369. Cuento popular castellano
Éste era un pastor que tenía un hijo que
jamás había ido a misa, y un día le dijo su padre:
-Mira, hijo, debes de ir a misa.
-Y, ¿dónde está la misa, padre? -dijo el
muchacho. Y el padre le dijo:
-Mira; vas a ir al pueblo y donde veas una
casa muy grande, muy grande, allí dentro está la misa.
Fíjate bien para que conozcas qué casa es, que arriba en el tej ao tiene unas cencerras muy grandes. Y en la misa haces todo lo que veas hacer a los demás.
Y claro, el muchacho pues allá se fue; pero tuvo la suerte de caer en día de boda, y se fijó que a la puerta de la iglesia había una mesa muy grande cargada de cincuenta mil clases de pasteles y también infinidaz de bebidas. Y como su padre le había dicho que hiciera todo lo que viera hacer a los demás, pues cuando vio que todo el mundo se hinchaba a comer pasteles y a chiflar de todas las bebidas, pues él también lo hacía. Luego entró adentro y vio que había mucha música de órgano y que cantaban; pero él, como entró curda
perdido, apenas se dio cuenta nada más que del mucho barullo que había allí y
quedó encantao.
A la salida vio que to el mundo volvía a
zampar más pasteles y a chiflar más, y él también así lo hacía. Y después, como
pudo, a trancas o a barrancas, acertó otra vez al chozo que tenían en el monte.
Y le dijo su padre:
-¿Qué? ¿Te gustó la misa?
Y dice el muchacho:
-¡Ay, padre, yo voy a ir todos los días! Y el
padre le dijo:
-¡Ca, hombre! La misa los que tenemos que
trabajar no le podemos ir nada más que los domingos. Así que el domingo que
viene vuelves a ir otra vez.
Y el pobre hombre se le hacían los días muy
largos. Pero como todo llega en este mundo, llegó otra vez el domingo, y
entonces ya no fue de cualquier manera. Se puso lo mejorcito que tienen los
pastores para vestir, y allá se fue. Y cuando llegó a la puerta de la iglesia,
como tenía mal temple aquel día, encima notó que no estaba allí la mesa con los
pasteles y las bebidas, y ya torció el hocico. Pero como vio que todo el mundo
entraba, se creyó:
-Dentro lo darán.
Y como entraba bien sereno, se fijó que todo
el mundo metía la mano en un cuenco de piedra, que era la pila del agua
bendita, y que se santiguaban. Pero él, como estaba detrás, sólo vela que
metían la mano y se la echaban a la cara, y creía que todos sacaban tajadas y
se las comían. Así que cuando él llegó y metió la mano, se hartó de revolver y
no encontraba nada. Así que sacudió la mano y dijo:
-¡El que se comió las tajadas que se sorba el
caldo!
Y siguió pa alante como todos. Y venga a
tocar el órgano y venga a cantar en el coro. Y el cura cada vez que se volvía y
abría las manos y le levantaban la casulla, el muchacho se creía que era una
burla y que le besaran el culo. Luego vio que el cura levantaba el cáliz y luego
la hostia, y él se creyó que aquella copa era por lo que iban a repartir a
todos y la hostia que eran los pasteles. Pero cuando vio que puso la hostia
encima del mostrador y que no sé qué hizo y se la comió y después se bebió él
solo el copón y se volvió y abrió otra vez las manos, creyó que era otra burla,
porque era todo para el cura y nada para la gente. Y agarra el muchacho la
cachava, se la tira al cura para darle en la cresta; pero se enredó en la
lámpara de la iglesia y dijo:
-Si no es por la colgadera, ya te doy yo a ti
la sorbedera. Y no volvió más a misa en todos los días de su vida.
Frama
(Potes), Santander. Juan
José Orga Díaz. 25
de mayo, 1936. Maestro
calzador, 31 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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