249. Cuento popular castellano
Celebrando una cacería un rey, se encontró al cura del pueblo de Villamediana, gordinflón y pachungo. Chocándole al rey su excesiva robustez -sin duda por lo poco que tenía que discurrir -le preguntó:
-Parece, señor cura, que está ustez muy gordo y será por lo poco que discurre. Le voy a hacer tres preguntas las cuales quiero que me conteste, y así puede ustez pasar sus ratos de ocio. Si me contesta ustez con acierto, le prometo colocarle en mi palacio.
El cura se acongojaba ante el rey; pero le prometió hacer lo posible por contestarle todo lo mejor que él pudiera.
-Las preguntas son las siguientes. Vamos a ver, señor cura, ¿cuánto valgo yo?
-¡Hombre!...
-No, no, no; ya me contestarás. La segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo?
-¡Oy, qué difícil, señor rey!
-Otra pregunta: ¿qué pensamiento es el que yo tengo ahora con error? Dentro de un mes le espero a ustez en mi palacio y si me contesta ustez con acierto le nombraré capellán de mi palacio; y si no, públicamente le montaremos en un burro y le daremos unas azotainas.
Alejóse el rey, y el muy buen cura quedóse bien preocupado. No tardó muchos días en salir de paseo y muy preocupado encontró al cabrero del lugar. Mucho le chocó al cabrero encontrar al cura muy desmejorado y le preguntó:
-¿Qué le pasa, señor cura? Paece que le encuentro algo malo. ¿Es que está ustez enfermo?
-No, hijo, no. Es que tengo grandes preocupaciones.
Volvióse a repetir el frecuente paseo del cura gordinflón y nuevamente se encontró con el cabrero.
-Me paece, señor cura, que cada vez le encuentro a ustez pior y me paece que le pasa a ustez una cosa muy grave.
-¡Déjame en paz! -le dice el señor cura. Tú eres muy bruto y no puedes sacarme de tan graves apuros.
-Bueno, señor cura, si yo no pueo ayudarle en algo, me callo.
Continuó su paseo el cura gordinflón y regresó a su casa. Antes de terminar el mes -plazo que le había fijado el rey para la contestación de sus tres preguntas-, volvióse a encontrar con el cabrero y éste le preguntó:
-¿Cómo vamos, señor cura, de esas cosas graves que a ustez le pasaban?
Y el cura, acongojado y no habiendo resuelto las tres preguntas que el rey le había hecho, ya se confesó al cabrero.
-Pues mira, chico. No puedo menos de confesarte que el día que estuvo el rey en ésta de caza, me hizo estas tres preguntas: cuánto valdría él, en cuánto tiempo daría él la vuelta al mundo, y qué pensamiento tenía él con error. Y me dijo que si no contestaba a estas tres preguntas en el plazo de un mes, me montarían en un burro y me darían azotainas públicamente.
Ttegresó el cura a su casa, y el pastor se quedó con sus cabras. Aproximándose ya los treinta días fijados por el rey, nuevamente se encontró con el cabrero. Y al ver que el cura cada día estaba más flaco y acongojado, le preguntó el cabrero:
-¿Cómo van las tres preguntas, señor cura?
-Mal, hijo, mal.
Apoyóse en la cayada el cabrero y mirando con el ojillo derecho al señor cura, le dijo:
-Señor cura, no se apure, pues me paece que yo podría contestar y ha de salir airoso en esta empresa.
-Pero, ¿tú te comprometes a contestar estas preguntas?
-Me paece a mí que sí, señor cura.
-Pero, ¿tú te vas a presentar ante el rey? ¿No ves que yo soy un sacerdote y tú eres un cabrero?
-No importa, señor cura. Ustez me deja esos hábitos, y yo
voy a palacio y contestaré y saldré bien. No se apure, señor cura. Llegó el día convenido con el rey y el buen cabrero se presenta en palacio. Y avisa que allí está el cura de Villamediana
que viene a contestar las tres preguntas que le hizo.
-Que pase -dice el rey.
Al presentarse el cabrero con los hábitos del cura gordinflón, no dejó de chocarle al rey lo mucho que los papazos habían disminuido en el cura de Villamediana.
-Señor cura, paece que han aflojado los carrillos.
-No le extrañe, su Majestaz. Las tres preguntas que ustez me hizo me han tenido preocupado y ésa ha sido la causa de no estar tan gordo.
-Vamos a ver. Viene ustez a contestar las tres preguntas que le hice, ¿no es verdaz? Vamos a ver. La primera: ¿cuánto valgo yo?
-Pues a mí me parece que ustez valdrá treinta y cuatro monedas.
-¡Hombre! Pues, ¿cómo así, cómo así?
-Pues sí, señor, porque el rey de los Cielos dieron por él treinta y cinco monedas, y ustez, como es rey de la tierra, valdrá treinta y cuatro.
-Muy bien, muy bien. Vamos a ver, y la segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo?
-Pues a mí me parece que si se monta ustez en el sol, en veinte y cuatro horas.
-Muy bien, muy bien. Vamos, vamos. Me parece que no va a haber azota-inas. Vamos a ver, vamos a ver, la tercera pregunta: ésta es la más grave. Ustez, señor cura, podrá saber ahora qué pensamiento tengo yo con error.
-Pues..., yo creo que está ustez pensando que está ustez hablando con el cura de Villamediana y está ustez hablando con el cabrero.
-Muy bien, muy bien. Pues mira, ahora te vas a quedar en mi palacio y el cura se va a encargar de cuidar las cabras.
Peral de Arlanza, Burgos. Jesús Vega. 29 de mayo, 1936. 55 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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