Que
había tres hermanos que tenían una herencia de un peso y no podían
repartirse porque uno era muy avariento. Dos querían agarrar de 35
centavos y le quedaba a otro 30. El avariento quería 40 centavos. Un
día que estaban discutiendo por repartirse, se presentó un
viejecito que había sido San Antonio y les dice:
El
viejecito les dio 35 centavos a los que no eran avarientos, y al
avariento le dio los 30. Y le dice:
Cuando
había caminau el avariento, unas cuadras, pensó volverse y ir a
devolver el sombrero. Le dice:
Le
dice San Antonio:
Bueno,
ya cuando se les hizo la noche, llegaron a una casa. Preguntaron de
trabajo, y que si les podían dar alojamiento. Entonce, áhi les
dieron trabajo tres diyas. La dueña de la casa había síu una vieja
bruja. Esta vieja los maltrataba a los que les daba posada y trabajo,
y se los comiya, a los tres días. En la noche, les dice:
Tenía
tres hijas. Bue, entonce, ella cosió unos gorros colorau para
ponerle a las hijas y distinguirlas. Cuando echó ya de ver la vieja
que estaban dormidos, la mandó a una negra criada a ver si estaban
dormidos. Como el viejecito sabía lo que iba a ocurrir, cuando
andaba la negra caminando, dice él:
Le
llevó el jarro de agua. Ya volvió la negra a andar el ruido no más,
a ver si estaban despiertos. Y le dice:
Y
se la llevó la negra. Él guardó el jarro di agua y guardó la
bolsita de ceniza. Al rato volvió la negra y le dice a la vieja:
-Viejecío,
¿qué tienes que no te puedes dormir?
En
seguida se jue. Cuando se jue la negra, se levantó él y les sacó
los gorros a las niñas y se los puso a los mozos. Ya cuando volvió
la negra, ya 'staban todos dormidos, y el viejo también se hacía el
dormío. Y se vuelve ande 'staba la vieja la negra y le dice que
'stán dormidos. Se levantó la vieja con una guadaña muy cortante y
les pasó a degüello a los que 'staban sin el gorro, creyendo
qu'eran los mozos. La vieja no se fijó que jueran las hijas.
Después
se levantó la vieja, y la hizo levantar a la negra para que jueran a
traer los chanchos para echarlos al horno. Ya va la negra, y le dice:
Y
le tiró el jarro de agua. Y ya se hizo un mar. Ya adelantaron ellos
una cantidá de leguas. La vieja no podía pasar, pero al fin pasó
después de muchísimo trabajo. Y cuando los iba alcanzando otra vez,
la volvieron a ver, y el viejecío le tiró la bolsa 'e ceniza, y
s'hizo una niblina muy grande, que la vieja no sabía pa dónde
seguir. Cuando después de muchísimo porfiar pasó, ya los otros
iban muy lejos. Habían caminau leguas. Les dice otra vez el
viejecío:
Le
tiró entonce, las áujas. S'hicieron leguas de pencales, que la
vieja, ¡claro!, ya no podía pasar.
Bue...
Cuando ya iban muy lejos, volvió el viejecío a devisar a la vieja
que había lograu pasar. Les dice a los otros:
-¡Allá
viene la vieja! ¡Ya los viene alcanzando otra vez! Nu hay más que
los vamos a subir a aquel árbol muy alto que se ve allá.
Ya
se subieron arriba del árbol, los cuatro. Ya viene la vieja y llegó
al árbol. Cortaba rastros y venteaba, y decía:
Miró
uno de los jóvenes y áhi no más cayó y áhi no más lo echó la
vieja a una bolsa. Ya empezó otra vez a dar vueltas y a decir:
Volvió
a mirar el otro para abajo y ya cayó al suelo también. Y ya corrió
la vieja y lo echó a la bolsa.
Miró
el otro y cayó lo mismo. La vieja lo echó también a la bolsa. Ya
empezó otra vez a dar vueltas y a decir:
Y
San Antonio no cayó nada. Ya se había cansado la vieja y se subió
al árbol. Cuando se subió arriba, San Antonio de un salto 'stuvo en
el suelo, y entonce empezó a decir San Antonio:
Y
cayó la vieja. Y la echó a la bolsa y la cosió. Y los desató y
los sacó a los jóvenes. Y después quemó a la vieja, y la quemó a
la chancha.
-Bue
-les dice a los jóvenes-, ustedes se van a andar unidos así como
les he enseñau, no con avaricia, que deben de tener los tres
hermanos por igual. Yo soy San Antonio que lo hi veníu a salvar por
pedido de su padre muerto.
María
Adolfina Díaz, 54 años. El Porvenir. Capital. San Luis, 1940.
La
narradora, campesina rústica, es nativa de la región.
El
cuento es una mezcla de otros cuentos. Puede considerarse una
variante del cuento de la vieja bruja que mata a las hijas.
Cuento
898. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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