390. Cuento popular castellano
Era un sastre que tenía muchos deudores y no
pudiendo pagar lo que debía, dijo un día a la mujer:
-He pensado una cosa. Puesto que no hacen más
que llamar a la puerta a todas las horas y no tenemos para pagar a nadie, he
pensado hacer el muerto a ver si nos perdonan lo que debemos.
Así lo hizo. Y al correrse las voces por el
pueblo que el sastre había muerto, los deudores, el que más y el que menos,
decían:
-A mí me debía tanto; pero ahora, ¿qué le
vamos a hacer? Ha muerto; ha perdido más que nosotros. Ya le perdonamos lo que
nos debía.
Pero había en el pueblo un zapatero, a quien
el sastre le debía un real, que decía:
-Yo no le perdono mi rial. Lo único que hago
es ir esta noche a velarle a la iglesia.
Por la noche llevaron el cadáver del sastre,
el que hacía el difunto, a la iglesia y lo pusieron en las andas en medio de
la iglesia. Y el zapatero se subió a velarle al púlpito.
Aquel día había habido un robo considerable y
al no saber los ladrones adónde ir a partir el dinero, viendo luz en la iglesia
a medianoche, se metieron allí. Se pusieron a partir las onzas a almuenzas y
decían:
-Esto para ti. Esto para ti. Y esto para ti.
Después de partir la cantidaz, sobraba una
onza y dice uno de los ladrones:
-Esta onza que sobra es para el primero que
dé una puñalada al difunto que está en ese ataúz.
Al oír eso, el que estaba haciendo el difunto
se levantó corriendo del ataúz, diciendo:
-¡Animas mías, amparazme!
Entonces el zapatero se tira del púlpito
dando gritos y los ladrones, atribuyendo eso a un milagro, salieron cada uno
por donde pudo, dejando allí todas las onzas robadas.
Entonces entre el difunto y el zapatero
partieron las onzas. Y mientras hacían el reparto, se acordó el zapatero del real
que le debía el sastre y le dijo:
-Y, ¿mi rial? Ya sabes que me debías un rial
de una compostura que te hice.
Pero el sastre seguía diciendo:
-Esa cantidaz para ti y esta cantidaz para
mí. Esa cantidaz para ti y esta cantidaz para mí.
Pero el zapatero seguía diciendo:
-Pero, ¿mi rial? ¡Ahora dame mi rial!
A todo esto los ladrones pararon de correr.
Reflexionaron y dijeron:
-Parece mentira que hayamos tenido valor para
hacer este robo tan grande y ahora tengamos miedo de las ánimas y lo hayamos
dej ao allí en la iglesia.
Y en esto el que era más valiente de todos
dijo:
-¡Yo no lo dejo; voy a por ello!
Pero como iba ya con miedo, antes de entrar
en la iglesia, se puso a escuchar en la puerta y oyó que decía el zapatero:
-Y, ¿mi rial? Y, ¿mi rial?
Entonces el ladrón, aterrado, dio la vuelta a
todo correr y dijo a sus compañeros:
-¡Chicos, vámonos corriendo! ¡Aquello está
lleno de ánimas! ¡Con las onzas que había y no tocan ni a rial, que está una
reclamando el suyo!
Y echaron a correr sin atreverse a volver la
cara atrás.
Peñafiel,
Valladolid. Mariano
Ruiz Salinero. 27
de abril, 1936. Dulzainero,
58 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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