Era
una viejita muy pobre. Una vez estaba picando unas leñitas de un
pedazo de poste y se estaba terminando el poste. Y le dio un gran
hachazo al poste. Partió, y saltó un muchachito, y le dijo a la
viejita que era su hijo y que se llamaba Juan Giles. La viejita le
tomó para el hijo. El muchacho creció pronto y era muy vivo, como
nadie había visto un gente más vivo.
Una vez había mucha
seca y los animales del Rey se 'taban muriendo. Un buen día lo llamó
el Rey a este chico y le ofreció una bolsa de plata si hacía
llover.
En cuanto llegó Juan
Giles a la casa del Rey empezó a llover y revivieron todos los
animales. Entonce el Rey le hizo llamar para darle la bolsa de plata.
Y siguió lloviendo
mucho y como era grande la lluvia ya no había ni pasto que comer.
Entonce le hizo llamar a Juan Giles, el Rey, y le ofreció otra bolsa
de plata pa que haga dejar de llover.
Juan Giles había
comprado un carnero para caballo, porque era peticito, y se jue en el
carnero a la casa del Rey. Cuando llegó, ni las pezuñas se mojó el
carnero. Al momento dejó de llover y bajaron todas las aguas.
Entonce le pagó otra vez una bolsa de plata.
Una noche llegaron dos
hombres en la casa de Juan Giles. Le preguntó adónde iban y le dijo
los hombres, que iban a rodar mundo, que é salir de viaje largo.
Entonce Juan Giles le dice a la madre:
La madre le decía que
no se fuera, que era tan chico, pero él decía que iba no más.
Entonce le prepara la maleta con avíos, tortas, arrollado, queso.
Salieron lo tre. Los
hombres le dijo que cómo iba en el carnero. Juan Giles se riyó. Al
salir de la casa lleva un peine, un puñado de carbón y un puñado
de ceniza. Y siguieron. Anduvieron todo el día.
De noche ya, llegan en
una casita larga a pedir para pasar la noche. Le hace pasar, Juan
Giles, a los dos compañeros y él queda fuera del fuerte, cerca del
alambrado.
Juan Giles no quiso
pasar porque conocía que era la casa de la bruja que mataba a los
hombres para comer la carne.
La bruja les hizo camas
en el patio a los dos hombres, a los dos jóvenes. Se acuestan con
los hombres las hijas de la bruja, con gorro colorado. La bruja
duerme en la pieza con la puerta abierta.
Juan Giles, a eso de la
medianoche, se levanta y les pone a los jóvenes los gorros y deja su
saliva en un vaso de la mesa. Luego les despertó a los dos
compañeros para seguir viaje. Les hizo ver el peligro que tenían y
salieron ellos. Ensillaron sus caballos y se fueron.
Al
rato la vieja llamó, y decía:
Así llamó tres veces
la vieja y la saliva contestó tres veces. Llegó un momento que
terminó la saliva y no contestó más. Entonce la vieja se levantó.
En la oscuridá tocó los gorros y creyó que eran los jóvenes y los
mató a las hijas. Cuando amaneció, vio lo que había hecho por Juan
Giles y decidió matarlos a los tres.
Un redepente ve Juan
Giles a la vieja. Ya casi les llega. Entonce echó el peine y se
formó unas espinas que no podía pasar la vieja. Mientra ellos
fueron muy lejo, la vieja consiguió pasar. Ya iba muy cerquita de
ellos. Entonce echa el puñado de ceniza y se formó un cerrazón que
la vieja no podía pasar. Ellos fueron muy lejo, pero al rato pasa y
ya iba muy cerca de ellos, la bruja. Entonce Juan Giles echa el
puñado de carbón y se formó un quemazón que hasta se quema los
pieses la vieja. Estuvo mucho tiempo, pero otra vez les siguió.
Cuando 'taba por pasar la quemazón, la vieja, Juan Giles y los
compañeros fueron a quedar en un árbol grande, bien limpio abajo, y
arriba había una especie de catre de palos cruzados. Cuando llegan
suben al árbol y se ponen en esos palos. Entonce llegan unos indios
y se ponen a jugar por plata y a cocinar comida para ellos.
Siguieron
jugando los indios y comiendo. En eso uno de los jóvenes miró hacia
abajo, no se pudo agarrar, y cayó entre los indios. Los indios se
asustaron creyendo que caía algo por castigo del cielo y dispararon,
y dejaron la comida y toda la plata. Bajaron, comieron y volvieron a
subir. Entonce les dice Juan Giles que al rato va a llegar la bruja,
pero que no vayan a mirar para abajo porque se van a caer y los va a
agarrar la bruja. Juan Giles empieza a tocar una guitarra que habían
dejao los indios y se pusieron a cantar. En eso les llega la bruja
que había andado perdida. Abre la bolsa y empieza a decir:
Uno de los jóvenes
miró y cayó en la bolsa. Entonce la bruja le ató la boca a la
bolsa y abrió la otra, y empezó a decir:
Miró el otro y también
cayó en la bolsa. La vieja la ató a la boca. Abrió la otra bolsa y
siguió diciendo para que cayera Juan Giles:
Pero él no le hizo
caso. Entonce le subió la bruja. Entonce Juan Giles bajó ligero,
agarró la bolsa y dijo varias veces:
Y cayó la vieja y Juan
Giles le ató la boca a la bolsa. Les desató a los compañeros y
hicieron una gran fogata y la bruja, la vieja, se quemó.
Los jóvenes se
hicieron ricos y volvieron a la casa de ellos con cargas de plata y
vivieron muchos años muy felices.
Isabel
Benítez, 55 años. Arroyo Marote.
Curuzú
Cuatiá. Corrientes, 1949.
Campesina.
Su habla es típica de la región.
En
el cuento figura el motivo de la huida mágica.
Cuento
942. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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