Que
era un viudo que tenía dos hijos, varón y mujer. Y que había una
mujer bruja que s'interesaba de casarse con el viudo.
Y
ya los chicos la querían y vían que era tan buena, que le
comenzaron a decir al padre que pórque no se casaba con esa señora
tan buena.
A
los pocos días no más la mujer se puso muy mala y los trataba muy
mal a los chicos, y entonces le pidió al marido que los llevara a
unas montañas muy espesas, que había muy lejos de áhi. Y bueno, el
padre ya no podía vivir y dispuso un día de llevarlos. Y ya le dijo
a la niña:
Y
ya les dijo a los dos hijos que los iba a llevar lejo, lejo.
Entonce
al otro día se levantaron muy temprano. Y ensilló el padre el
caballo. Y los chico se llenaron el bolsillo de máiz tostado y
salieron con el padre. El padre los llevaba al chico por delante y a
la chica en las ancas.
Cuando
iban por el camino, la chica, por un instinto que Dios le daría, fue
tirando florcitas de máiz por todo el camino.
Ya
los dejó a los chicos, el padre, en las montañas más espesas y se
volvió. Esa noche cuando 'staban cenando, entonce dice la mujer:
Ya
le había dicho otra vez a la chica, el padre, que se levantara
temprano a tostar máiz, que los iba llevar lejos. Al otro día los
subió a caballo. Entonce la llevó a la chica por delante y al chico
en l'anca. Entonce el chico no alvirtió de tirar nada. Entonce no se
pudieron devolver y quedaron perdidos en la montaña.
Caminaban
y caminaban y no sabían ande iban. Ya cuando iban muy lejo, y ya se
morían di hambre, se les presenta una señora viuda que era la
Virgen, y que les dio agua y pan.
Después,
que siguieron, y más allá se les presienta una liona con tres
liones chicos. Ellos créian que era una perra con perritos. Entonces
dicen:
Y
le quitaron un cachorrito. Y pensaban ellos cómo ponele nombre, y le
pusieron Collar di Oro.
Bué...
Después caminaron, y encontraron una tigra con cachor-ritos. Tamén
pensaron que eran perros y le quitaron un cachorrito y le pusieron
Garbanzo Amigo. Después seguían no más ellos caminando.
Encontraron una perra con hijos. Le quitaron uno y le pusieron de
nombre Ayudame que estoy perdido.
Y
siguieron caminando. Muy lejo que divisaron un humito. Y de tanto
andar, encontraron la casa di ande salía, qu'era la casa 'el diablo.
Y se allegó el chico y la chica quedó con los perros. Entonce el
diablo le dijo al chico que lu iba a comer.
Entonce
los perros 'stuvieron al momento, y se fueron a matarlo al diablo.
Entonce le pidió al chico por favor que no lo matara, qu'él l'iba a
decir ande tenía la vida. Entonce el chico lo perdonó y lu encerró
en un cuarto. Después vino la chica a las casas, y él le dio la
llave del cuarto ande 'staba el diablo. El diablo le había dicho que
si no lo mataba le iba a dar todas sus riquezas.
Al
día siguiente el chico se fue al campo a ver l'hacienda, y le
encargó a la chica que no le fuera a abrir ese cuarto. Y ¡claro!,
la chica tenía curiosidá y decía:
Entonce,
como quedó con las llaves, abrió el cuarto, y entonces se
sosprendió de encontrar un hombre muy feo, de orejas grandes.
Entonce le dijo el diablo que no se sorprendiera, que no le iba a
hacer nada. Y entonce salió y dispuso de ir a buscar al chico al
campo. Y lo buscó y lo encontró y le dijo que en busca d'él iba.
Entonce lu iba a matar, pero el chico gritó: ¡Collar di Oro!
¡Garbanzo Amigo! ¡Ayudame qu'estoy perdido!
Y
entonce 'stuvieron al momento los perros y lu agarraron al diablo
para matarlo. Y el diablo pedía por favor que no lo mataran. Y ya
'staba moribundo, y dijo ánde tenía la vida. Dijo que tenía que ir
al campo a buscar un toro di aspas di oro, que era muy bravo. Que
tenía que matarlo al toro, y adentro de la panza del toro había una
gaviota, y di áhi salía una paloma, y adentro, la paloma tenía un
güevo, y en el güevo tenía la vida el diablo.
Y
el muchacho se fue, y con los perros mató el toro, y salió la
gaviota. Y la abrió y salió la paloma. Y agarró la paloma y le
sacó el güevo. Y se vino a las casas ande 'staba el diablo ya
moribundo y se lo tiró por la cabeza. Lo rompió y se murió el
diablo. Y ya se volvió a las casas ande 'staba la chica, y li
hablaron los perros y le dijieron que ellos eran unos ángeles que
habían venido para salvarlos, y que ellos quedaban bien ricos y en
un lindísimo palacio, los dos hermanitos. Y se despidieron de los
chicos y se hicieron tres palomitas, y se volaron.
Javiera
de Becerra, 40 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.
Lugareña
que no ha salido del lugar. Aprendió el cuento de la madre, que era
muy buena narradora.
Cuento
923. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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