372. Cuento popular castellano
Éste era un matrimonio que era el hombre muy
tonto y la mujer lista. Y un día le dijo la mujer a su marido que iría al pueblo
con el carro y que trairía a casa un papel de alfileres y un cántaro y una
cochina y un saco de paja. Y el hombre metió los alfileres en el saco de paja,
y el cántaro le ató a la rueda del carro. Y a la cochina la dijo:
-¡Cache allá, que detrás de la puerta tienes
el arbañal!
Y la cochina se perdió. Y cuando llegó a su
casa, su mujer le riñó mucho y le dijo que tendría cuidado del niño, que ella
se iría a buscar la cochina. Y le dijo que si lloraba el niño, que le arrascaría
un poco en la cabeza, un piquitín. Y el hombre, cuando lloraba, le arrascó
mucho, y se le saltó la tapa de los sesos.
Entonces el hombre fue corriendo a la bodega
a darle vino. Le dio mucho vino, y al salir de la bodega, se olvidó de cerrar
la llave del pellejo, y se salió todo el vino. Y cuando se dio cuenta, puso las
hogazas por pasaderas para poder cerrar la llave. Y llegó la mujer con la
cochina y llamó a la puerta, diciendo:
-Abre, maridito mío.
Y él la contestaba:
-¡Ay, no te abro, que he hecho una cosa muy
grande! Y la mujer le decía:
-Pues ¿qué has hecho? Dímelo.
-Pues, que se me ha muerto el niño. Y he ido
a darle vino
y se ha salido todo, y he puesto las hogazas
por pasaderas. Y la mujer le dijo:
-Bueno, tú abre la puerta, que nos
marcharemos.
Y cuando se marchaban, le dijo:
-Tráete la puerta hacia acá.
Y él, como era tan tonto, cogió la puerta y
se la echó al hombro. Y le dijo ella:
-Pero ¿qué has hecho, hombre? ¿Qué has hecho?
Y se marcharon. Y al entrar en un bosque
vieron venir a unos ladrones, y, asustados, se subieron a un roble. Los
ladrones se pusieron a contar su dinero debajo del árbol, y el hombre la decía
a la mujer:
-¡Ay, que tengo muchas ganas de hacer aguas!
-¡Por Dios! ¿No ves que nos van a coger los
ladrones que hay debajo del roble?
Y hizo aguas. Y los ladrones que había debajo
del roble se decían unos a otros:
-Oye, chico; mira cómo llueve.
Y después hizo de vientre, y decían los
ladrones:
-Oye, chico, ¡si llueven chorizos!
Y después tiró la puerta y a uno le rompió la
lengua y mató a otro. Y los otros, asustados, se echaron a correr. Y el de la
lengua rota decía:
-¡No corráis, que son doz! ¡Son doz!
Y los otros entendían que eran doce, y no
pararon de correr. Y después el matrimonio vivieron felices.
Covarrubias,
Burgos. Julián
Gonzalo Olalla. 6
de junio, 1936. 11
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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