Ésta
era una vieja que tenía una hija. Que dice que había dicho ella que
no s'iba a casar hasta que encontrara un hombre que tuviera todos los
dientes de oro. Entonce dice que oyó el señor viejo ese, el
demonio, el diablo, y se presentó a la casa. Y en un pingo bien
ensillau, bien herrau. Y llegó y saludó, y lo hicieron bajar:
Se
bajó, dice, y dentró adentro. Y empezó a conversá y se raiba, y
le brillaban los dientes. Y dice que así empezó. Y empezó a venir
días seguidos hasta que entró en amores con la muchacha ésa. Y
entonce al poquito tiempo no má se casó.
Y
áhi dice que a la noche, cuando él se dormía, la cama era una sola
llamarada no má. Y ella no podía dormir. Y que un día no podía má
de susto y de sueño y que le dice a la madre:
-Pero
mamá, yo no sé quién es éste mi marido. Yo no puedo dormí de
noche, la cama si arde, es una sola llamarada toda la noche.
Y
jue a la noche la vieja y ella le dejó la puerta media abierta. Y la
vieja bichó por la hendija de la puerta. Y vio que se ardía la
cama, que eran llamaradas no má. La vieja tenía unas velas y agarró
y marchó pa l'iglesia a hacela bendecí.
Y
güeno, al otro día dice que se levantó ella tapada con un rebozo
grandote. Traía la vela y tenía una botija áhi. La había traído,
a la botijita y la puso áhi cerca. Bien se dice que sabe el diablo
por diablo, pero más sabe por viejo.
Y
entonce, ya de día, se levantó él, y vino a la cocina ande 'taba
la suegra. Y la suegra le dijo que ella l'iba a prepará el almuerzo,
y que le dice:
Y
que pegó unas vueltas y unos saltos y se metió en la botijita.
Entonce la viejita le chantó la vela y le tapó la boca con la vela
bendita. Y agarró la botijita, la puso abajo del rebozo y marchó. Y
llegó al río y la tiró al río. Y en eso lo deja áhi, en l'agua.
Y áhi quedó el diablo encerráu y en l'agua.
En
esos días que andaba un muchacho cuidando unas ovejitas. Y andaba
mirando por el costau del río, curiosiando. Entonce sintió que le
habló:
-Sacale
eso que tiene la botija en el pico, limpiala bien, bien. Que no quede
ni un chiquito de vela.
-¡Al
diablo, qui habías sido grande y tan chiquito que habías sido
adentro! ¿Qué 'tabas haciendo adentro de esa botija?
-No,
que se vaye quién sabe adónde con hija y todo. Yo no voy más áhi.
Yo te voy a ayudar a vo por lo que mi has salvado. Andá llevá esas
ovejas a la casa de tu patrón. No vaye a trabajá má.
-No
voy a trabajá má con usté. Encontré otro trabajo mejor. Así que
me voy. Me paga los días que quiera sinó me voy lo mismo.
Y
en tal lugar li había dicho el otro que lo esperaba. Y áhi lu
esperó. Entonce le dio plata y le dijo:
-Tomá
esta plata, andá a tal parte y te comprá un traje de dotor. Una
levita, una galera y un bastón. Y en tal parte te comprá un caballo
y una montura. Y despué te comprá una valija chiquita de dotor. Y
depué te vas a tal parte, al hotel que siempre va el Rey. Y yo voy a
ir y me voy a meter entre l'hija de la Reina. Cuando el Rey vaye, le
vamo a preguntá por l'hija, cómo 'tá, y cuando él diga que 'tá
pior, vo decí que ti animá a curala. Y entonce vo esuchá el pecho
d'ella, como lo dotore que ponen l'óido, pa óir el corazón. Yo te
voy a decir di adentro lo que vas hacer.
Entonce
jue, se empilchó bien, compró todo y se jue. Y dice que 'taba
comiendo en el hotel y llegó el Rey y entonce le preguntaron por la
hija. Y el Rey dijo:
-Sigue
pior, pior, no se sabe qué hacer. No se salva, 'tá muy mal. Tengo
la casa llena de dotore y no le hacen nada.
Entonce
el muchacho dice:
Y
güeno, llegaron allá. Había una sala llena de dotore. Y todos se
ráiban cuando lo vian a este dotorcito.
-Hacele
que le den un baño con agua tibia, y que l'envuelvan bien, y que le
den un té de yuyos y l'hagan acostar.
Cumplieron
las órdenes y al ratito ya no más quedó dormida y se dispertó
sanita. Que había 'tau en un grito, que se torcía y no podía
dormir, lo que había teníu al diablo adentro.
Y
güeno, se tranquilizó y sanó. Los otros dotores esperaban que le
cortaran la cabeza al muchacho, y 'taban mirando todos, los ojos como
dos di oro, y lo que vieron que se sanó la muchacha, salieron
despacito, que no lo vieran la servidumbre de miedo que le haga
cortar a ellos la cabeza el Rey.
Y
áhi el Rey mandó que lo atendieran muy bien al dotor. Que se quedó
a dormir áhi y a la mañana mandó que le dieran de almorzar.
Y
el dotorcito siguió curando. Y cuando s'enfermaba alguien a él no
má lo llamaban. Y se puso muy rico, ya tenía mucha plata.
Y
se metió y la Reina se enfermó de má. Y lo llamaron al dotorcito y
va y pone l'óido en el pecho de la Reina y siente que le dice el
diablo di adentro:
Y
áhi 'taban dele alegar y la Reina seguía muy mal. Y ya pasaron la
noche. Y ya llegó la madrugada. Y el cura de esa ciudá comenzó a
tocar las campanas de l'iglesia, y dice el diablo:
Y
las campanas sonaban más fuerte y el diablo volvió a preguntar:
-Y
güeno -le dice, si es tu suegra que viene con una botija y una vela
bendita a embotijarte. 'Hora vas a ver. Le voy a decir adónde 'tás.
¡Puna gran puta!
Y
al otro día el muchacho juntó todas sus cosas y se las tomó, se
juyó. Y todo s'taban desesperados porque se desapareció el
dotorcito tan güeno que tenían.
Dora
Pasarella, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1959.
Cuento
947. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
No hay comentarios:
Publicar un comentario