Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

El soldado sonajera .954

Había en la campaña un matrimonio, y este matrimonio era muy unido. Después de algunos años tuvieron cuatro hijos, tres varones y una niña. Esta familia era muy querida en el lugar.
Con los años, los hijos ya eran grandes. El mayor tenía veinte años y el último catorce. Que se llevaban dos años entre ellos.
Bueno... Por casualidá viene una guerra, adonde tuvieron que llevar mucha gente. Entonce vienen a llevarle los hijos varones a esta familia, pero como el padre era un hombre tan güeno, consiguió entregar un solo hijo, el mayor. Quedaron los otros dos varones y la niña.
Durante el tiempo que duró la guerra, como doce años, el hijo que jue a la guerra no se comunicaba con los padres. Nada supieron de él, por nadie. Durante estos años, vino la mala suerte que falleció la madre, y después de tres años, que falleció el padre. Entonce los hermanos abrieron el juicio sucesorio, y se repartieron entre los tres, dandoló por muerto al hermano soldado. Algunos de ellos se casaron.
Como a los trece años lo dan de baja al soldado. Viniendo el hermano con el sobrenombre de Soldado Sonajera, que le habían puesto en el ejército, porque era un genio muy alegre y muy güen soldado. Y le habían dado permiso como güeno y como güen tirador, y le habían regalado la ropa y el fusil. Entonce llegó a su casa. 'Taban los dos hermanos, y no lo quisieron reconocer. Y no le dieron nada de la herencia, siendo que se habían encontrado muy bien los padres. Al verse despreciado se jue para otros lugares. A los tiempos, andaba muy pobre, con la ropa de milico toda hecha pedazo, y siempre con su fusil al hombro.
Sucedió que una vez había caminado mucho, y muchos días, y no encontraba trabajo. Un buen día que sigue un camino atravesando una quebrada. Iba muy cansado, y había un montecito a la orilla del camino, y se abre, y dentra al monte, y se pone a dormir la siesta en una sombra muy linda que había. Serían más u menos como las cuatro, cuando se siente removido por una persona. Se sienta al momento y que ve a un hombre muy bien vestido, de negro, y le dice:
-Yo soy el diablo. ¿Y qué hacés acá, Sonajera?
-Acá 'toy durmiendo -quesque le dice él.
-¿Me vendís tu alma? Si me la vendís, no estarás más con esas hilachas y muerto di hambre.
Entonce el soldado se queda pensando un momento, y le dice:
-No vendo mi alma, busco trabajo.
Entonce le contesta el diablo:
-No vas a encontrar ningún conchabo. 'Tán lejos los pueblos. Vamos a hacer un trato y te compro el alma. Entonce le dice el soldado:
-¿Cómo es el trato?
-Ahora -le dice el diablo- te daré la plata que quedrás por tu alma, y tendrás tres años para que la difrutís. Y pasados los tres años vendré yo para llevarte.
Entonce el soldado que era muy vivo le contestó así:
-Si durante los tres años yo me muero, no me podrás llevar. Así que si vivo, yo me quedaré con mi alma y vos te quedarás con lo que me has dado.
-Bueno -le dice el diablo, a ver, vos que sos tan güen tirador, mirá -le dice- a distancia de dos cuadras viene un oso, tirale. Vamos a ver si sabís tirar. A ver si lo matás.
El soldado levantó l'arma, apuntó y le hizo un disparo tan certero que lo dejó muerto.
-Bueno -le dice el diablo, veo que sos un soldado de primera, y tirador. Lo mismo. Ahora vamos hasta donde 'tá el oso.
Ya llegaron a donde 'taba el animal muerto, y le dice el diablo:
-Sacale el cuero.
Ya el soldado en un momentito le saca el cuero, muy bien.
-Bueno -le dice el diablo- ya veo que sos muy enteramente guapo. Cerramos el trato. Tomá -le dice- este saco. Tiene tres bolsillos. Uno tiene esterlinas di oro, otro, patacones de plata, y el otro, níquel. Vos sacás el dinero que necesitás y nunca se te va acabar... Ahora, no tendrás más casa ni más abrigo que este cuero di oso, que vas a llevar. No te podís cortar el pelo, las uñas, ni lavarte la cara.
Bueno... Una vez de cerrar el trato, desapareció el diablo y quedó el soldado con una bolsa repleta de dinero. Siguió su viaje. Después de haber caminado un día entero, encontró una casa. Se allegó, pidió que comer. Estuvo dos días descansando áhi. Le ofertaron cama, y les dio las gracias, porque tenía el cuero para dormir muy tranquilo. Se retiró, y al retirarse, metió la mano al bolsillo y les dejó un puñado de esterlinas di oro y otro puñado de plata. Los dueños de casa, que eran gente del campo muy pobre, no hallaban con qué agradecerle aquel regalo que les había hecho este soldado. Así pasó el tiempo vagando por el mundo, más u menos como un año. Al principio, en las casas ande llegaba lo recibían muy bien porque él les hacía regalos. Pero después del año, mucha gente le disparaban porque se le había criado el pelo, tenía las uñas muy largas y andaba muy mugriento, así que empezó a sufrir un poco. Cuando llegaba a una casa, por áhi, la gente le disparaba y se escondían. Pero él, con buenas palabras les hablaba cariñosamente. Conseguía amansarlos y que lo recibieran. Él les decía que no le tuvieran miedo, que era un hombre güeno, y que si él andaba así, era una promesa que tenía que cumplir durante tres años, que la había hecho durante la guerra, que si había estado muy enfermo, a punto de morir, por una herida que había recibido. Y a medida que él les conversaba, la gente volvía, y lo recibían en la casa. Y él les volvía a hacer regalos de dinero. Y él les pedía que hicieran promesa de que durante esos años no se muriera él. Y durante esos tres años, como la gente de la campaña era tan güena y devota, pedían a Dios y a los santos de su devoción que no se muriera él.
Una vez andando él, lo agarró una gran lluvia, y un gran temporal. Y se allega a una casa que encontró, y pidió alojamiento. La casualidá que había sido un hotel. El hotelero no lo quería recibir al principio, al ver un hombre que parecía un animal. Y le dijeron todos los que habían ido al hotel, que si recibía a ese hombre se iban a mandar a mudar. Lo tomaron por un animal, que andaba huyendo de la autoridá. Entonce él habla con el hotelero y le dice:
-Mire, señor, la tormenta; no hallo donde irme. Yo soy un hombre güeno. Si usté me ve con esta vestidura, es por una promesa que tengo. Yo le pagaré bien lo que usté cobre y daré muy güena propina.
A medida que iba conversando, el hotelero le tomó un poco de confianza y le dijo:
-Bueno, amigo, le daré permiso en un galponcito al lado de la cocina.
-Bueno, amigo, 'tá muy bien.
Le pusieron una mesita, y este soldado, que era bastante comilón, pidió que le trajieran un pavo que había visto en una fiambrera, y unas botellas de oporto.
El hotelero quedó suspenso por un momento. Lo miró de pie a cabeza, y al verle la facha que tenía, le dice:
-Amigo, ¿sabe usté lo que cuesta eso?
Entonce Sonajera, que era muy vivo, le dice:
-Amigo, sirva sin miedo que yo pago lo que cueste.
Y mete la mano al bolsillo, Sonajera, y saca un puñado de esterlinas y las pone sobre la mesa. Y le dice:
-Aquí tiene para que se pague, y si falta dinero me lo dice.
Al ver esto, el hotelero más pronto que corriendo le trajo el pavo y las botellas de licor, y lo comenzó a servir como si juese un rey.
Después que comió todo y tomó, le dijo al hotelero:
-Amigo, falta para darle el resto.
-No, no -le dice el hotelero, me ha dado demasiado. Me parece un poco tarde, le voy a hacer la cama.
-No -le dice el soldado, yo no acostumbro cama. Con este cuero que tengo, me basta.
Tendió su cuero en un rincón del galpón y se acurrucó como si juera un perro, muy tranquilo.
El hotelero jue y contó cómo era este soldado, y todos le dijieron que era muy sospechoso y que había que ponerle centinela, esa noche, para que lo vigilara. El hotelero les dijo que se vía que era güeno, sinó que cumpla una promesa.
Sonajera, bien comido y bebido, durmió como un lirón. Al otro día, a primera hora, pide café, desayuno, y pregunta al hotelero qué se le debe. Entonce el hotelero dijo que ya 'taba pago, y muy agradecido de lo que le dio demás. Entonce el Soldado dio las gracias por todas las atenciones que había recibido, y mete la mano al bolsillo y saca un puñado de esterlinas y otro puñado de patacones de plata, y le dice:
-Esto es de propia para los empleados que usté tiene. Y le dijo que si algún día volvía por áhi, no le tuvieran miedo y le dieran hospitalidá. Y se despidió muy contento. El hotelero no hacía otra cosa que conversar de este soldado tan rico que nadie sabía de dónde había salido.
Sigue andando este soldado, de pueblo en pueblo. Ya había salvado dos años y medio, y no moría. Lo que sí, que él sufría al llegar a algunas casas, porque disparaban al verle la facha.
Una vez, andando, llega de casualidá, que también lo pilló un gran torbellino, y llegó a una fonda a pedir alojamiento. Se lo negaron al principio, pero él sacó un puñado de oro y le contó al dueño que anda así porque había hecho una promesa. Le dio permiso que se quedara. Comió, y cuando le quisieron hacer la cama, él dijo:
-No, con este cuero me basta.
Tendió su cuero en un rincón y se quedó dormido profundamente. Serían como las cuatro de la mañana, cuando se descolgó un aguacero, un torbellino con rayos y centellas. Se despierta Sonajera, se sienta en el cuero y está mirando cómo se descargaba la tormenta, cuando siente entre la lluvia y el viento unos lamentos y como llantos. Se levanta, pone toda su atención, y descubre que al lado, de la pieza de la par, era diande salían los lamentos. Se arrima, pone el óido por una rajadura de la puerta y devisa un hombre vecino de la fonda, que era un gran estanciero, que él era el que se lamentaba. Gólpia la puerta. El hombre sale, y él le dice:
-Soy el Soldado Sonajera. Vengo a ver qué le pasa. A ver si soy útil para servirle en algo. No me tenga miedo. El hombre cuando lo vio pegó un grito, pero él le dice:
-No se asuste, soy hombre como usté, sinó que tengo una promesa de ir en esta forma. Soy un hombre de güen corazón, vengo a ayudarlo.
Entonce al estanciero se le pasó el miedo, y lo hace pasar para adentro. Le pone una sía 4, y se ponen los dos a conversar. Entonce' el Soldado le dice:
-Cuentemé porque está tan afligido.
Entonce el estanciero le dice que él es el más rico de ese lugar, y que por malos negocios había fundido todo lo que tenía. Y que había hecho una hipoteca, y que no tenía cómo pagar, y que esa mañana misma iba a venir el martillero, y le iba a rematar todo, y lo iba a hechar de su casa. Entonce Sonajera, con sonrisa, le dice que no se aflija por eso, y que cuánto era lo que necesitaba. El estanciero no le quería decir, como lo vía en esa facha, pensaba que era un infeliz. Sonajera se dio cuenta que el hombre le desconfiaba y le dice de nuevo:
-Diga amigo lo que precise, que yo se lo puedo facilitar.
Y el estanciero le dice:
-Son muchos miles, amigo, lo que yo preciso.
-'Tá bien -dice Sonajera, eso a mí no me asusta.
Y mete la mano al bolsillo y empieza a echar puñados de esterlinas arriba de la mesa. Formó un montón como si juera di oro, y le dice:
-Diga, amigo, si 'stá bien. Cuente, y diga si algo le falta.
El estanciero lo miraba con unos ojos tamaños, que no le cabían en el cuero, al ver salvados los bienes que le iban a rematar. Ya contó el dinero, y lo que acabó, se paró y le dio un abrazo el estanciero y le dice:
-Mi güen amigo, yo no tengo conque pagarle. Veo que es un hombre de gran corazón y se lo agradezco en nombre de Dios. Todo esto sobra de lo que yo tengo que pagar.
-Bueno, bueno -le dijo Sonajera-. Le hí hecho un bien, y en todas partes que ando, hago todo el bien que puedo. 'Taba tan contento el estanciero, que le dijo que lo quería llevar a su estancia y presentarle su familia.
-Si es de su gusto lo acompañaré -dice el Soldado.
En eso ven que amanecía. El estanciero acomodó el dinero. Pagaron lo que debían y salieron.
-Tengo mi surke, vamos, soldado -le dice el estanciero.
Ya 'staba listo el surke y emprendieron la marcha. Y ya llegaron a la estancia, y el estanciero le dijo que se quedara unos días a descansar. El estanciero tenía tres hijas hermosas. Sonajera que no era lerdo, dijo que bueno, y se  quedó por unos días. Después de una semana de estadía, Sonajera emprendió el viaje. Al despedirse Sonajera, y al darle el estanciero las gracias, le preguntó que si era soltero. Sonajera le dijo que sí, que era soltero. Entonce el estanciero le dijo que si no quería que le diera una de sus hijas. Él le dijo que con mucho gusto, pero que ninguna de sus hijas lo iba a querer así como andaba. El estanciero llamó a las tres hijas y les preguntó que cuál quería casarse con Sonajera. Las dos mayores dijieron que ellas no, y entonce la menor contestó:
-Usté, papá, me ha dicho que es un hombre de gran corazón, y por lo que ha hecho con usté, yo lo quiero.
Al Soldado Sonajera ya le había llenado el ojo la menor, así que al oír esto se puso muy contento y dijo que quería dejarle un recuerdo. Y mete la mano al bolsillo y saca un anillo, y saca una lima y lo corta al medio. Y le dice:
-Éste es nuestro compromiso -y le da la mitá a la niña. Y la otra mitá la guarda él.
Le dijo Sonajera que le falta un año de la promesa, y que después de eso volvería para cumplir su palabra. Y se jue. Ya se encontraba un poco cansado de la vida que hacía. Todos disparaban de él, pero como él era tan de buen corazón, que a todos ayudaba y les daba todo el dinero que necesitaban para que remediaran sus necesidades, todos rogaban por él.
Bueno... Por fin llegó un momento en que le faltaba nada más que un mes para encontrarse con el diablo. En esa fecha se jue a unas sierras, y áhi había visto unas piedras muy grandes, con unas rajaduras projundas. Y como ya llegaba el plazo, empieza a llenar las rajaduras con monedas di oro, para quedarse con algo, porque ya tenía que entregar todo al diablo. Echó muchísimo oro y tapó todo muy bien, con mucha paja. Y siguió su marcha al punto ande tenía que encontrarse con el diablo. A los tres días llegó. Ya los 'staba esperando el diablo. En cuanto se encontraron, se saludaron, y le dice el diablo:
-¡Hombre, me ha embromado? Ha sido como un fierro de resis-tente para las tentaciones. Yo le he puesto muchas trampas, pero las ha resistido y no ha cáido, así que su alma anda con Dios. Usté ha sido muy vivo amigo. Ha salíu ganando. Entreguemé lo mío.
Sonajera le entregó el cuero de oso y el saco, y el malo le devolvió el fusil. Y se depidieron.
-Bueno -le dice el diablo, en otra ocasión puede ser que los viamos.
-Bueno, amigo -le dice el Soldado Sonajera, le falta una cosa. Me tiene que cortar el pelo y las uñas.
-Manos a la obra -dijo el diablo.
Y se puso a trabajar y le cortó muy bien el pelo y las uñas. Entonce cada uno se jue a su destino.
Se jue Sonajera a su escondite ande tenía el dinero. Sacó un poco y se dirigió para la ciudá. En la ciudá jue a una gran tienda, y se compró ropa de lo mejor. Se jue a una posada, y áhi quedó esa noche. Al día siguiente se jue a una gran fábrica ande vendían carruajes. Se compró unos arneses muy buenos y un carruaje lujosísimo. Se jue a una estancia y se compró cuatro caballos negros, de lo mejor que había. Volvió a comprar ropa, de todo, y se jue en su carruaje a su escondite. Cargó todo el oro y siguió viaje a la casa de la niña. Cerca de la casa, en una ciudá, llega a una peluquería y se hace afeitar y pelar de nuevo y se hace perfumar. El Soldado Sonajera era muy güen mozo, así que parecía un príncipe con tanto lujo como iba.
Sigue viaje y al día siguiente llega a la casa de la niña. Golpea las manos. Las primeras que salieron jueron las dos niñas mayores, lo que vieron este carruaje tan lujoso. Entonce les dice él que era de otro pueblo y que si le podían dar alojamiento por ese día. Entonce salió el padre y lo vio y le dieron alojamiento. Lo atendieron muy bien. Lo invitaron a almorzar. Las dos niñas mayores no más salían, y se arreglaban cada cual mejor, presumiendo para ver la que caiba en gracia. Al fin, Sonajera, le pregunta al padre que si no tenía otra hija. Le dijo que sí, que tenía otra menor que anda por áhi, que hacía las cosas, y que no le gustaba salir cuando llegaba gente.
-Hagalá salir, señor -le dice, que la quisiera conocer.
El señor le dijo que bueno, y jue y la llamó a la niña. Y como era obediente, condecendió y vino. Ya estuvieron conversando mucho. Las mayores, cuando vieron esto, se jueron a cambiar de traje y a arreglarse más para conquistar a este mozo tan rico. Sonajera le dijo a la niña que si podía casarse.
Ella le dijo que no, porque tenía un compromiso. Y entonce él le dice:
-Pero, la pueden engañar. ¡Cómo puede tener confianza! ¡Vaya a saber si el que usté espera vuelve más!
-No -le dice ella, no creo que me engañe. Se trata de un mozo muy de buen corazón y serio.
Entonce el joven le pide a la niña un poco de agua. Sale la niña y le trae una copa di agua. El mozo se toma la mitá de l'agua. En la mitá que queda pone la parte del anillo que él tiene, y le devuelve la copa. La niña sale, y cuando se apercibe que hay una mitá de anillo, la saca y la mide con la de ella y ve que era el anillo del compromiso, y dentra corriendo, y lo abraza al padre y le dice:
-¡Papá! ¡Papá! ¡Éste es mi novio!
-¿Y cómo sabís? -le dice el padre.
-Aca 'tá la mitá del anillo.
Entonce el padre lo abraza al joven y le dice:
-Veo que es un hombre de buen corazón y de palabra. Ha cumplido como manda Dios.
Y de ese momento se pusieron en preparativos para el casorio. Al oír bulla y alegría aparecen las otras dos hermanas. Querían morirse de ver cómo era el joven que ellas habían despreciado, tan güen mozo, tan simpático y tan rico. Y así jue que a los tres días, la menor y el joven se casaron. Hubo una fiesta muy grande y hermosa, y vinieron muchísima gente de todas partes, hasta de lugares lejos. Trajieron muy buenos músicos de la ciudá. La casa de este señor estanciero 'taba al pie de una loma, y atrás de la casa corría un río muy grande y hondo. El baile 'taba muy entusiasmado, y serían las dos de la mañana, cuando llega un señor muy bien arreglado montando una mula negra, y pide hablar con el señor Juan Gómez, éste era el nombre verdadero del Soldado Sonajera. Entonce el recién venido le dice:
-¿Me conoce?
-Si -le dice Sonajera. Sos el diablo.
-Bueno, te vengo a dar las gracias por el negocio que himos hecho. Hi salíu ganando. En lugar de llevarme una alma, me llevo dos. Tus dos cuñadas se acaban de tirar al río y mueren ahugadas.
Sonajera dentró muy callado, para que pudieran seguir el baile, pero 'taba muy triste. Cuando se terminó el baile, al otro día, empezaron a buscar las dos niñas mayores, pero no las encontraban en ninguna parte. Como Sonajera ya lo sabía, mandó a unos piones a buscarlas al río, a ver si se habrían caido. A los tres días las hallaron en el río, lejos. Se hizo un gran entierro y todos rogaron para que Dios las perdonara.
El Soldado Sonajera, que ya se le decía por su propio nombre, señor Juan Gómez, vivió feliz y dichoso con su esposa, por muchí-simos años.
Al tiempo de despedirse, uno de los piones que 'taba en el baile, halló una cosa que brillaba. La alzó creyendo que era un brillante, pero era un poroto, para que usté me cuente otro.

Amador V. Olivera, 68 años. San Luis. Capital, 1947.

El narrador, hombre del pueblo, sabe muchos cuentos antiguos y tiene fama de tener una gran memoria y buen arte para decirlos.

Cuento 954. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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