Resulta
qui había una mujer muy linda, pero muy pobre. Ésta era viuda y
tenía un hijo mozo, muy guapo y muy lindo también. Se llamaba Juan
Pascual.
La
madre del muchacho si había templau con un gigante, que era dueño
di una güerta que tenía muy mucha fruta rica, que no comía más
que él.
Güeno,
este, resulta que tanto la madre como el gigante, le tenían una
rabia muy grande a Juan Pascual. Lo querían matar pa que no se
oponga a sus amores, claro.
La
madre ya cuasi no le daba ni de comer al muchacho y lo tenía
trabajando no más. Lu hacía hacer trabajos muy pesados. Lu hacía
alzar unas piedras bárbaras de grande, a ver si se moría, el
muchacho. Pero el muchacho era muy juerte y curtíu, y ni un pelo que
se le movía. Cuando lo vían con esta juerza, le tenían miedo.
Cuando
la madre y el gigante vieron que este muchacho iba a ser un peligro
para ellos y que no lo podían hacer morir así no más, este,
empezaron a buscar por la traición, cómo lu hacían cair.
Güeno,
resulta que Juan Pascual tenía tres perros muy lindos que se
llamaban el Cuidatuamo, el Cortacadena y el Cortafierro. Estos perros
lo defendían al muchacho de todas maneras y eran capaces, por la
juerza que tenían, de romper fierros, piedras, todo los que se les
pusiera por delante.
Una
vez, la mujer y el gigante ataron a los perros con cadenas muy
gruesas. Lu hicieron cair a Juan Pascual en una trampa, y le empezó
a pegar el gigante y a herirlo con una espada. Cuando ya quedó como
muerto, lo echaron a un pozo.
Cuando
los perros vieron que no 'taba Juan Pascual, pegaron una hinchada y
cortaron las cadenas, y se jueron a buscarlo. Se jueron olfatiando
hasta el pozo ande 'taba Juan Pascual. Áhi lu encontraron muy
aporríau, casi finau, pero como era tan juerte nu había muerto
nada. Lo empezaron a lamber, ¡hijito de mi alma!, por todas partes;
le lambían los tajos que tenía por todo el cuerpo hasta que lo
dejaron sanito al muchacho.
Ya
se levantó Juan Pascual, y como tenía tanto hambre se entró a
comer fruta en la güerta del gigante. Había un peral muy lindo
cargau hasta el copete de peras di agua y en ése se subió. Cuando
'taba en lo mejor comiendo, siente un remezón en el árbol, y cuando
mira pa abajo, ve que 'taba el gigante parau, y le dice:
-¿Quí
andás haciendo gusanillo 'e la tierra en propiedá ajena? ¡Aguá
verás! ¿No sabís que éste es el árbol de la serpiente de siete
cabezas, que ya viene a comerte?
Dicho
y hecho, la serpiente venía voltiando árboles, hasta que llegó al
peral de Juan Pascual y le puso un colazo al árbol y, ¡hijito de mi
alma!, de espaldas cayó Juan Pascual y también cayó el árbol.
Juan Pascual se encomendó a la Virgen. Entonce la serpiente le
acomodó a Juan Pascual un chirlo como jugando, y lu hizo andar como
diez metros en el aire. Entonce Juan Pascual, contandosé cuasi
muerto, si acordó de los perros y los gritó con todas sus juerzas:
Los
perros, diciendo y haciendo, lu atropellaron al bicho, y tarascón di
aquí y tarascón di allá, le cortaron seis cabezas, y el bicho no
se daba por rendíu. En eso 'taban cuando el Cuidatuamo me le pegó
una agarrada en forma y le cortó la última cabeza. Entós la
serpiente cayó muerta pa siempre. Entós se dejó venir el gigante
echando espuma por la boca. Juan Pascual le arrimó los perros y lo
saltaron, ¡hijito 'e mi alma!, y lo estiraron lueguito. Y di áhi
este Juan Pascual se jue con los perros y la trajo a la madre y la
mataron también los perros. Lo había traicionado y lu había
preferíu al gigante. Hizo una parva con la madre, el gigante y la
serpiente, y les prendió fuego.
Y
pasa por un zapatito roto
pa
que usté me cuente otro.
Braulio
Aballay, 70 años. Pampa Vieja. Jáchal. San Juan, 1940.
Campesino.
Aprendió el cuento de viejos comarcanos. El cuento mantiene el
motivo de la serpiente de siete
cabezas, pero es una variante del
cuento fundamental.
Cuento
844. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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