Éste
que era un viejo y una vieja que tenían tres hijos. Un día el mayor
dice:
Le
dan, y se va. Ya cuando anduvo unos días, llegó a la casa de un
viejito que era Tata Dios y le pregunta:
-Bueno,
va a ir en este burrito y va a llevar esta cartita. Donde se hinque
el burrito, tire la cartita y vuelvasé.
Se
fue, cuando de repente dio con un río crecido. Lo picaba y sujetaba
al burrito, y no se animaba de entrar.
-Y
bueno, aquí le voy a decir al viejito que se hincó el burrito
-dijo, y tiró la carta el río y se volvió cantando.
Cuando
llegó le preguntó el viejito:
Va
por el camino, oye cantar una niña hacia un alto. ¡Pero divinamente
cantaba! Se va y se encuentra con una viejita.
-¿Ésta
es la que canta?
-¿Qué
más quiere? ¿Una carga 'i plata o un Dios se lo pague?
-¿Quién
se va a casar con este animal? -dijo y le pegó una patada y la tiró
adentro un pozo con agua, y se fue.
Bueno,
le dio el viejo, menos la vieja. Y se fue, también, como los otros.
Siguió por el mismo camino.
Se
fue. Dio primero con dos individuos que estaban colgados de la
lengua. Luego, con el río crecido con agua. Picaba y sujetaba el
burrito. Por fin se entró. Se paró la crecida y pasó. Luego dio
con otro río crecido con sangre. Picaba y sujetaba el burrito. Por
fin se entró. Se paró la sangre y pasó. Después había un río
crecido con leche. Se arrimaba y no se animaba a pasar. Por fin
entró. Se paró la leche y pasó. En seguida pasó por un boliche
donde estaban chupando y bailando con acordión. Lo instaron muy
mucho hasta que se bajó. Le convidaban vino y nada quiso. Pasó, y
nada de hincarse el burrito. Llegó allá lejos a una pampa grande,
donde estaba un toro blanco, gordo como pa rajalo con la uña. Cuando
pasó delante 'el toro, se hincó el burrito. Tiró la cartita y se
volvió. El viejito, Tata Dios, sabía todo, y cuando llegó le dijo:
-Ahora,
qué más quiere, ¿una carga 'i plata o un Dios se lo pague?
-Y
más lejo había una pampa grande y había un toro blanco muy gordo.
Áhi s'hincó el burrito y tiré la cartita.
Bueno
y se vino el mocito a la casa sin más que el Dios se lo pague.
Cuando vino pasando junto al alto, oyó cantar esa niña, tan lindo,
que el que la oía quedaba maravillado. Se fue a la casa de la
viejita y le dice:
-No,
joven, ya han venío otros dos y me la han pedío y lo que han hecho
es darle una patada y se fueron.
Como
le prometió casarse, se casó áhi no más. Y la sapa se metió en
el pozo y él quedó mirandolá. En este transcurso los hermanos ya
se casaron. Ellos sabían, como también sus padres, que éste se
casó con la sapa.
Cuando
recibió el pedido el esposo de la sapa, se puso a llorar junto al
pozo. Sale la sapita y le preguntó:
Las
tiró, el viejo, y se puso la de la sapita. En seguida se le ocurrió
al viejo otra vez de tener una manta hecha por sus nueras y se las
pidió.
Otra
vez, muy lloroso, el esposo de la sapita se puso a llorar junto al
pozo. Sale la sapita y le dice:
Se
entró al pozo. Dentro de media hora sale con una manta de vicuña
que cabía en una cáscara de nuez. Se la mandó. ¡Qué!, las otras
le mandaron unos chuses por manta. Los tiró el viejo y se quedó con
la de la sapita.
Bueno,
ahora se le ocurrió a los viejos de conocer a las nueras, Los
invitaron a los tres hijos pal cuatro de agosto con las mujeres.
Otro
lloro pal esposo de la sapita. Se sentó al lado del pozo a llorar
sin taparse la cara. Sale la sapita, saltando.
Se
fue. Dentro de media hora lo habla la sapita y salió. Se dio con
otra pieza, con cortinas de seda, puertas de vidrio y qué sé yo.
Detrás de otras cortinas, una niña, pero sumamente linda. Entró el
joven. Se abrazaron y se besaron y qué sé yo.
Le
tenía un hermoso traje, relós, sombrero de paja. Recién conoció a
su esposa que con el Dios se lo pague, la sacó del encanto. Al
frente había un coche que ni el Rey con ser Rey lo tenía. Macanudo,
¿no?
Los
otros hermanos ya estaban en la casa, haciendo farsa del esposo de la
sapa; decían cómo la irá a trer. ¿En un vaso con agua? En un mate
'e porongo será mejor.
Bueno,
se fueron. Cuando se enfrentaron a la casa, salían los viejos
poniendosé la mano en los ojos por el reflejo del coche. Las otras
nueras eran unas mujeres más bien feas, y la sapita toda una
hermosura, ¿no? Bueno, los viejos de contentos que se caían y se
levantaban.
Para
este recibimiento se hizo un baile. Que había cabritos, chanchos,
pavos asados, empanadas, locro y vino. Cuando en la mesa la sapita
comía, guardaba los huesitos en el pecho. Las otras mujeres hacían
lo mismo. Cuando la sapita bailaba, caían los huesitos hechos
moneda. Corrían los pobres y las alzaban. Y cuando bailaban las
otras, les caían huesos no más. Corrían los perros y los comían.
Hubo mate también. Y hasta yo me encontré por la cocina. Y de ahí
vine a contar el cuento. Y sale por un zapato roto, que usté me
cuente otro.
El
cuento tradicional de La ranita
encantada se ha ensamblado en el cuento
de El camino del cielo o
La carta.
Cuento
968. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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