Una vez un pastor fue a
la colina para poner al resguardo las ovejas. Había neblina, hacía frío, y fue
agotador reunirlas a todas. Cuando terminó, las contó y se dio cuenta de que
faltaba una.
Salió a buscarla. Después
de dar mil vueltas, la encontró medio ahogada en un pantano. Sólo asomaban del
barro la cabeza y la cola.
En cuanto vio a la oveja,
el pastor la cogió de la cola y tiró con fuerza. Pero la lana de la oveja
estaba empapada y el animal pesaba muchísimo. El pastor se quitó la capa, cogió
de nuevo la cola de la oveja y tiró de ella aún con más fuerza.
Pero la oveja continuaba
pesando mucho. Entonces el pastor se quitó la zamarra, cogió de nuevo la cola
de la oveja y tiró de ella aún con más fuerza. Pero la oveja seguía pesando
mucho.
El pastor se echó saliva
en sus manos, aferró con fuerza la cola y tiró de nuevo con mucho vigor.
La oveja seguía pesando
demasiado y, de tanto tirar, el pastor le arrancó la cola. Si no la hubiera
arrancado, el pastor habría seguido tirando y quién sabe cuán larga se habría
hecho nuestra historia.
Pero con la cola
arrancada, la historia ha terminado.
035. anonimo (escocia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario