Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

jueves, 5 de febrero de 2015

La ciudad de iras y no volveras .862

Que era un matrimonio. Este matrimonio no tenía familia. Y él se ocupaba de pescador. Y un día va y tira los anzuelos con desprecio, áhi no más, a la orillita los tiró, y pescó un dorau. Y al sacarlo le habló el pescau, que no lo matara, que lo tirara al agua y que siguiera pescando, que él le iba a dar suerte. Y que al otro día lo volviera a pescar y que lo sacara y que lo matase y lo llevase para la casa d'él, y que hiciera un caldito, que la carne se la diera a la viejita, el caldito a una yegüita que tenía y los güesitos a la perrita de la casa. Que las tripitas las enterrara atrás de la casa y que él comiera de otro pescau. Y así lu hizo, como había ordenau el dorau. Y él siguió pescando, abasteciendo todo el pueblo. Y qui al año vería el producto. Cuando al poco tiempo s'hizo gruesa la viejita, la yegüita y la perrita.
Bueno, entonce, hizo ver el producto. La viejita dio a luz dos niños, la yegüita parió un potrillito y una potranquita, y la perrita un perrito y una perrita. Bueno, fue atrás de la casa y vio qui asomaban dos darditos, y los recogió, uno para cada niño.
Y los niños se comenzaron a criarse. Y el pescador siguió pescando. A medida que los niños se criaban s'iban  atrás de la casa y se ponían como a jugar y a hacer un pocito, cada uno. Y los siguieron no más a los pocitos. A medida que s'iban criando los iban ahondando a los pocitos, hasta que les sacaron agua.
Ya eran mozos los niños y todas las mañanas lo primero que hacían era ver el agua y vían que 'taba muy cristalina. Cuando un buen día el mayor le dice al hermanito que los viejitos 'taban muy viejos y tenían que buscar medios de vida para ayudarlos, y así determinaron y le dijieron a los padres. Aunque ellos no querían, igualmente determinaron de irse, uno primero. Y al que fue primero le tocó el potrillito macho y el perrito macho, y un dardito. Y se despidió de los padres. Y al despedirse del hermanito que le dice que le encargaba el pocito d'él, que mientra tuviese l'agua clara, cristalina, a él no le sucedería nada, y en el momento que 'stuviera turbia procurase de buscarlo porque alguna cosa grave le pasaría. Así lu hizo y salió de viaje.
Iba marchando por áhi y no llevaba qué comer ni para el perrito ni para él. Y por áhi encontró buen pasto para el caballito y se paró. Y por áhi cruzó una liebre y dice:
-Aquí sí voy a matar esta liebre para carne y voy a dar de comer a mi perrito y como yo.
Y le saca el freno al caballo para que coma y le pone los puntos a la liebre. Entonce le dice la liebre:
-No me matís que te voy a dar m'hijito pa que te acompañe.
El muchacho se compadeció y no le tiró. Sigue el viaje, cuando mira para atrás y ve que el liebrecito lu iba siguiendo.
Por áhi cruza una liona y también le va a tirar y lo mismo lu habla la liona, que no la matara, que le daría el hijo para su compaña. Tampoco le tiró. Siguió marchando. Cuando mira para atrás el lioncito lu iba siguiendo.
Por áhi le sale una tigra y le pone los puntos. Lo mismo la tigra lu habla y le dice que no la mate que le dará el hijo para su compaña. Siguió marchando y mira para atrás, y el tigrecito lu iba siguiendo.
Ya llevaba más animales a quien darles de comer. Se bajó y desensilló su caballo para que comiera, y salió por el monte buscando palomas, pichones para comer y darle de comer a los animalitos. Cazó y comieron. Y siguió viaje. Cuando encuentra un rancho grande, y si arrimó. Al decir, ¡Ave María!, sale una señora vieja y le dice:
-Bajate, m'hijito.
Se bajó el joven y vio que 'staban hirviendo tres tachos grandísimos con comida. No había gente ninguna pero había muchas camas llenas de gatos. Cuando redepente murmuró la vieja y los gatos empezaron a salir todos para afuera disparando. Y si habían vueltos hombres y lo atropellaron para matarlos a él y a los animales, y se levantó, y salieron peliando todos. Los animales a la par d'él, el caballo, el lión, el tigre y el perrito, menos el liebrecito. Mientras voltiaban a los heridos, la vieja con un candil y una pluma les pasaba por la herida un remedio y salían peliando de nuevo como si no les hubiera pasau nada. Cuando se da cuenta el joven le dice al tigre que la agarre a la vieja, que la marcara un poco. Saltó el tigre y la hizo pedazo. El joven agarró el candil de la vieja y lo puso en el alero del rancho y áhi lo dejó. Entonce los mataron a todos y se terminó la batalla. Entonce le da de comer de los tachos al perrito, al lión y al tigre. Y siguieron viaje. Llegaron a una ciudá que 'taba toda enlutada. Si arrimó el joven a un ranchito y al decir ¡Ave María!, salió una viejita y lo envitó a bajarse. Se bajó y conversando le pregunta:
-Madre vieja, ¿qué pasa que la ciudá 'tá enlutada?
-Hijo mío -le dice, ¿no sabís que acá viene una serpiente de siete cabezas y si no le ponen una niña en una garita de oro que tienen, avanza a la ciudá y come a todos? Así que tanta niña qui ha comido, el Rey ha dispuesto de poner una de las niñas d'él para que la coma y por eso 'stá enlutada la ciudá. Y ha echau un bando que el que salve la niña se casaría con ella. Y vos que tenía tantos animalitos la podís matar a la serpiente y casarte con la niña.
-No, ¡qué voy a hacer, madre vieja, con mis pobres animalitos! -le dice el joven.
Después de tomar mate le dice:
-Madre vieja, me voy a dar de comer a mis animalitos por el monte -y tomó en dirección de la garita di oro por ande venía la serpiente.
Y llegó el joven a la garita donde 'taba la niña llorando. La saluda y le dice la niña que se retire porque vendría la serpiente y los comería a los dos. Y él le contesta que no se aflija, que no ha de querer Dios. Y se sentaron los dos a la par a conversar. Y dice ella:
-¿Quiere, joven, que lo espulgue?
-Bueno -dice él.
Y le agarra la cabecita del joven y se la pone en la falda. El joven le dice que si ve la serpiente que viene que le avise y se queda dormitando. Cuando siente la niña el ruido de la serpiente que venía voltiando árboles con la cola y abriendo las siete bocas, y en vez de hablarlo al joven se pone a llorar. Y le cai una lágrima en la cara del joven. Y se recordó el joven. Cuando ve la serpiente que ya venía llegando. Y ya salieron peliando el joven, el lión, el tigre, el perrito y el caballito con la serpiente. Le cortaba el joven a la serpiente una cabeza, le cortaba otra, y di un salto se le pegaban otra vez, y seguía peliando. Hasta que el joven se da cuenta que a la cabeza del medio no la había cortado ninguna vez y entonce se la cortó con l'espada. Y entonce quedó muerta la serpiente. Y entonce va el joven y le revisa la cabeza, li abre la boca y ve que tenía una lengua di oro y se la cortó y se jue donde 'taba la niña, con la lengua. Entonce la niña lu abrazó. Sacó un pañuelo de seda que le había regalado el padre, el Rey, y un anillo di oro y se lo regaló al joven en nombre del Rey. Y le dice que se vaya al palacio, que por orden del Rey se tiene que casar con ella porque la salvó. Él agarra la lengua di oro y el anillo y los envuelve en el pañuelo y se los pone en el bolsillo di adentro.
La niña se despide, se va al palacio, y él se acuesta a dormir, rendido. Y al dormirse el joven, los animalitos qui habían peliau se ponen a dormir también y le dicen al liebrecito:
-Vos, que nu has peliau, velá el sueño de nosotros. Si sentís algo, no lu hablis a nuestro amo, hablanos a nosotros.
-Bueno -les dijo el liebrecito.
Por áhi llegó un negro buscando leña con una carretilla, una hacha grande y una cuchilla grande. Cuando encuentra la serpiente muerta. La agarró a hachazos con la cuchilla y le cortó las cabezas y las echó en la carretilla.
Cuando llegó el negro el liebrecito quiso gritar pero el negro lo atemorizó con la cuchilla y lo mató al joven dormido y se fue con las cabezas de la serpiente. Y iba los gritos para el palacio, que había muerto la serpiente y que él s 'iba a casar con la princesa.
Para esto, ya había llegáu la niña al palacio y li había contau al Rey que un joven había muerto a la serpiente y la había salvau a ella.
Y entonce llegó el negro y se presentó al Rey con las siete cabezas y la cuchilla ensangretada. Y se presentó la niña y dijo que no era ése el que había muerto la serpiente sino otro joven. Y el negro discutía que porque era negro no quería casarse con él. Entonce le dice el Rey:
-Palabra de Rey no puede fallar. Este negro presenta las cabezas de la serpiente y la cuchilla ensangretada y nu hay otro que haga ver que ha muerto la serpiente. Él se tiene que casar con m'hija.
Y la niña tuvo que callarse. Y se empezaron a preparar las fiestas de la boda. Y tiraron bombas, y tocaban las campanas y había música por todos lados, de la alegría, porque si había salvado la niña y toda la gente, de la serpiente.
La viejita que le enseñó al joven donde 'taba la garita di oro, era ayudante de cocinera en el palacio del Rey. Cuando el negro se retiró con las cabezas de la serpiente, el liebrecito, llorando, los recordó a los compañeros y vieron al joven muerto. Entonce, llorando, le dijieron:
-Liebrecito, porque no los recordaste cuando vistes al negro.
Y el liebrecito les contó que lo atemorizó.
Entonce empezaron a ver qué hacían. Entraron a recorrer la memoria y si acordaron de la batalla con los hombres-gatos, y si acordaron del candil qui hacía vivir a los muertos. Y le dijieron al liebrecito que se quedara cuidando al amito, que ellos iban a buscar el candil. Y así lu hicieron. Se fue el caballito, el perrito, el lión y el tigre. El caballito algo comía de pasto. Por áhi iban con mucha se y encontraron un cañadón con mucha agua. Entraron a tomar agua y a buscar pichones para comer. Por áhi encuentran un nido de una carancha con cuatro hermosos pichones. Cuando los van a comer les habla la carancha, que no le comieran los hijitos. Entonces el lión y el tigre le dicen si conocía tal batalla, de tal tiempo. La carancha les contesta que sí, que bastantes ojos gordos había comido de los muertos. Entonce le dicen ellos que si iba y les traía un candil qui había en el alero del rancho no le comían los hijos. Y ella les dijo que bueno, pero que les recomendaba mucho los hijos. Y remontó el vuelo.
Llegó ande 'taba el rancho. El rancho si había caído. Y entró la carancha a escarbar derecho ande había 'táu el alero de la casa y nu encontraba nada. Y encontró un pericote, un ratón. Era un ratón grande, pelau, qui había síu el rey de los ratones y lu agarró y le clavó las uñas, y lo levantó en el aire preguntandolé del candil. Y le clavaba las uñas juerte. El ratón entró los gritos a llamar a toda la ratonería. Se amontonaron todos y ninguno daba razones del candil. Sólo faltaba una ratona vieja. No faltó quien dijo que efectivamente faltaba, y que había sido partera, curandera, y que segura-mente ella tendría el candil. Y la jueron a buscar por orden del Rey Ratón. Se presentó la ratona curandera. Le preguntaron del remedio y dijo que lo tenía ella. Que lo trajiera en seguida gritaba el Rey Ratón. Lo trajieron y se lo presentaron a la carancha que lo tenía al Rey Ratón en el aire. Lo recibió en el pico, lo soltó al ratón y salió volando.
Llegó ande 'taba el tigre con los compañeros y se lo presentó preguntandolé por los hijitos. Los pichones 'taban durmiendo porque les habían buscado bichitos y todo para comer. Agradeció la carancha y los otros animalitos también del favor que les había hecho.
-¿Y ahora, para llevar el candil? -dice el tigre al lión.
-Si yo lo llevo, lo tragaré, y vos también, y lo mismo el caballo.
Y le dicen al perrito:
-Vos que tenís la cola tan enroscadita, te lo vamos a poner bien amarrado con pastos y así lo llevarís. Nosotros seguiremos por si acaso lo perdis.
Y así lo hicieron. Y siguieron de vuelta corriendo. Llegaron a la garita donde 'taba el amo con el liebrecito. Para esto era tarde, ya 'taba el sol bajito, y le pasaron con la pluma el remedio que tenía el candil, por la herida que li había hecho el negro. Y se sentó el joven sano, como si hubiere 'tau dormido. Les dice a los animalitos que por qué lu habían dejáu dormir tanto.
-Y, porque 'taba muy rendiu, mi amo -le dijieron.
Ya ensilló su caballo y se va de vuelta con sus animalitos para la casa de la viejita, que le enseñó la garita. Y llegó y li habló la viejita que por qué había tardau tanto. Y entonce le dice:
-¿No sabís, hijo, que hay una gran fiesta en el palacio porque un negro ha salvado l'hija del Rey, y se casa con ella? Qué lástima, hijo mío, que vos con tus animalitos no matastes la serpiente y te hubieran casado con la princesa.
-Nu im porta, madre vieja -le dice.
-Yo estoy cansada, hijo. Hi estado ayudando a hacer las comidas. Así que no voy a volver al palacio.
Y se puso a envitarle mate. Mientras por áhi suspiró la viejita y dijo:
-¡Quien pudiera comer el primer potaje que va a comer el Rey Negro!
Y le dice el joven:
-No si aflija, madre vieja, que ahora lo hemos de comer.
Y le dice al perrito:
-Perrito, í y metete abajo de la mesa del banquete del palacio. Cuando le sirvan el primer plato al Rey Negro, pegale un manotón y arrebatale el plato, y lo tráis para acá, que a ustedes les corresponde, no a ese negro.
Y así lu hizo el perrito. Jue y se puso abajo de la mesa. Cuando le sirvieron al Rey Negro, le pegó en la mano y li arrebató el plato, y salió disparando.
Gritó el negro enojado y la niña le gritaba al padre:
-Ése es uno de los animalitos, papá, del joven que me salvó la vida.
El negro discutía que porque lo vía negro no quería casarse con él.
El perrito llegó al rancho donde 'taba el amo y le presentó el plato con los manjares. Comieron todos y siguieron conversando. Y volvió a suspirar la viejita diciendo que quién pudiera comer el segundo potaje que le iban a brindar al Rey Negro.
-No si apure, madre vieja, qui ahora lo himos de comer.
Y el joven lo mandó al lión. Pero el Rey había ordenado de poner guardias dobles por si entraba otro animal, que lu agarraran para ver de dónde salía. Pero el lión, pícaro, engañó a los guardias y se metió abajo de la mesa. Cuando le brindaron el segundo plato al Rey Negro, le pegó un manotón en la mano y li arrebató el plato y salió disparando. De balde le tiraban tiros no daban en el blanco. Llegó adonde 'taba el amo y le presentó el plato. Comieron todos juntos.
Para eso el Rey ordenó que si volvía otro animalito, que si no lo podían agarrar que le siguieran hasta donde llegara y que lo citaran al amo.
El joven lo mandó al tigre a que le trajiera el tercer plato que le dieran al Rey Negro, que a ellos les correspondía.
Y el tigre engañó a los guardias. Entró y se puso abajo de la mesa. Cuando le sirvieron el tercer plato al Rey Negro, le pegó un manotón arrebatandolé el plato y salió disparando. Los guardias lo siguieron. El tigre le presentó el plato al amo y se pusieron a comer todos con la viejita. Cuando llegaron los guardias lo encontraron rodeados de los animalitos y le dijieron que por orden del Rey se tenía que presentar al palacio. Y el joven les dice que estaba comiendo, y que si el Rey necesitaba algo que podía venir ande 'staba él. El capitán de los guardias tuvo miedo de los animales feroces y se volvieron. Le dijieron al Rey lo qui ocurría, y tuvo que venir el Rey en su coche y la escolta. Y lo llamó al joven. Y salió el joven rodeado de los animalitos. Y le dice que lu acompañara hasta el palacio, que era para aclarar la salvación de su hija.
-Muy bien -le dice el joven-, pero yo voy con mis animalitos.
Así tuvo qui hacer y se presentó al palacio. Cuando lo vio la Princesa gritó:
-Ése es el joven que me ha salvado a mí.
Y el negro gritaba que no podía ser porque él había presentado las siete cabezas de la serpiente.
Entonces le dice el joven:
-Es cierto, mi Rey, pero las siete cabezas han de tener las siete lenguas.
Revisaron las siete cabezas y faltaba una lengua. Entonce el joven pone la mano en el bolsillo mientras el negro gritaba que se la han comido las hormigas a esa lengua. El joven saca el pañuelo, y le dice al Rey si conocía esa prenda. Dice el Rey que sí, que se la había regalado a la hija. Desenvuelve y saca el anillo, y sacó la lengua di oro que le faltaba a la cabeza del medio. Entonce el Rey y el público comprobaron que era cierto lo que decía el joven y falsedá lo que decía el negro.
Entonce el Rey manda buscar cuatro potros de esos más lobos de los montañeses y lu ataron al negro, uno de cada mano y de cada pierna. Y los largaron al campo, que lu hicieran cuatro pedazos por su falsedá.
Y se casó el joven con la princesa, porque él la había salvado.
Cuando termina la fiesta se van a dormir. Se acuesta la niña primero. Y el joven se saca el saco para acostarse, y levanta la vista para arriba y ve un humito que parece que era en el techo. Pero ve que era lejos y había una luz y le pregunta a la Princesa qué tenía esa luz y ese humito. Y ella le dice:
-Ésa es la ciudad de Irís y nunca jamás volverís. Pero no te vas a querer ir, porque los que van nunca quieren volver.
Si acostó el joven. Cuando se quedó dormida la Princesa, se levantó despacito, acomodó sus animalitos y siguió viaje con rumbo al humito. Llegó. Qu'era un ranchito de mala muerte, y salió una viejita, y le dice:
-Buen día, hijo mío. ¿Por qué nu has venido más antes?
Y era una vieja bruja que tenía una ciudá encantada.
-Bajate, hijo mío.
El joven se bajó y le dice:
-Tomá esta canita y atá tu lioncito. Tomá esta otra canita y atá tu tigrecito -y así lo hizo con todos los animalitos.
Y lo hizo pasar para adelante. El joven ató los animalitos y apenas dio vuelta, las canas se volvieron unas enormes cadenas que los voltiaban a los animalitos.
Adentro de la pieza había un cuero de potro, y arriba del cuero de potro había una silla donde lo hizo sentar. En cuanto se sentó el joven si hundió con cuero y todo en un profundo pozo ande había muchos cadáveres, unos medios muertos y otros secos ya. Y entró a andar por arriba de los cadáveres hasta que se desvaneció.
El hermano del joven que había quedau con los padres miraba todos los días l'agua del pozo y 'taba siempre cristalina. Una mañana jue a ver el pozo y vio l'agua turbia. Entonce le dice a los viejitos padres d'ellos, que iba a buscar a su hermano porque estaba pasando algo grave. Y así lu hizo. Agarró la yegüita, la ensilló y llamó la perrita y siguió viaje en dirección para donde había salíu el hermano.
Y llegó al palacio donde si había casau el hermano. Era una mañana temprano, que recién salían los lecheros y un vasco viejo lo ve al joven y pensó que era el hermano -como eran tan iguales- y empezó los gritos:
-Rey nuevo, Rey nuevo.
Sale el Rey, la Reina y la Princesa y le dicen que porque si había ido tan callado. El joven malició que el hermano si había casau con la Princesa y para saber de él fingió que era el mismo. Así que comieron, pasaron el día y llegó la noche. Se van a acostar y al acostarse el joven puso la espada por medio de la Princesa y él. Y al sacarse el saco mira el humito y la luz y le pregunta qué contenía eso. Pero, le dice, que ya le había dicho la otra vez, qu'era la ciudá de Irís y no Volverís.
-Pero no te vas más que no vas a volver jamás. Cuando se quedó dormida la Princesa, sale también despacito con rumbo igual. Llegó y vio los animalitos encadenados, y entonce dice:
-Acá 'tá mi hermano.
Y salió la vieja y áhi la agarró y se la arrimó al tigre y le dice:
-Agarrá esta vieja, tigre, y mascala.
-No mi hagáis matar, hijo mío.
-Ande 'tá el dueño de estos animales.
-Áhi 'tá, en ese pozo.
-Y, ¿cómo lo saco?
-Áhi, atrás de la casa 'tán esos ganchos. Y lo sacó al joven medio moribundo.
-¿Y ahora para salvarlo? -le preguntó.
Y entonce le dijo la vieja bruja:
-Áhi, atrás, hay un gallinero de gallinas negras. Matá una y hacé un caldito y se lo das, que en seguida sanará.
Y así lo hizo.
-Y este rancho, ¿por qué está aquí?
-Aquí está una ciudá encantada.
-¿Y para desencantarla? -le dice.
-Acá tengo, hijo mío, estas llaves. Agarrá ésta primero y vas abriendo hasta que se terminen las llaves.
Y ya el joven le dio el caldo a los animalitos y se rompieron las cadenas. Y se lo dio al hermano. Y empezaron a abrir las puertas y apareció toda la ciudá y quedó desencantada.
Entonce el joven del pozo le preguntó al hermano que cómo supo qu'estaba él áhi. Y él l'hizo el cuento, y que descubrió todo cuando se acostó con la Princesa, pero que en la cama, entre los dos, puso l'espada d'él, y se puso celoso. Y le pegó una puñalada al hermano que lu había salvado y cayó muerto. Y el otro si arrepintió y se puso a llorar. Suplicaba a Dios que cómo lo podía salvar. Cuando ve dos lagartos qu'taban peliando al lau del camino, y cuando quedaba uno muerto, el otro corría a una mata de paja y sacaba una hojita, iba y se la pasaba por las heridas, y se levantaba peliando otra vez de nuevo. Entonce el joven agarró también una hojita y jue y se la pasó al hermano. Y el hermano se levantó vivo y le preguntó porque lu había dejado dormir tanto y él le contestó que porque lu había visto tan cansado.
Siguieron viaje y llegaron de noche al palacio donde si había casado. Y una sirvienta que tenía la Princesa entró a gritar:
-Amita, amita, ya viene el amito.
Pero eran tan iguales los jóvenes que no sabía cuál era el esposo de ella. Y corrió y llamó a la Reina y al Rey, y no sabían cuál era el yerno. Entonce el joven dice:
-Soy yo, y éste es mi hermano.
Y entonce hicieron el cuento de lo que les había sucedido y de cómo habían salvado a la ciudá encantada.
Y les preguntaron de los padres de ellos, y los mandaron buscar y vinieron. Y vivieron todos juntos en el palacio, muy felices hasta ahora.
Y el cuento se terminó.

Bonifacio Díaz, 67 años. Las Cuevas. Valle del Tupungato. Las Heras. Mendoza, 1951.

Trabajador de campo. Un gran narrador.

Al cuento tradicional se han agregado motivos de Los animales protectores y de La serpiente de siete cabezas.

Cuento 862. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

No hay comentarios:

Publicar un comentario