368. Cuento popular castellano
Era un gallego que tenía un hermano en
Madrid. Y una vez fue a pasar una temporada con él. Como al hermano parece que
le molestaba porque se había quedado mucho tiempo en su casa, ideó cómo había
de echarle. Y una noche, cuando estaba durmiendo, cerró bien todas las
ventanas y puertas bien cerradas, para que no hubiera luz, para hacerle estar
todo el tiempo en la cama, a ver si de ese modo se iba.
Así que al día siguiente, cansado ya de
dormir, el gallego llamó:
-¡Hermanu!
El hermano se desnudó y fue a ver lo que
quería. Y el otro le dijo:
-¡Ay, cuánto siento haberte molestado!
¿Cuándo amanece?
-Pero, hombre, ¿conque acabas de acostarte y
preguntas que cuándo amanece?
-Bueno, hombre, vete, que no te volveré a
molestar.
Como pasaron otro día sin abrirle, ni ver
luz, él volvió a gritar:
-¡Hermanu! ¿Cuándo amanece? El hermano volvió
otra vez a desnudarse y le dijo:
-Pero, hombre, hombre, estamos a mitad noche.
-¡Ay, cuánto siento incomodarte! Perdona,
hermanu.
A la noche siguiente, el hermano, ya cuando
vio que llevaba tanto tiempo sin comer, le abrió las ventanas para que al amanecer
viera la luz. Cuando amaneció, se levantó el gallego y le dijo al hermano:
-Hermanu, yo me marcho al pueblu.
-Pero, hombre -le dijo el hermano, ¡qué
pronto te cansas de estar en Madrid!
-¡No quiero más Madrid! ¡Me voy al pueblu! Y
partió para el pueblo.
Se le hizo de noche en el camino y llegando a
un pueblo, preguntó por la posada. Le dijo al posadero que si había posada, y
el posadero le dijo que sí, que sí había posada.
-Pero, antes, ¡coñu!, tengo que preguntarle
una cosa -dijo el gallego.
-¡Dígame!
-¿Aquí son las noches tan largas como en
Madrid?
-Hombre -dijo el posadero, ¿qué más tiene?
-¡Pues entonces no me quedo!
Y siguió el camino, andando, andando. Al día
siguiente se sentó a descansar en una pradera. Como iba rendido de sueño, se
quedó dormido. Cuando estaba durmiendo, pasaron por allí unos frailes. Y como
curiosos los frailes, fueron a ver a aquel hombre que estaba tumbao y vieron
que dormía. Le tocaron y no despertaba. Entonces uno de ellos dijo:
-¿Queréis que lo vistamos de fraile?
Y así lo hicieron. Le quitaron la ropa y le
pusieron los hábitos y se marcharon. Cuando el gallego despertó y se vio
vestido de fraile, empezó a dudar si era él o no era él. Se levantó y cuando
caminaba decía:
-¿Son eu o no son eu?
Se tentaba la ropa y decía:
-No son eu.
Volvía a mirarse y decía:
-Sí, son eu.
Así fue todo el camino hasta llegar a su
pueblo.
Al llegar a su pueblo, al primero que
encontró le preguntó:
-¿Hijo de Domingo, Mingacho Mingachón, vino
de los Madriles?
-No, non vino.
-¡Pues sí son eu, coñu!
Se dirigió a la casa su padre, y cuando lo
vieron, empezaron a abrazarle:
-¡Un hijo fraile! ¡un hijo fraile!
Todos los amigos fueron a visitarle y, como
era la víspera de la fiesta, acordaron que predicara el sermón. Al día
siguiente se fue a la iglesia tan templao y se subió al púlpito. El padre, para
oírle mejor, se puso debajo del púlpito. Empezó el fraile diciendo:
-Señores, el que oya mi voz se va a salvar y
el que no, será condenao.
Empezó a accionar con las manos fuertemente y
hacer con la boca aspavientos como si hablaba. Y una vieja sorda que había allí
decía:
-¡Boca de ángel, boca de ángel! Y los demás
decían:
-Estamos condenaos porque nosotros no oímos
nada.
En esto el padre, que estaba debajo el
púlpito y no veía nada
de lo que accionaba el hijo, salió fuera y le
dijo:
-¿Qué haces ahí, borrico? Y él contestó:
-¡Ya que mi padre me llama borrico, nin digo
misa nin pedrico!
Peñaranda
de Duero, Burgos. Amalio
Hernán. 16
de julio, 1936. Sastre,
60 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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