Medina del Campo era hace
siglos una población seca, sin una fuente, sin un arroyo, sin un río que
alegrara la vista y sazonara su tierra.
Los habitantes de Medina
deseaban ardientemente que un caudal de agua viniera a fecundar sus campos, a
enriquecer sus cosechas, a humedecer su tierra, para que brotaran alegres y
hermosas flores.
Llegó un día a Medina del
Campo un forastero, caballero joven, arrogante, de bellas prendas, que se
enamoró de una de las más hermosas damas de la nobleza de Medina.
Cortejóla el galán
insistentemente, rechazándole ella con la misma insistencia.
Prometióle el caballero
riquezas, colmóla de presentes y atenciones; hizo llegar hasta ella la noticia
de sus muchos bienes, de su valentía, de las hazañas que había realizado en
las batallas a favor de los Reyes cristianos. Todo inútil. La joven no se
decidía a aceptarle.
Una sequía, más terrible
que ninguna de las que hasta la fecha azotaran a Medina del Campo, vino a
castigar los prados y tierras, arruinando a los ricos y sembrando la miseria en
las casas de los pobres.
El joven caballero seguía
asediando a la doncella, y ésta entonces envió a una de sus dueñas para decir
al caballero que le aceptaría el día que consiguiera que el río Zapardiel, que
pasaba a muchas leguas de Medina, viniera a bañar los campos y huertas que
rodeaban su casa.
El galán enloquecía de
amor por la joven dama pero, ¿cómo podía él cambiar el curso del río? Tan
imposible lo consideraba, que montando a caballo, se alejó de Medina, pensando
que era para siempre ya, con el corazón lleno de amargura. No podía alejar de
su pensamiento el recuerdo de la amada.
Pasó, en su partida, por
la orilla del río Zapardiel, y a punto estuvo de maldecirlo, cuando de pronto
se le ocurrió una idea.
¿Por qué no podía
intentar, a fuerza de dinero, cambiar el curso de su cauce? Estuvo un rato pensativo,
mirando el correr de las aguas y meditando su plan. Sí. Era posible. Perdería
en la empresa quizá toda su inmensa fortuna; pero ¿qué valor tenía ésta si con
ella no conseguía el amor de la dama?
Contrató, pues, un
batallón de obreros que, guiados por el caballero, se pusieron a trabajar con
ardor en la formación de un nuevo cauce para el río Zapardiel; pero en
dirección hacia Medina y haciéndolo pasar bajo las ventanas de la inflexible
doncella que había prometido conceder su amor cuando su pueblo tuviera el agua
que había de salvarlo de la ruina.
Muchos días pasaron, y
agotóse en los trabajos todo el capital del caballero; pero una mañana, cuando
la joven dama despertó, bajo su ventana oyó un extraño ruido, desconocido para
ella. Algo así como si un torbellino de aguas se precipitara tumultuosamente.
Asomóse para ver lo que
ocurría, y cuál no sería su asombro al ver llegar, atropellándose, en rápidos
remolinos, todo el caudal de agua del río Zapardiel, que vino a lanzarse por el
nuevo cauce que habían abierto, bajo las ventanas de su palacio.
No nos dice la leyenda si
la joven accedió entonces a casarse con el galán pero es de suponer que sí lo
hizo ya que éste había cumplido su deseo, sacrificando para ello todo cuanto
poseía.
Así, por la fuerza de un
amor, Medina del Campo tuvo agua, y con ella alegría y riqueza, campos
fecundos y flores que alegraron sus casas.
058. Anonimo (Castilla y leon)
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