Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

La persona mas justa del mundo .950

Había una vez un matrimonio que tenía un hijo. Sus padres querían que el padrino o la madrina de éste fuera la persona más justa del mundo. Con este fin salió un día a buscarla por el mundo. Así, andando, encontró un viejito, que después de saludarlo y preguntarle qué andaba haciendo, le dijo:
-Busco para mi hijo un padrino o una madrina que sea la persona más justa del mundo.
Al oír esto el viejito dijo:
-Yo puedo ser el padrino de tu hijo, pues soy San Antonio.
Al oír este nombre el buen hombre se retiró diciendolé:
-No es el padrino que necesito para mi hijo, pues a pesar de ser enviado por Dios no creo sea la persona que busco.
Así andando, encontró otro viejito al cual le dijo las mismas palabras que al anterior. Éste dijo:
-Yo puedo ser el padrino de tu hijo, pues soy Dios.
-¡Oh, no!, no siempre es tan justo -dijo el hombre, y se alejó.
Más adelante encontró a una señora viuda a quien también le dijo lo que andaba buscando. Ésta le dijo:
-Yo puedo ser la madrina de tu hijo, pues soy la muerte.
-¡Por fin encontré a quien busco!, pues usté será la madrina de mi hijo.
La llevó a la casa, donde la muerte pudo ver que se trataba de una persona muy pobre. Después de la ceremonia del bautismo, la muerte siguió su camino.
Pasaron algunos años. La posición del humilde hombre había cambiado. Ahora era rico y poderoso.
En cierta oportunidad, la muerte o sea la comadre, lo invitó a su casa. Al llegar a ésta, fue recibido por varios sirvientes que lo hicieron pasar, y después de atravesar varios salones llegó a presencia de la comadre quien lo hizo pasar a un salón donde había infinidá de velas encendidas, las cuales eran de diferente tamaño. Al ver esto preguntó qué significaba aquello, a lo que la muerte respondió:
-Cada una de estas velas representa la vida de cada persona. Las más pequeñas son las que están más cerca de la muerte.
El compadre al ver una pequeña preguntó a quién pertenecía, a lo que la muerte respondió:
-Es la suya, compadre.
Al ver que tenía tan poca vida le pidió que le agrandara la vela.
-No puedo -dijo la muerte. Del contrario no hubiese podido ser la madrina de su hijo.
Después de esto se despidieron, y al separarse la muerte le dijo:
-Arregle no más todo en su casa y esperemé tranquilo, que yo iré en seguida a buscarlo.
Cuando el hombre arregló todo en su casa cayó muerto, como le había dicho la comadre.

Inocencio Correa, 76 años. El Chañar. Pringles. San Luis, 1950.

Cuento 950. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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