Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Juan pumpeño .849

Éstos eran dos viejitos que no tenían familia. Vivían solitos. El viejito era esclavo de un Rey y le acarreaba leña todos los días. A la viejita se le ocurrió una vez de pedirle a Dios que le diera un hijo, de verse tan solitos. Al poco tiempo a la viejita se le hinchó una rodilla, y Dios le había hecho el milagro. Dio a luz un hijo que nació por la rodilla. Al llegar el viejito de la leña, encontró a su señora muy enferma, y cuando nació el niño le pusieron por nombre Juan Pumpeño, porque así se llamaba el padre.
Desde chiquito, este niño fue muy valiente y tenía mucha fuerza. A los ocho años le hizo una apuesta al Rey, que haría llegar una barreta de oro que pesaba 5 arrobas a una distancia de 500 varas para arriba. Si la hacía llegar a esa altura, sería dueño de la barreta de oro. La tiró primero el Rey, y apenas la hizo llegar a las 100 varas. Luego la tiró Juan Pumpeño, y la hizo llegar a las 500 varas. Recibió la barreta y se fue muy contento a su casa, y les contó a los padres lo ocurrido.
El Rey le jugó a quién tiraba más lejos una espada más pesada que la barreta. La tiró el Rey, y cayó áhi cerca no más. La tiró el chico, y la hizo llegar más lejos que a la barreta, y se quedó con la espada.
El chico les pidió permiso a los padres para ir a rodar tierra y ganar plata para ellos, y se fue. Se llevó la espada que era muy filosa y cortaba un pelo en el aire.
Después de mucho andar, encontró en el camino a unos arrieros, y como tenía hambre, les pidió pan y charqui. Éstos le dieron un costal de cada cosa. Él los levantó a los dos costales y se los puso al hombro. El patrón del arreo, al verlo con tanta fuerza, le dijo que si levantaba un toro chúcaro se lo daría. El chico dijo que bueno. Lo agarró al toro y lo puso en el hombro. El patrón se lo dio. Juan carnió el toro y se lo echó entero al hombro. Se fue y se lo llevó a los viejitos.
Después de unos días salió otra vez a rodar tierra. Ya lejos se encontró con un gigante que estaba descansando abajo de un árbol. El gigante cuando lo vio le preguntó:
-¿Qué hacís por acá, gusanillo de la tierra? ¿A que te como?
Y el niño le contestó:
-¡Comeme, si podís!
Y áhi no más se pusieron a peliar. Antes de media hora el chico le cortó con la espada una oreja al gigante y se la guardó en un bolsillo. Y el gigante cuando se vio perdido se disparó. El chico lo siguió al rastro de la sangre. En el camino se encontró con unos piones que estaban cuidando la hacienda de un Rey para que el gigante no se la coma. Siguió y encontró que el rastro se perdía en el güeco de un cerro. Él iba con los piones. Tiró una soga por el güeco. Por la soga se largaron uno por uno de los piones. Los piones se volvían asustados porque adentro había mucho juego, hielo y piedras que se daban unas con otras. Al último se descolgó Juan y se encontró con una niña muy hermosa. La niña le dijo que no siguiera más allá porque a ella la cuidaba un gigante muy malo. Pumpeño le contestó que a ese gigante lo andaba buscando él. En eso llegó el gigante y se pusieron a peliar. El chico lo venció y le cortó la otra oreja con la espada, y lo mató. Ató la niña en la soga y tiró para que la sacaran para afuera. A la niña le dijo que ella no dijiera ni una palabra, pero que hiciera que volviera la soga. Siguió más adentro y encontró a otra niña más linda que la anterior. La niña le dijo que no siga más adelante porque a ella la cuidaba una serpiente. Juan le contestó:
-A ésa la ando buscando yo.
En eso vino la serpiente y se pusieron a peliar. La mató a la serpiente con la espada. Le cortó la cabeza, le sacó la lengua y la guardó en el bolsillo. La ató a la niña en la soga y tiró para que la sacaran. Le dijo que no diga nada y que le manden la soga.
Siguió bajando y encontró a una niña mucho más linda que las otras dos. La niña le dijo que no siga, que a ella la cuidaba un tigre. Él le dijo que a ése lo andaba buscando. Vino el tigre y se pusieron a peliar. Lo mató con la espada, le sacó el cuero, lo dobló pien y lo guardó. La ató a la niña en la soga y tiró para que la saquen. Le dijo que no diga nada y que haga volver la soga para salir él.
Las tres niñas eran las hijas del Rey que las había robado el gigante. El Rey había dicho que se iban a casar con el que las salvara. Cuando las vieron, los piones se pusieron de acuerdo para dejar a Juan adentro, y soltaron la soga. Se fueron con las niñas al palacio.
Cuando llegaron le hicieron creer al Rey que ellos habían salvado a las niñas, del gigante. El Rey estaba loco de contento y dijo que se tenían que casar con los piones. Las niñas no decían nada porque así les había recomendado Juan.
Se comenzaron a hacer los aprontes para las bodas. En eso la schulca quedó muda.
Juan Pumpeño estaba encerrado en el lugar encantado. Se acordó de que su espada tenía una virtú, y le dijo:
-«Espadita, por la virtú que Dios te dio, llevame 300 metros más abajo».
Juan se equivocó, quiso decir para arriba. Y se fue para abajo. Se encontró con muchos pimeños. Les preguntó si conocían la Ciudá del Rey, y le dijieron que no. Le pidió a la espada que lo llevara 200 metros para arriba, y se encontró con un labrador. Le preguntó si conocía la Ciudá del Rey, y le dijo que no.
Juan siguió caminando. Anduvo mucho y un día se encontró con la tierra del Rey de los pajaritos. Le preguntó al Rey de los pajaritos si conocía la Ciudá del Rey. Él le dijo que no la conocía pero que iba a llamar a su gente. Tocó una flauta y vinieron todos los pajaritos, que eran muchísimos. Ninguno conocía la Ciudá del Rey. Sólo faltaba una águila. Llegó al rato, chumada, y les contó que venía de la Ciudá del Rey, de una gran fiesta que había en el palacio, que por eso venía chumada. Dijo que se casaban las hijas del Rey con los piones que las habían salvado del gigante, pero que la schulca estaba muda. Juan Pumpeño le suplicó que lo llevara hasta allí. El Rey de los pajaritos la mandó. La águila dijo que bueno.
L'águila lo subió en sus alas. Le dijo que cerrara los ojos, y se echó a volar. Cuando Juan abrió los ojos, se encontró en el palacio del Rey, en medio de una gran fiesta. Cuando lo vio la schulca corrió adonde estaba él, habló, y dijo:
-¡Con éste me caso yo!
El Rey y todos vinieron a ver lo que pasaba. Juan Pumpeño puso sobre de una mesa las orejas del gigante, la lengua de la serpiente y el cuero del tigre, y contó cómo las había salvado a las niñas. Ellas hablaron y contaron todo lo que tuvo que luchar Juan Pumpeño para salvarlas del gigante, la serpiente y el tigre. Dijieron que no habían dicho nada antes porque Juan Pumpeño les había dicho que no hablaran.
Entonces el Rey los hizo matar a los piones. Los hizo atar a cada uno en cuatro potros chúcaros, por bribones. Y los potros los descuartizaron. A Juan Pumpeño lo hizo casar con la schulca, los coronó de reyes, y hicieron una gran fiesta.

Irene Núñez, 71 años. Nonogasta. Chilecito. La Rioja, 1947.

Originaria del lugar. Muy buena narradora.

El cuento es una amalgama del cuento de La serpiente de siete cabezas y del cuento de El mundo subterráneo.

Cuento 849. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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