Había
una vez un matrimonio muy rico, que no tenía ningún hijo y no
hallaban a quién dejar las herencias de ellos cuando se murieran.
Eran muy viejitos los dos y decían:
-Esto
no puede ser que nosotros mañana o pasau no más nos muramos y que
no tengamos un hijo a quén dejar lo que tenimos.
Entonce
la viejita salió un día al campo y le pidió por favor al «Ave
María» que ella le prendería velas, y le daría todo lo que él
quisiera con tal que le diera un hijo.
Un
día se le comenzó a hinchar la rodilla a esta señora, y se le
hinchó tanto que al fin nació un niñito.
Y
después lo criaron muy regalón, como a un hijo verdadero de ellos.
Cuando ya pasaron los años, y el hijo ya era un mozo, el padre lo
mandó con doscientas vacas, a venderlas. Le dijo el padre que la
mitá de la plata era para él y la mitá para el hijo. Y las vendió
a las vacas y se agarró la mitá de la plata. El mozo agarró y con
lo que era de él, trocó un cuadro, un santo, por cien pesos. Cuando
vino, le dio al padre la mitá de la venta, y le enseñó al padre y
a la madre el cuadro que había costau cien pesos. El padre s'enojó
mucho porque había gastáu tanta plata en un santo. La madre s'enojó
con el padre porque le dijo qu'él le había dicho que gastara en lo
que quisiera. El santo lo ayudó al mozo en toda la vida y le salvó
l'alma del Ave María.
Entonce
la madre lo mandó a vender trescientas vacas, la mitá para cada
uno, y qu'él gastara lo suyo en lo que quisiera. El mozo vendió las
vacas y se agarró la mitá de la plata, y guardó la mitá de la
madre.
Un
día andaba el mozo por una ciudá, y encontró que un hombre vendía
una jaulita di oro con una pajarita muy bonita. Y que al mozo le dio
por comprarla. Que el santo que él tenía, lu iluminó al mozo pa
que lo comprara.
Resultó
que la pajarita era una princesa que estaba en encanto, muy donosa y
linda. A la noche ella se formó en una niña, como era, y el mozo
s'enamoró de ella y se casó. La Princesa le dijo que ella hasta que
no llegara el plazo, lo iba abandonar y s'iba ir. Y el joven que le
dijo que perdiera cuidau.
Y
ya el mozo se jue a la casa y se llevó la pajarita. La pajarita sólo
de noche, cuando 'tába él no más, si hacía cristiana.
La
madre no dijo nada, pero cuando llegó el padre que s'enojó más
todavía, porque había gastáu la plata en eso. La madre s'enojó
con el padre porque él li había dau libertá y ahora le quería
imponer su voluntá. El mozo no podía decir nada porque si decía el
secreto, la niña s'iba a morir.
Ya
faltaba poco para que la niña se desencantara, cuando un día dice
el mozo que iba ir a la iglesia. Entonce que le dice la niña:
Y
se jue no más.
En
l'iglesia dio la casualidá qu'staba l'hija 'el Rey y cuando vio este
joven tan güen mozo s'enamoró perdidamente d'él. Y ya le dijo la
Princesa al Rey qu'ella se quería casar con ese mozo, y con nadie
más, y s'enfermó. Y ya ordenó el Rey que viniera ese mozo al
palacio y le dijo que palabra de Rey no puede faltar, y que tenía
que casarse con la Princesa. El mozo lloraba muchísimo, pero no
podía decir su secreto. Y lu hicieron casar no más.
Esa
noche del casamiento, el mozo desesperado pensando en la pajarita
qu'era su señora, la mató a la Princesa y a la madre d'ella que los
cuidaba y se huyó a su casa. Cuando llegó encontró la jaulita
vacida y un papel de la niña que le decía que tenía que ir a
buscarla en La Torre de los Tres Picos de Amores y que tenía
que gastar tres pares de zapatos de fierro. El mozo sin decir nada a
los padres, se jue. S'hizo hacer los tres pares de zapatos de fierro
y comenzó a andar.
Anduvo
muchos años, y cuando ya había andau el mundo entero, y ya iba
acabando el último par de zapatos, llegó a La Torre de los Tres
Picos de Amores. Cuando llegó supo que la Princesa di áhi, qu'era
su esposa, estaba para casarse el día siguiente con un Rey vecino.
Áhi no más se presentó al palacio y s'hizo conocer y la niña le
dijo al Rey qu'ése era su verdadero esposo y que como era casada no
se podía volver a casar.
Ya
hacieron una fiesta muy grande y se jueron a buscar los padres de
crianza, los viejitos, y los trajieron y vivieron muchos años en el
palacio de la pajarita, qui ahora era reina, y el mozo, rey.
Victoria
Lucero de Luna, 22 años. Tilisarao. Chacabuco. San Luis, 1948.
Muy
buena narradora.
Cuento
962. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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