Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 4 de julio de 2012

El cantor creído muerto


332. Cuento popular castellano

Un hombre se puso a cantar a la puerta de una tienda. Y había allí uno que estaba comiendo sardinas. Y como cantaba tan bien, el que estaba comiendo le dio una sardina. Y se le quedó la es­quena en el tragadero. El otro fue y le llevó ande el médico. Le dejó en la escalera y entró a avisar que en su casa había un en­fermo. El médico dijo que iría en seguida, y al salir, como no sabía que el enfermo estaba allí, le pegó un puntapié. Y el enfermo cayó rodando por la escalera abajo. Como el de la esquena no se movía, le dijo el que le había traído:
-Pues, ustez le ha matao y se tiene que encargar de él.
Y el médico había oído que a su vecino de enfrente le quitaban la manteca. Y cogió y subió al que creía muerto, y le colgó en la chimenea de su vecino. Al otro día llegó el amo y, viéndole, le dijo:
-¡Ah, granuja, tunante! Tú eres el que me coges las mantecas. ¡Bájate de ahí! ¡No te agarres, no te agarres, que no te ha de servir pa nada!
Y le cogió del pie y le echó abajo. Y empezó a darle una pana­dera, a darle palos. Y después, al ver que no se menea, dice:
-¡Uy, si le he matao!
Y cogió y lo llevó ande la tienda de enfrente, y le puso la mano en una navaja, igual que si la iba a coger. Y salió el amo:
-¡Conque me coges las navajas!
Y le dio una bofetada y le tiró al suelo. Y al tiempo llegaron unos guardias, y le dijon:
-¿Por qué ha matao ustez a ese hombre? Y él dijo:
-Es que me se ha querido tirar al pescuezo, y me ha querido coger una navaja.
Y los guardias le dijon:
-Pues, hay que ahorcarle.
Y ya estaba en la horca. Y fue el que le había pegao la pana­dera, y les dijo:
-No le ahorquen ustedes. Es inocente, que he sido yo el culpable.
Y ya salió el médico:
-Yo soy el culpable. Es que le llevaron a mi casa y le dejaron en la escalera, y no sabiendo que estaba allí, le di un puntapié y le hice rodar por la escalera, y le he matao.
Y después salta el de las sardinas:
-He sido yo, que le he dado una sardina, y se le quedó la es­quena en el tragadero y se ha ahogao. Y antes que se cumpla la condena, tráiganme al muerto.
Trajeron al muerto, y le cogió y le abrió la boca y le quitó la espina. Y se echó a correr.

Villadiego, Burgos. Ausivio de la Peña.
28 de mayo, 1936. 40 años. (Dice que lo leyó en un libro, «Cantarito de Lágrimas».)

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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