Era
un chico que había perdido la madre. Tenía dos hermanas y el padre.
Y él pasaba su vida muy amargada porque no tenía madre, y andaba
sucio y lleno de bichos y de piques.
Y
este niño tenía una gran virtú, comprendía el idioma de los
animales. Y un día pasó un potrillo y relinchó. Y él entendió lo
que había dicho, y sonrió él. Y el padre le preguntó porque
sonrió y él le dijo que no le podía decir. Si él decía lo que
entendía se moría en ese mismo momento. Así era esa virtú que
tenía. Y por eso el padre lo agarró y le pegó y lo lastimó mucho.
Y casi lo mató.
Y
tomó camino y se fue. Iba caminando cinco días. Y apena encontró
para comer unas frutas silvestres de tuna.
Después,
cuando menos pensó él, encontró a tres hermanos que estaban por
pelear por un capote, unas botas y un sombrero. Las tres cosas tenían
misterio. Entonce le dijo él:
-Porque
se van a pelear entre hermanos. Eso no puede ser.
Entonce
le dijo que le den las tres prendas, y ellos corran una carrera a ver
quien ganaba las prendas.
Las
botas eran para correr tan ligero que nadie lo podía alcanzar, el
capote era para que nadie lo vea, y el sombrero para pedirle lo que
quiera, que lo traía al momento.
Y
entonce les dijo que ya que los tres querían las tres prendas, que
corrieran un kilómetro, uno por una carretera, otro por otra, y otro
por otra, y que ganaba el que llegue primero. Entonces los tres
hermanos salieron corriendo.
Y
el niño cuando quedó solo se puso las botas, y se puso el capote, y
claro, desapareció, y se puso el sombrero. Y salió dispa-rando que
nadie lo podía alcanzar. Y cuando los hermano llegaron de vuelta no
pudieron saber nada del niño. Y siguió camino. Ya podía vivir con
esas prendas. Y llegó en una casa muy pobre. Que vivía una viejita.
Y la viejita le dijo:
Hacia
dos años que vivía ahí y siempre oía tiros de arma de juego. Y le
preguntó a la viejita qué eran esos tiros y tiros.
-¡Ah!,
¡mi hijo!, esos tiros son del Rey que mata a la gente. Que tiene una
hija, que se pierde cada noche y no sabe dónde va. Si uno se
compromete a descubrir y no puede descubrir, él lo mata.
Entonce
dijo el niño:
-Bueno,
entonce, comenzá esta noche. La recompensa va a ser la mitá de mi
fortuna y una gran cena para todo el pueblo.
Y
quedan comprometidos. Y se quedó a dormir el niño en la casa del
Rey. Y el Rey le quiso dar una cama de lujo para que él duerma. No
aceptó. Yo voy a dormir en la puerta de la Princesa, en estos
cueros.
Bueno,
quedó ahí. Llegó la noche y él se acostó. Se levantó la
Princesa a espiarlo y él se hacía como si roncaba. Entonce la
Princesa dijo:
Entró
adentro, la Princesa, y sacó un frasco grande, y él ya la 'taba
espiando. Abrió el frasco grande y dijo:
Entonce
el niño se puso el capote, el sombrero, y se puso las botas, y salió
de atrás. Tuvieron como una hora de viaje. Llegaron a la casa de un
rey. Que era el que la pretendía. Un gran baile hicieron.
-Una
rosa de diamante para presentar al rey turco -y desaparecía en un
pozo, y salía con la flor, y se la puso entre el cabello.
El
niño le sacó la flor y la puso dentro del capote. Hasta al fin
llegaron y la Princesa se puso a bailar. Después de tanto bailar, a
la Princesa se le rompieron todos los zapatos, y los tiró. Recogió
el niño los zapatos y los guardó. Eran siete pares de zapatos.
Y
cuando amagó para pegar dónde había ruido, el niño se la manoteó
y le quitó la espada, y se la puso abajo del capote y desapareció.
Y
hizo lo mismo. Amagó para pegar y el niño le quitó el sable, y le
puso abajo del capote, y desapareció.
Montó
el diablo, y fueron. El niño nunca se separaba de la Princesa. Él
llegó primero que la Princesa y se puso sobre el cuero como si no
hubiera salido.
Agarró
un frasco grande de abajo de la cama, que ahí lo tiene y lo
transformó en un diablo. Montó por él. Después anduvo una legua.
Dijo entonce la Princesa: Una rosa de diamante para presentar al Rey
turco. Y sacó la rosa de un pozo. Y yo le saqué y le puse bajo mi
capote. Y le entregó al Rey la rosa. Y se pusieron a bailar. Se le
rompió el primer par de zapato y aquí lo tengo. Y lo entregó al
Rey. Y despué se le rompieron seis pares más de zapatos. Y aquí
están y los entregó al Rey.
A
medida que iba contando el niño la Princesa se iba sonrojando. No
sabía qué hacer. Y entonce siguió el niño:
-Yo
hice ruido y el Rey pidió al asistente la espada de empuñadura de
plata para pegarme, y yo le quité, y aquí está. Y entonce hice más
ruido. Y el Rey pidió el sable de empuñadura de oro, y yo le quité,
y aquí está. Le presentó al Rey. Y después se vino y dijo que
volvía a la otra noche.
Después,
dijo el Rey:
Y
agarró cuatro potros de los más malos. Se lo ató uno por cada
brazo y estremidades y la descuartizaron. Y al frasco le tiró en
fuego muy grande. Que salió volando el diablo del fuego.
Cuento
868. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
No hay comentarios:
Publicar un comentario