Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Los magos moros .924

Ésta era una señora criolla que tenía un hijo, y era viuda. Esta señora se dentró a vivir con un gigante. Ella tenía escondido al gigante, de miedo del hijo. El gigante empezó a hacer lo posible pa matar al hijo o hacerlo matar. El hijo vivía en casa aparte y todos los días venía a ver cómo estaba la madre. La madre siempre le decía que estaba bien, y el hijo se iba contento. Un día, el gigante le dice que le diga que está enferma, y el dotor le ha recetau que con las barbas de los magos moros negros, iba a sanar, que seguro que los negros lo iban a matar.
Ya llegó el hijo y le preguntó cómo había amanecíu.
-Mal, hijo -que le dice, 'toy enferma, y un dotor que pasaba me vido, y que dijo que sólo con un tés de barbas de los magos moros negros me voy a poner güena.
- ¡Ah! -que le dijo el hijo, yo por mi madre muero, ánde haiga que ir, voy a ir -y se jue.
En lo que iba en el viaje, que pasa por el puente de las casas del Rey, y el Rey lo divisa y lo manda a llamar.
-¿Ande va, mi amigo? -que le dice.
El joven le cuenta que va a buscar las barbas de los magos moros negros.
-¡Ah!, pero eso es muy difícil -que le dice.
-¡Ah, Majestá! es remedio pa mi madre, y por mi madre muero.
Entós, él que le dice que él lo va ayudar pa que los magos moros no lo maten. Y áhi l'hizo dar un güen caballo y una espada que cortaba un pelo en el aire.
-Cuando llegue -que le dijo, saquelé el freno al caballo, que le va ayudar a peliar, y usté largue golpes con la espada a todos laus, pero no se descuide que estos hombres son muy malos y brujos. Y se jue. Cuando llegó -que anduvo muchísimo- le salieron los moros a matarlo, porque el que llegaba áhi, era muerto. Entós él le sacó el freno al caballo, y entraron a peliar. Y peliaron y peliaron hasta que los mataron a todos. Áhi no más sacó las barbas y se alzó, porque estos moros podían volver a vivir. Cuando va pasando por la casa 'el Rey, le sale el Rey y le pregunta como le ha ido. Le dice que bien y que trai las barbas de los magos moros. Entós que le dice que le preste pa ver como son las barbas, y se va pa adentro. Entós él guarda las barbas de los moros y le da barbas de un chivato negro. Que eran igualitos. El mozo entrega el caballo y la espada, y se va. Ya llegó y le dio a la madre las barbas.
Las barbas eran pa que el gigante tomara un tés y le dieran una juerza como nadies tenía pa matar al hijo de la señora. Ya tomó el gigante el tés, y antes de darle juerza lo debilitó, y que no sabía por qué.
-Agora le vamos a mandar un peligro pior -que le dice a la madre. Y ya le explicó que si haga la enferma y le pida las barbas de los magos moros rubios.
Al otro día viene el mozo y saluda a la madre y le pregunta cómo está.
-¡Ay, hijo! -que le dice- 'stoy pior. Estas barbas no mi han hecho nada. Un dotor que pasó me recetó un tés de las barbas de los magos moros rubios.
-¡Cómo no! -que le dice- yo se las voy a trair. Yo por mi madre muero -y se jue.
Bué... Se jue otra vez. Volvió a seguir el mesmo camino. Cuando va pasando por las casas del Rey, le vuelve a salir éste, y le pregunta ánde va, y le oferta el caballo y la espada. Y le dice que si los otros moros eran malos, éstos eran el doble; que tuviera cuidau, que le quitara el freno al caballo y peliara sin descansar porque lo iban a matar. Se jue.
Ya le salieron los moros, que vivían lejísimo, y lo querían matar. Le boliaron el caballo y lo llevaron muy mal. Pero, en una de ésas logró voltiar uno, y después mató otro, y hasta que al fin mató a todos.
Ya como quedó de a pie, sacó las barbas de los moros y agarró a caminar, apurau, porque estos moros resucitan. Y ya resucitaron los moros y lo comenzaron a seguir. El Rey que ya 'staba sabiendo todo -porque era un ángel que lo ayudaba- le mandó caballo pa que volviera. Ya cuando los moros lo llevaban cerquita, llegó el pión con el caballo y pudieron escapar.
Ya llegaron a las casas del Rey, y salió el Rey y le pidió las barbas pa verlas. Y ya guardó él las barbas de los moros y que se las cambió por la de un chivato rubio. Bien rubio que era el chivato.
Y ya se jue y llegó a la casa de la madre y le dio las barbas, y se despidió, y se jue. La madre le dio el tés al gigante, y en vez de juerzas, que más se debilita el gigante.
Ya volvió al otro día, y que le pregunta a la madre como está.
-Mal no más -que le dice.
En ese momento él se acordó que en el medio 'el campo vivía una curandera que él había óido nombrar y sin decir palabra se dio güelta y se encaminó para allá. La madre que lo llamaba, pero él que no atendía. Ya cuando llegó le contó a la curandera, que era viejita, y le pidió por favor que le diera un remedio pa la madre. La curandera le dijo:
-Pero, m'hijito, ¡si tu madre está muy sana!
Entonce le dice que lo que tenía es que tenía un gigante que se había dentrau a vivir con ella, y que lo quería hacer matar a él. Entós él se volvió enojadísimo a la casa de la madre, y dentró y se agarró a peliar con el gigante. El gigante que 'staba sabiendo todo lo que pasaba porque era adivino, y que 'staba temblando.
Y ya peliaron, y que al fin el mozo lo partió con la espada que le había dau el Rey. Y el gigante quedó muerto áhi. Y él se despidió de la madre para nunca más volver. Y él se jue, y nosotros los vinimos para acá.

Bonifacio Rodríguez, 56 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1945.

Campesino rústico. Buen narrador.

Variante y nuevo desarrollo del motivo de la hermana infiel en la madre traidora.

Cuento 924. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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