de los tigres, que ya lo va a
necesitar.
Llegan,
pero no pueden bajar por la gran cantidar de hormigas que hay.
Entonces el mago le dice que le largue las cien bolsas de trigo. Y se
las largó. Y mientras las hormigas comen, ellos cargan de todo.
Entonce se le presenta la reina de las hormigas y le dice que cuando
la necesite la llame.
Siguen
y llegan a tierra pero no pueden bajar por la gran cantidar de
águilas que hay. Entonce el mago le dice que les tire los cien
conejos y que carguen tranquilos. Y largaron los conejos y cargaron
comida. Entonces se presentó una águila, el rey de las águilas, y
le dijo que cuando algo necesitara, la llamara, que al momento iba a
llegar.
Y
siguieron viaje. Hasta de tanto viajar llegaron a la orilla ande
'taba el castillo encantado. Áhi 'taba abandonado por la razón de
que todos los que habían ido áhi, 'taban encantados en el castillo
en forma de maceta. Todos 'taban dehesperados al ver esto.
-Vos
tenís que ir con mucho coraje a tráir la niña. Si no volvís todos
los del barco van a quedar encantados. No tenía que recibir nada,
que te van a envitar con toda clase de atenciones, ni te tenís que
dejar besar con nadie. Tenís que decir que vas a buscar la niña
nada más.
Y
él jue y llegó. Cuando él estaba adentro, había muchas niñas,
una lo hablaba di un lado, otra de otro. Él no atendía nada. Buscó
la niña y le dijo que venía a llevarla. Y mientra la niña se
preparaba para viajar, las otras lo volvían loco, y en un descuido,
una viene de atrás y lo besa. Y ya quedó encantado él adentro del
castillo.
Y
bueno. Entonce le dieron de penitencia 'tar adentro de una pieza que
'taba al frente de una sierra altísima, que nunca podrían dentrar
los rayos del sol, porque atajaba la sierra. Él se iba dehencantar
sólo cuando áhi dentraran los rayos del sol.
Él
se afligía por la gente que había quedado en el barco, que se iban
a perder todos. Entonce se acuerda de aquellos animales que le
supieron ofertar ayuda, y en seguida hace el pedido al tigre, a la
hormiga y al águila, que lo salven.
Al
momento vido en la punta de la sierra que 'taba llena de tigres que
cavaban con las uñas, de hormigas que desprendían pedacitos de
piedra y de águilas que acarriaban tierra para todos lados. Al poco
rato no más abrieron un pedazo en la sierra y dentraron a su pieza
los rayos del sol.
-Paselé
el pincel a estas macetas que 'tan en fila. Cada maceta que le pasaba
el pincel era un contristo que se paraba, y li hacía la venia.
Áhi
no más Trino sacó la niña y se jue al barco, con el regimiento qui
había desencantado. Eran de otro barco.
Entonce,
en el viaje, la niña le preguntó cómo había sido el caso. Entonce
él le contó toda su historia. Ella sabía que ella tenía que
casarse con este joven, que el padre había ayudado. Y ésa era la
casualidar. Ella le dijo que siempre lo esperaba en el castillo
porque sabía que él era muy valiente.
El
otro, el que le había robado el traje de militar y el caballo, ya
había pensado de hacerlo fusilar a este joven si venía. Él sabía
que era muy valiente. Y así se casaba él con la niña.
Los
padres de la niña siempre se subían arriba de la casa para devisar
con larga vista a ver si volvían los barcos. Y por fin una
tarde vieron estos dos barcos que venían a poca distancia di áhi.
Y
ya el jefe del regimiento cuando vido que venían llegando, mandó a
formar las tropas para recibir la niña, y él iba con los que créiba
que iban a ser los suedros.
Cuando
llegan, baja la niña primero, y éste va primero a darle la mano, y
ella no le da la mano y le tira un manotón a la cabeza y le saca la
cabellera, y corre ande 'tán los padres. Y áhi quedó mal él.
Ya
se supo todo. Los padres estaban contentísimos, y Trino se casó con
la niña, y él jue el jefe del regimiento.
Agustín
Cruz Bustamante, 40 años. Villa de María del Río Seco. Córdoba,
1952.
El
narrador campesino, es nativo del lugar.
Variante
del cuento tradicional.
Cuento
852. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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