En
un pueblo vivían dos hermanos, el mayor casado y el otro soltero.
El
casado se encontraba en buena posición y era feliz con su familia;
en cambio el soltero no conseguía trabajo y estaba pobre.
Cansado
de su mala suerte, sale en busca del mandinga para que lo ayude,
porque según le habían dicho era muy buen amigo.
Llega
a un bosque y se encuentra con un hombre que vestía de color verde.
Conversan y el joven le cuenta que ha salido en busca del diablo para
que lo ayude. El otro le dice que él es, y qué desea. Le da a
conocer su situación y el mandinga le promete ayudarle durante siete
años, pero con la condición de que en este término no tenía que
lavarse, peinarse, bañanarse, cortarse las uñas y el pelo, ni
cambiarse el traje de color verde que le da él. Pero en cambio, cada
vez que meta la mano al bolsillo sacará dinero. Si vive después de
los siete años, el alma será de Dios, pero si muere antes, el alma
será de él.
Se
despiden y el joven que piensa aprovechar bien la ayuda, compra
casas, fincas, animales, coches, pero a medida que pasan los años se
encuentra más solo, porque todos huyen al verlo.
Cuando
cumple seis años, cierto día llega a un pueblo. Sentía mucho
hambre, pues nadie quería darle de comer. Se acerca a un anciano que
estaba sentado en la vereda de su casa, tan triste y preocupado, que
ni se dio cuenta cuando el joven llegó cerca de él.
Lo
saluda y le pregunta qué le pasa, cuál era la causa de su tristeza.
Y el viejito le cuenta que se encuentra muy pobre y endeudado, que ni
la casa donde vivía era de él ya.
El
joven le dice que no se aflija, que él lo ayudará, pero que en
cambio vaya en busca de alimento porque perecía de hambre. El
anciano muy contento acepta y el joven agradecido le da dinero
suficiente para que pague las deudas y viva tranquilo muchos años
más. El viejito agradecido le dice que él tiene tres hijas, que si
quiere casarse, él le da la que le guste. Llama a las dos mayores,
pero éstas le tienen asco y miedo y no quieren saber nada. Llama a
la menor y el padre le da a conocer el favor tan grande que le ha
prestado el forastero. La schulca por complacer al padre acepta.
El
hombre saca un anillo, lo parte por la mitad, hace quedar una parte y
la otra se la da a la niña. Promete volver al año y si no viene es
porque ha muerto. Se despide y se va.
Pasa
el año, las hijas mayores no dejan de divertirse, en cambio la menor
no sale nunca y sigue esperando al novio.
El
joven cumple los siete años y se va al bosque en busca del diablo.
Le agradece, entrega el traje, le pide que le haga cortar el pelo,
las uñas, que lo laven, bañen, y le coloquen nuevas prendas de
vestir. Siente que lo arreglan, pero él no ve a nadie. Y una vez
listo, sigue viaje en coche y acompañado de varios amigos se va a la
casa de la novia. Llegan y se encuentran que están en baile,
reconoce a las dos hijas mayores, pero a la menor no la ve por ningún
lado.
Entra
al interior de la casa y encuentra a su novia cebando mate. Le pide
agua y deja caer en el vaso la mitá del anillo. La niña al tirar el
agua siente que algo cae, busca y levanta la mitá del anillo que
unida a la que ella tiene se forma el anillo entero.
Avisa
a su padre la llegada del novio y con gran alegría empiezan los
preparativos para realizar la boda. Las hermanas mayores sienten
envidia de la menor, al ver lo buen mozo y rico que es el novio y
recién se arrepienten de no haberlo acetado.
La
ceremonia se realiza y en la noche, cuando los novios se retiran a la
pieza donde van a dormir, sienten que golpean. El joven pregunta
quién es y le contesta el mandinga, que venía a felicitarlo y a
avisarle que en lugar de un alma, la suya, llevaba dos, las de las
dos cuñadas de él, que acababan de matarse, una ahogada y la otra
ahorcada, por envidia.
Lorenza
de Arce, 70 años. Catuna. General Ocampo. La Rioja, 1950.
Aprendió
el cuento de viejos campesinos del lugar. Buena narradora.
Cuento
953. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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