Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Los hijos del diablo .879

Había un diablo y una diabla. Ya sabe que antes había diablos. Se casaron pero no pudieron tener familia, los tipos. Vivían solos. Y querían tener familia, herederos, pero no pudieron. Al año pensaron de buscarse algún niño como para criarlo y uno de ellos robó un condecito del Rey, y la diabla robó una condecita. Y áhi los criaron hasta unos veinte años lo menos, que habían tenido. Cuando ya 'taban grandes, ya pensaban ellos, y eran poderosísimos también, porque eran muy inteligentes. Se daban cuenta que ellos no eran diablos y se pusieron di acuerdo para irse.
Estos niños dormían solos en sus dormitorios. Hacían ruido en la noche. Andaban andando. La diabla los sentía. Le dice la diabla al diablo:
-Tené cuidau, vos, diablo viejo, que no se me vayan a ir los niños. Ve, andan por irse.
-¡Qué se van a ir!
-Bueno, ya trataron de hacerlos dormir en una cárcel de fierro, hacerlos dormir ahí. Todo de fierro, las puertas de fierro y echales llave.
-Ahora 'tate tranquila -le dice el diablo- porque no salen nunca. ¡Cuándo se van a ir! ¿Por dónde van a salir?
Bueno, 'taban deliberando los niños, cuando dice la condecita -se llamaba Blanca Nieve.
-Los vamos a ir esta noche.
-Y cómo vamos a salir di acá -dice el muchacho. Las puertas están con llave y son de fierro.
-Esperate, si vamos a salir por el ojo de la llave, yo sé, yo sé.
Y los tipos salieron por el ojo 'e la llave.
-Andá, traete del galpón un caballo.
Había dos caballos en el galpón y una chancha. Uno gordo y otro flaco y la chancha.
-Traete el flaco pa que disparemos de las casas, enancaus. Vamos a disparar, porque en el flaco vamos andar más ligero. Y los diablos ya 'taban sintiendo que había movimiento, que querían huir.
-¿No convendría ver? -dice la diabla.
-'Tate queta. Qué diablos se van a ir, qué se van a ir, qué se van a ir, 'tán cerraus.
El caso es que jue el tipo y trajo el caballo más gordo. Porque el flaco, decía que nu iba a resistir, claro. Trajo el gordo.
-Y no -que dice la niña.
-¿Qué, prefieres el flaco? Y bueno, ya 'tá éste. Se va a cansar el flaco.
Bueno, ya ensillaron y se jueron.
Ya cuando amaneció la llamaron a Blanca Nieve, de madrugada, para que juera a saludar, en fin, de mañana. Les contestaba ella. Venía aclarando. Y les contestaba ella. Porque había dejado una escupida ella en el lugar de la casa, ¿sabe? Y esa escupida, tenía ese poder, de contestar, di hablar.
-¡Así qui áhi'tá! ¡Áhi'tá! -parecía áhi cerquita.
Y una vez que ya se levantan los diablos ya los echan al medio y no ven ninguno. Y ya vieron que si habían ido. Ya jueron al galpón y ya faltó el caballo. Y ya lo mandó la vieja al diablo que juera a trair un caballo cualquera. Y salió ese diablo ¡ayayay!, en el flaco ése. Que, áhi cerca no más los alcanzó. Ya los devisó, ¡qué diablo!
Ya el muchacho apurado. Ya se fijaron.
-Ya viene el papá. Ya los va alcanzar y los va volver.
-No tengás cuidau. No lo vamos a dejar llegar.
Ya cuando los alcanzó, ya les pegó el grito. La condecita se sacó un peinecito, lo tiró y se formó un pencal grandísimo, que no pudo pasar ese diablo con el caballo. Y no hubo caso. Y orilló, y orilló, y no hubo nada qui hacer. Y los otros se jueron no más.
Se volvió. Y bueno, s'enojó la diabla.
-Que si, que no los hi podíu alcanzar porque hay un pencal muy grande y nu hi podiu llegar ande 'tán ellos. Se van no más.
Y áhi lo volvió a mandar.
-Caminá, andá alcanzalos, cómo no los vas alcanzar.
Salió en el mismo caballo. Los volvió alcanzar. Volvió a tirar una varilla, la niña, y se formaron unos barrancones, al llegar otra vez. Se volvió la varilla unos barrancones que no pudo pasar. Se volvió.
Áhi recién, jue la pelea grande con la diabla, porque ya lo retó mucho, ya. Que le dejó ir los hijos.
-¡Andá, traime la chancha!
¡Ah!, y a la chancha la había desgarronau el tipo. Li había ordenau la otra niña que trajiera el flaco y desgarronara la chancha, que tamén era di andar.
-¡Andá, traime la chancha!
-Si 'tá desgarronada.
-Traila así no más.
Ya jue el diablo y se la llevó y la ensilló.
Qué, la chancha volaba más que el viento, más ligera que no sé qué. Y seguía, ¡y ponga!, ¡y ponga!, ¡y ponga! Ya los devisó tamén y los alcanzó. Y entonce sacó la niña una botellita que llevaba di agua y la roció. Se l'hicieron unos lagunones que no pudo pasar la chancha. Y iba de una punta de la laguna a la otra y le gritaba:
-¡Blanca Nieve! ¡M'hijita! ¡Ven!
De la otra punta de las lagunas volvía a gritar. Que daba una estirada y le pegaba en la chanchita a la otra punta. Y di áhi la insultó, y le gritó otra vez.
-¡Blanca Nieve, m'hijita! -decía de la otra punta.
Hasta que se le cansó la chanchita. ¡Ande irían ya los niños!
-¡Vení, ven! ¡presto! -clamaba.
Bueno... Se jueron y se volvió la diabla pa su casa. Llegaron a un pueblito qui había ande era la casa di un conde.
Y le dice el conde:
-Quedate acá.
Y le dice la niña:
-Yo me voy a quedar acá y vos vas a ir a visitar tu familia, tus padres -quedaban cerca-, pero con la consigna que no te vas a dejar abrazar, porque si te dejás abrazar vos te olvidás de mí.
-¿Ve? Sí, pues.
Ya ha llegado a la casa. Usté sabe qué gusto tenían cuando lo devisaron, lo conocieron, los padres, los familiares. Salieron todos, pero no se dejaba abrazar por nadie. Nu había caso. Ya lo sentaron. Cómo no viene una esclava, una negrita que tenían por áhi, y lo caza de la espalda y lu abraza. Si olvidó de Blanca Nieve. Ya si olvidó de todo. ¡Puta!...
Ya pasó un tiempo. Como ya ni se acordó más de la compañera, el tipo quiso casarse.
Se buscó una chica, por áhi. Hasta condes han sido. Y ya se iba a casar. El día del banquete pasaban con las cosas, toda preparata.
Ya 'taban esperando al cura. Faltaban diez minutos para que sean las ceremonias.
A Blanca Nieve, los familiares del conde, ande ella 'taba la habían llevau tamén invitada. Áhi 'taba sentada. Muy desconocida. Todos si almiraban de verla que nunca la habían visto. Pero el Conde tampoco la conocía porque si olvidó, si olvidó por completo.
Y 'taban charlando áhi, haciendo algunos chistes, cuentos, mientras venía el cura para qu'hiciera la ceremonia, el casamiento. Y claro, la chica 'taba callada, sentada, así. Nadie le decía nada.
-¿Y usté, señorita -le decía uno, no podrá tener algún cuentito, ya que'tamos charlando con cuentitos, acá?
-Sí -le dice, por qué no -le dice. Puedo hacerles alguna pruebita.
-¡Cómo no! ¡Uh! ¡Encantados!
Todos venían a ver cómo era la desconocida.
Sacó un gaíto y lo puso en la mesa.
-¡Vas a cantar, gaíto! ¡Cantá gaíto!
-¡Gaíto ve!...
-¡Volvé a cantar!
-¡Blanca Nieve!
-¡Volvé a cantar!
-¡Blanca Nieve!
Abre los ojos el Conde, si acuerda 'e Blanca Nieve. Bueno... Ya botó la novia. Ya se fue y comenzó a bailar con ella y se casó tamén. Y vivieron un año.
Le bordó unos tres pañuelos y le dice:
-Tomó estos tres pañuelos bordados con mi nombre para que nunca ti olvides de mí. Yo me voy a ver a mis padres, tengo ganas de ir -y se jue-. Y cuando querás ir vos alguna vez ande yo 'toy podés irte. Llevá los pañuelos de recuerdo.
Güeno. No venía, no venía, no venía. Pasó un año, pasaron dos años. El tipo ya la quería ver, y quería juntarse con su señora. Y tan queridísimos, como hermanos que eran. Ya salió a buscarla.
Anduvo muy mucho. Anduvo tanto, que por ahí corriendo y preguntando de Blanca Nieve, llegó ande había un gigante:
-¿Qué busca, amigo?
-A Blanca Nieve. ¿No la ha visto?
-Sí. 'Tá en tal parte, casi dos mil metros abajo 'e tierra. Áhi es la casa de ella.
Se sale otra vez. Sale y encuentra unos tipos que 'taban peliando en una casa por que si había muerto el padre y les había dejado unas prendas por repartirse. Era un sombrero, un capote (un abrigo) y unas botas. Cada uno quería llevar todo. Entonce les dice:
-Yo los voy arreglar. Yo voy a medimelás primero.
Y qué, se las midió y se las echó. Las botas corrían más ligero que el viento. Con el abrigo no lo veían ande entraba, y el sombrero, ni el rayo que cayera encima nunca li hacía nada. Y se jue a buscarla a Blanca Nieve. Andaba ahora ligero, éste.
Pu áhi encuentra otro gigante y le pregunta si sabe de Blanca Nieve, y le dice:
-¡Cómo no! Sí sé. Abajo de tantos metros 'tá. Faltan diez minutos pa que se case.
-¡Y cómo haré pa llegar!
-Fácil vas a llegar. Áhi viene una tormenta. Va cair un rayo y te va a echar para abajo.
'Taba seguro que no l'iba hacer nada porque tenía su sombrero. Y efectivamente, se jue.
Cayó un rayo y lo enfocó y lu echó abajo. Y cayó ande 'taba el banquete. La gente 'taba áhi. Era un pueblito. Había mucha gente, pero no lo dejaban entrar; era un hombre desconocido. Todo con guardia, policía, nu había caso. Y bueno, él se puso el tapado ése, el capote, y entró. Y nadie lo vio. Se sentó. Y lo ven por áhi y li hacen una invitación, que bailara. Pero la niña no se casaba todavía, faltaban todavía unos minutos. Entonce sale a bailar. Él ya la conoció a Blanca Nieves. Blanca Nieve no lo conocía, porque, ¡cómo iría el pobre ya!, tantos años que 'taba separado ya, pero por los pañuelos, se dio cuenta.
Comenzaron a bailar y áhi no más lo tiró al novio. Y áhi han quedau meta baile y yo me vine para acá y no lu hi visto más.

Gregorio Garro, 80 años. La Mesilla del Cura. San Martín. San Luis, 1968.

Modesto ganadero. Originario de esta meseta. Muy buen narrador.

El cuento es una variante del cuento tradicional.

Cuento 879. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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