Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Iras y no volveras .864

Había una vez un matrimonio joven. Hacía poco que se habían casado y tenían una yegua y una perra. Era lo único que tenían de capital.
Bueno, se puso de encargue la señora para comprar chico y también se puso la yegua para tener potrillito y la perra también para tener perritos.
Bueno, llegó el día que la señora tuvo dos varones. Eran muy parecidos. De ver uno era ver el otro. Eran tan parecidos que no se sabía cuál era uno y cuál era el otro.
La yegua tuvo dos potrillitos iguales, del mismo color, tan parecido uno al otro, que se confundían uno con otro, porque eran igualitos los dos.
Bueno, la perra tuvo dos perritos, tan igualitos y del mismo color, que los confundían uno con el otro.
El padre de los chicos se ocupaba de pescar.
Un día no podía pescar hasta que en una de esas agarró un pescado muy grande y se dispuso a carniarlo. Entonce oyó que le dijo el pescado:
-No me carniés. Yo te voy a decir dónde hay muchos pescados.
El pescado lo llevó a otro lado adonde había muchos pescados y el hombre agarró muchos pescados y lo largó al pescado grande. Y se fue para la casa d'él.
Bueno, pasaron los días y se volvió a ir a pescar. Y no podía agarrar ninguno hasta que volvió agarrar el pescado grande, y le dijo:
-Ahora, sí que te voy a carniar.
-Bueno -le dijo el pescado-, carniame, pero te voy hacer un pedido, que cuando me carniés me saquís dos costillas de las más grandes que tengo y las clavís una de cada lado del jardín.
Bueno, así lo hizo. Lo carnió al pescado y le sacó las costillas más grandes y las clavó en el jardín.
Y pasó el tiempo. Se pusieron grandes los chicos y los potrillos y los perritos también.
Un día andaban caminando los jóvenes por el jardín y dijo uno de los jóvenes:
-Mirá, acá hay una espada.
-Mirá, acá hay otra -dijo el otro. Bueno, una para cada uno.
Y como las espadas eran iguales y ellos eran muy unidos resolvieron repartirse las cosas que tenían. Uno le dijo al otro:
-Yo voy a tomar este potrillo y este perrito. Vos tomá los otros. Total, son tan parecidos que no se sabe cuál es uno o cuál es otro, como somos nosotros. Somos tan parecidos, que dice la gente de ver uno es ver el otro. Bueno, hermano, mis padres están muy pobres así que me voy a ir a trabajar para ayudarlos.
Y este hermano ensilló el potrillo y agarró una espada y un perrito. Y le dijo al hermano:
-Mirá todas las mañanas como está el jardín. Si está lindo es porque yo me encuentro bien y si el jardín está marchisto es porque yo estoy en peligro.
Bueno... Se fue el hermano en el potrillo llevandosé una espada y un perrito.
Se fue muy lejo el joven y dio con una estancia y pidió trabajo. Y le dieron trabajo y se quedó trabajando. Se acreditó y trabajó mucho tiempo hasta que se enamoró de la hija del dueño de la estancia. Y se casó al poco tiempo.
El hermano daba vista todos los días al jardín. Y estaba muy lindo.
Bueno, a los pocos días salieron a caminar los recién casados. Y subieron a una loma muy alta. Y el joven, lejo, devisó un humo que se elevaba muy alto y le dijo a la chica:
-¿Qué contiene aquel humo tan alto que se eleva allá?
-A eso le llaman el Irís y no Volverís.
-¿Mas, por qué le dicen así? -le preguntó el joven.
-Por que el que va allí no vuelve más.
-Yo voy a ir a ver si es cierto.
-No vas -le dijo ella.
-Sí, voy a ir.
Y al otro día el joven, temprano, ensilló el potrillo, y se puso la espada, y llamó el perrito, y se fue con dirección del humo. Una vez que llegó dijo:
-¿Con qué disculpa llegaría? Llegó a comprar un vaso de agua para tomar.
Salió una viejita y le dijo:
-Me quere vender un vaso de agua para tomar?
-Cómo no -le dijo-, le voy a dar.
Y se fue y, le trajo agua en un vaso muy limpio y florido. Y en cuanto fue el joven a recibile el vaso con agua, lo agarró la vieja de la mano y lo bajó del caballo y lo encerró en una pieza. Y al caballo le tiró un poco de arena y se transformó en arena el caballo. Y al perrito le tiró un poco de ceniza y se hizo ceniza el perro.
Bueno, el otro hermano se fue a ver el jardín y el jardín estaba tirado, marchisto. Bueno, dijo el hermano que el otro hermano estaba en peligro, así que se iba él. Y ensilló el otro potrillo y agarró la espada y el otro perro, y se fue. Tomó la misma dirección que se fue el otro hermano. Y fue y llegó a la estancia donde había llegado el otro hermano. Y salió la chica que era casada con el hermano, y como eran tan parecidos, lo confundió y le dijo:
-¡Cómo así has vuelto! Mirá que los que han ido allá, no ha vuelto ninguno.
Pero él se hizo el que había sido el hermano. Y después le dijo ella:
-Vamos a acostarlos.
Y él le dijo:
-Miró, yo hoy hi dispuesto de acostame con vos pero esta noche voy a clavar la espada en el medio del colchón para dormir uno para un lado y el otro para el otro lado.
Así lo hicieron. Y al otro día se levantaron y tomaron el café, y le dijo él:
-Vamos a caminar.
Y se fueron a la loma alta y devisaron el humo otra vuelta, y él le dijo:
-¿Qué contiene aquel humo?
-¡Cómo! ¿Ya no ti acordás más? ¿No fuiste ayer?
-Ah, sí -le dijo él-, pero voy a ir otra vuelta.
-¡Ay, no! Cómo vas a ir. ¡Quién sabe cómo has vuelto y hoy vas a volver otra vez!
Y entonce él malició que el otro hermano se había ido para allá. Y hizo viaje él también.
Y se fue. Y al llegar allá, se arrimó como para pedir agua. Llegó y salió la vieja diciendolé:
-¡Cómo le va, joven!
-Bien, señora. ¿Me puede dar un poquito de agua?
-¡Cómo no!
Se fue la vieja y le trajo agua en un vaso limpio y floriado. Y cuando el joven fue agarrar el vaso con agua, la vieja le tiró la agarrada y él se le hizo un lado. Y se bajó del caballo y la agarró a azotes. Y la llevó a un palo y la ató bien atada. Y le dijo que le dijiera dónde tenía el hermano y el caballo y el perro. La vieja decía que no sabía nada, pero le pegó tanto que al fin le dijo:
-Áhi tiene esa llave. Abre esa puerta y allí está tu hermano. Y en ese montón de arena está el caballo y en ese montón de ceniza está el perro. Tomá este polvo. Les tirás y saldrá el caballo y el perro.
Bueno, fue y abrió la puerta y salió el hermano.
-Hombre, ¿quién ti ha encerrado?
-La vieja fue -le dijo sosprendido de ver que era el hermano.
Y tiró el polvo al montón de arena y al de ceniza y salieron todos los caballos y los perros que la vieja tenía encantados. Y salieron todos los hombres que tenía encerrados; muchos por morirse ya. Y le agradecieron al joven porque los había librado y se fueron cada uno a su casa.
Se fueron los dos hermanos muy contentos.
Por allá, por el camino, le dijo el hermano que lo había venido a buscar:
-Yo, cuando vide el jardín que estaba marchisto, me vine a buscarte y di con una estancia donde salió una chica que debe ser tu señora, y me dijo:
-¡Cómo así has venido!
Entonce malicié que había de ser tu señora. Y me quedé para descubrir las cosas. Esa noche cenamos juntos. Y ella me dijo que cómo había podido volver, que los que iban allá, al Irís y no Volverís, no volvía nadie. Entonce malicié que vos te habías venido para acá. Esa noche tuve que dormir con tu señora para descubrir bien las cosas, pero clavé la espada al medio del colchón para no juntarlos y yo le dije que era promesa.
Entonce al hermano no le pareció nada bien, pero no le dijo nada por el momento. Bueno, le dijo el hermano:
-Al otro día los levantamos y tomamos café y le dije que saliéramos a caminar, pero yo lo hacía para descubrir mejor. Y fuimos, y subimos a una loma muy alta. Y devisamos un humito que se elevaba muy alto, y le dije qué contenía aquel humo, y ella me dijo que cómo me olvidaba si había ido el día antes. Áhi no más le dije que sí y me vine para acá. Llegué a la casa de la vieja, le pedí agua y cuando ella me dio l'agua y me quiso agarrar, la agarré yo, la até en un palo y le pegué tanto hasta que descubrí todo y te salvé a vos y a todos los que tenía encantados la vieja, y a los caballos y los perros.
Entonce el otro hermano, muy nervioso, le dijo:
-Pero, hermano, no me hubieras salvado, porque vos has dormido con mi señora.
Y se pusieron a peliar hasta que el hermano casado le pegó un tajo en el cuello y lo mató al hermano. Y después quedó muy triste por lo que había hecho. Cuando estaba sin saber qué hacer, vinieron dos lagartos verdes y se pusieron a peliar. Y uno al otro, de un uñazo le cortó el cogote y se murió. Él los estaba mirando. Entonce vio que el lagarto fue y cortó una ramita de hierba de oveja y la empezó a pasar por la herida del lagarto muerto y el lagarto vivió en seguida. Entonce él fue, cortó otra ramita y le empezó a pasar por la herida del hermano muerto, y en seguida el hermano vivió. Él creía que se había dormido, y se abrazaron como si nada hubiera pasao.
Después le agradeció al hermano y se fue a su casa, y el otro se volvió a la casa del padre.
Y se acabó el cuento.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Gran narrador. Aprendió el cuento del padre. Es oriundo de El Saladillo.

Este cuento fue dado once años atrás por el mismo narrador (ver el 863). Interesa como experiencia científica observar las variantes que un narrador imaginativo como es éste puede introducir en el relato al mismo tiempo que conserva los motivos tradicionales.

Cuento 864. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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