299. Cuento popular castellano
Éstos eran una vez dos hermanos, el uno muy
listo y el otro muy tonto. Y el hermano listo trató de casarse y se casó. El
día de la boda, como su hermano, el tonto, era tan tragador, le dice:
-Oye, no me vayas a comprometer, ¿eh? Porque
tú, cuando estés a la mesa, me vas a dejar avergonzao y te lo vas a querer
comer todo. Mira; cuando empecemos a comer, comes con moderación. Más vale que
quedes con hambre, que no llames la atención a los convidados.
Bueno; pues a la comida el tonto comió bien,
y no hubo necesidaz de que el hermano listo le dijese nada. Pero comprendiendo
el hermano listo que el tonto no había comido lo que hubiera querido, dice:
-¡Vaya! Esta noche mi hermano la manga. Para
cenar se va a comer todo lo que pongan en la mesa. Y va y le dice al tonto:
-Mira; si acaso, cuando yo te pise en el pie,
deja de comer. Apenas se puson a la mesa a cenar cuando pasó el gato por debajo
de la mesa y le pisó al hermano tonto en el pie. Y el pobre hombre dejó la
cuchara, y no hubo manera de hacerle comer más. Bueno; se marcharon los
convidaos, y la novia le dice al novio:
-Mira; esta noche yo duermo con mi madre,
porque yo no me atrevo a dormir contigo.
-Bueno, pues yo dormiré con mi hermano -dice
el novio. Se acostaron, y a medianoche le dice el hermano tonto al otro:
-Oye, yo, ¡qué hambre tengo! Casi no comí ni
cené.
-Pues, ¿cómo dejastes de cenar tan pronto?
-dice el hermano.
-Pues porque tú me pisastes en el pie -dice
el tonto.
-Yo no te pisé. Sería el gato.
-Bueno; pero la cosa es que yo tengo un
hambre que no veo. ¿No sobró algo?
Y el novio le dice:
-Mira; baja a la cocina y encima de la
trébede hay una cazuela de puchas. Come las -que quieras y me traes a mí unas
pocas, porque yo también tengo hambre.
Se llenó el tonto la barriga de puches y
cogió la cazuela, y se la subía a su hermano. Pero resulta que al ir a la
habitación de su hermano fue a la habitación donde estaban la novia y su madre,
que era ya muy vieja. Y la vieja tenía el culo para afuera de la cama y lo
tenía destapao. Y como el tonto iba a oscuras, creyó que era su hermano y le
dice:
-Toma hermano, toma las puchas. Y la vieja se
espumaba, tiraba pedos. Y el tonto la decía:
-Hermano, no las asoples, que no queman.
Y la vieja venga a soplar y venga a soplar.
Ya tanto le cansó al tonto que cogió la cazuela de puchas y se las tiró al culo
de la vieja. La vieja no se dio cuenta; pero el tonto conoció que no había ido
adonde su hermano y que había tirao las puchas a la vieja en el culo.
La vieja se despertó y echó mano para taparse
y vio que se encontraba, pues, toda sucia. Y la dicé a su hija:
-¡Ay, hija mía, toda me he ensuciao! ¡Ay,
hija mía, toda me he ensuciao!
-¡Calle, calle, asquerosa! -la dice la
novia. Levántese a escape y vaya a lavarse al corral antes de que se dé
cuenta el novio.
Cuando el hermano tonto llegó a la habitación
del novio, éste le dice:
-Oye, ¿pero no me traes las puchas? Y el
tonto le dice:
-¡La he hecho gorda! Pensé que era la tu cama
y me fui a la cama de la novia y de la vieja. La vieja se estaba espumando, y
pensando que eras tú, que soplabas las puchas, pues se las he tirao al culo.
El hermano le dice:
-¡Eres un idiota! ¡Baja a escape a la cocina
y lávate las manos!
Baja el tonto y va a lavarse las manos; las
mete en un cántaro, las dos juntas, y después no las puede sacar del cántaro. Y
sube parriba, con las manos en el cántaro, a la habitación de su hermano, y le
dice:
-Yo no puedo sacar las manos de aquí. Yo no
sé qué voy a hacer.
Y el hermano le dice:
-Baja al corral y das al cántaro contra un
canto y lo rompes.
Baja el tonto con el cántaro metido en las
manos. La vieja estaba en el corral, culo arriba, limpiándosele. Y el tonto fue
con el cántaro y la pegó en el culo pensando que era un morrillo, y la partió
el culo.
La vieja sube asustada adonde está su hija y
la dice:
-¡Ay, hija mía, que ha caído un rayo del
cielo y me ha partido el culo!
Pero la novia desde arriba había estao
hablando con el novio, y éste la había contao lo que había hecho su hermano con
las puchas.
Y colorín colorao, este cuento se ha acabao.
Morgovejo
(Riaño), León. Ascaria
Prieto de Castro. 20
de mayo, 1936. Obrera,
51 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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