Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 4 de julio de 2012

El roble no me quiso pagar

359. Cuento popular castellano

Había una vez tres hermanos que se les murieron los padres y les quedó una herencia bastante pequeña. Uno de los hermanos era tonto de remate, y los otros dos le dijeron que sólo le tocaba una vaca. Y queriendo apropiársela también, le dijeron:
-Pues na; danos la vaca y nosotros te mantendremos.
-¡Ca; que me engañáis! -contestó el tonto. Será mejor que yo la venda y os pague en dinero.
Y dijeron los otros:
-Pues bien; haz lo que quieras.
Y entonces cogió el tonto a la vaca y se la llevó pa la feria. Y por el camino, al pararse al pie de un roble, oyó el murmullo del viento entre las ramas. Y creyendo que el roble le preguntaba cuánto quería por la vaca, le dijo:
-Seiscientas pesetas.
Y otra vez se sintió el viento entre las ramas y entonces el tonto saltó y dijo:
-¡Ah, dices que no tienes dinero! Pos na, hombre, ¡ya me lo pagarás!
Y fue y amarró la vacaa al roble y se marchó pa casa. Y le dijeron los hermanos:
-¿Qué? ¿Cuánto te dieron por la vaca? Y dice el tonto:
-Pues, seiscientas pesetas.
-¡A verlas! -le dicen.
Y entonces dijo el tonto:
-No me las han dao, porque se la he dejao flada.
Y entonces le dijeron los hermanos:
-¡Ay, tonto, tonto! ¡Qué tonto eres! ¿No comprendes que nunca te la pagarán?
-¿Cómo que no? -dice el tonto. En cuanto se lo pida.
Y le dijeron entonces sus hermanos:
-Pues, anda; vete y pídeselo.
Y fue el tonto al pie del roble y le dice:
-¡Dame las seiscientas pesetas!
Pero el roble nada decía. Y le dice otra vez:
-Pero, ¿es que no me vas a pagar?
Y el roble callao. Claro, como no hacía viento, el tonto no sentía nada. Conque le dice:
-¡O me pagas o te denuncio!
Y las ramas del roble calladas -como no hacía viento. El tonto le parecía que el roble no hablaba por no querer pagarle, y volvió otra vez a casa. Y le dijeron sus hermanos:
-Ahora ya traerás las pesetas.
-Pues, no -dijo el tonto; no me ha dao nada.
Y entonces los hermanos, por el temor de perder la vaca o el dinero, le preguntaron, furiosos:
-Bueno, a ver quién es ése a quien vendistes la vaca. Y dice el tonto:
-Pues un roble que está a la orilla del camino, que el día que se la vendí, me daba muy buenas palabras; pero ahora, aunque le hablo, no me quiere contestar.
Y le dicen los hermanos:
-Pero, ¡so animal! ¿Cómo es posible que se la hayas vendido
a un roble? ¡Lo que es que ahora te quedastes sin vaca!
Y entonces el tonto afiló un hacha bien afilada y dijo:
-Ahora voy y le mato.
Y marchó pa allá y cuando llegó, le dice al roble:
-Por última vez te digo que o me pagas la vaca o ¿qué es lo que piensas?
Y como no hacía viento, pues el roble callao. Y va y le dice otra vez:
-¡Ahora no sirven contemplaciones! ¡O me pagas la vaca o te mato!
Y el roble callao. Entonces el tonto levanta el hacha y¡plin! ¡plan! ¡plin! ¡plan!, se enredó a dar hachazos al roble. Y a los pocos hachazos se dio cuenta de que el roble estaba hueco y es­taba lleno de monedas de oro. Y le dice:
-¡Ah, ladrón! ¿No decías que ya me pagarías la vaca? ¿No decías que ahora no tenías dinero y estás lleno de ello? Pues ahora perdistes la vida y todo el dinero, porque ahora se lo digo a mis hermanos, que me ayuden a llevarlo todo a casa.
Y se llenó los bolsos y cuando llegó a casa, les dice a sus hermanos:
-Acabo de cometer un crimen. El roble no me quiso pagar y fui y le maté.
-¡Ah, animal! -le dicen los hermanos. ¿Cómo vas a matar a un roble?
-Pues le maté -dice el tonto- y estaba lleno de dinero. Y si no, mirarme los bolsillos.
Y les enseñó una porción de monedas de oro que traía, y en­tonces los hermanos le dijeron:
-¡Ah, hermano querido, dinos dónde -está el roble muerto! Y dijo él:
-Pero hay que llevar un carro para traer todo el dinero.
Y marcharon con el carro y llegaron allí y empezaron a car­garle. Y le dijeron al tonto:
-De esto no hay que decir ni una palabra a nadie, porque si lo sabe alguno, nos lo van a quitar. Y decía el tonto:
No lo digo, no, que esto es pa nosotros, pa comer muchas pa­tatas y muchos fréjoles y hartarnos de cosas güenas.
Bueno; conque iban por el camino y se encuentran al sacris­tán del pueblo y les dice:
-¿Qué lleváis en ese carro que tantos sacos llenos lleváis? Y le dice el tonto:
-Pues, mira; onde tú lo ves, es dinero. Y son monedas de oro. Y dijeron los hermanos:
-¡No hagas caso, que son patatas! Y ya salta el tonto y dice:
-¡Di que no, que todos son monedas de oro!
-¡No le hagas caso, que está tonto de remate éste! -decían los hermanos.
Y dice otra vez el tonto:
-¡Di que no; que lo que quieren ellos es que no se sepa que llevamos tanto dinero!
Y entonces los hermanos, temiendo -que el sacristán lo contara y el dueño del tesoro lo reclamase, levantaron el hacha y ¡pin!, le mataron y le metieron en una cueva. Y después se marcharon tranquilos para casa.
Llega la hora del rosario y que el sacristán no aparece. Hasta que salta el tonto y dice:
-Al sacristán le mataron los mis hermanos.
-¡Ca! ¡No pue ser! -le contestaron.
-¡Que sí! ¡Que sí! -decía el tonto. Y si no, venir conmigo, que yo os enseño dónde está el sacristán.
Y los hermanos, que lo oyeron, fueron corriendo y sacaron al sacristán de la cueva y le enterraron en otro sitio y metieron en su lugar en la cueva a un chivo barbudo y negro. Y cuando el tonto llegó con todo el pueblo para ver el crimen, le dijeron:
-Bueno; saca al sacristán.
Y entra el tonto en la cueva y dice:
-¿Cómo era el vuestro sacristán? ¿Moreno?
-¡Sí, sí! -decían todos.
-¿Tenía barbas?
-¡Sí, sí!
-¡Pues, si tenía cuernos, allá va! -dijo el tonto y les tiró a la puerta de la cueva un chivo sarnoso.
Y entonces comprendieron que verdaderamente el tonto era más tonto de lo que hasta entonces creían que era.
Entonces los hermanos decidieron marcharse del pueblo a vi­vir a la ciudaz, y allí hicieron gran vida de señorones y fueron muy felices, y el tonto siguió tan tonto como siempre. Pero como vestía bien y le daban de comer cosas buenas, aunque viera lo que viera y pensara lo que pensara, en medio de su tontería decidió de no ocuparse más que de llenar la barriga.

Frama (Potes), Santander.  Juan José Orga Díaz.
25 de mayo, 1936. Maestro calzador, 31 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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