Cuento popular
Cuentan que un día
sucedió lo siguiente.
En lo más oscuro del
bosque, se encontraron un tigre y un mono. El tigre, que hacía días no probaba
bocado, se arrojó sobre el mono, pero este, antes de que el zarpazo le
alcanzara, dijo:
-¡Ay, don Simón, si usted
me mata, está perdido!
-¿Por qué? -preguntó el
tigre curioso.
-Viene una gran tormenta
que va a arrastrar a plantas y a animales. Yo he salvado a muchos gracias a la
agilidad de mis manos y de mi cola.
Enojado pero temeroso,
preguntó el tigre:
-¿Ah, sí? ¿Y a mí cómo
puedes salvarme?
-¡Oh! Eso es muy fácil
-dijo el mono-. Igual que a los demás. Lo importante es asegurarle al tronco de
un árbol grueso.
-Bien, bien -aceptó el
tigre.
Entonces, el mono arrancó
con rapidez las lianas más fuertes que encontró y ató al tigre, de pies a
cabeza, contra el árbol. Le dijo que probara si estaba bien asegurado, y,
cuando el tigre le dijo que no podía moverse, el mono cortó una vara fuerte y -¡zas,
zas!- azotó a don Simón hasta cansarse.
El tigre gritaba y
suplicaba en vano, pero el mono seguía con la azotaina y, cuando al fin se
cansó, le dijo:
-Aquí te quedarás y te
morirás de hambre y de sed.
El mono siguió su camino,
dejando al tigre atado y en estado lamentable. Por casualidad, pasó por allí un
zorro, y el tigre le contó toda la historia y le rogó que le soltara. A cambio,
le prometió los corderos más gordos del rebaño del vecino. El zorro le soltó, y
don Simón se estiró y juró vengarse del mono.
Como había una gran
sequía por la zona, el tigre pensó que el mono bajaría a beber en el único pozo
con agua de los alrededores. Pero como el zorro era compadre y gran amigo del
mono, fue corriendo a avisarle de que el tigre había jurado devorarle en cuanto
lo viera. Le aconsejó que se revolcara en un pajar recién quemado hasta que su
pelo tomara el color de las nutrias, y bajase con ellas hasta el bebedero.
El mono así lo hizo y,
cuando se aproximó al pozo, vio al tigre que, echado al pie de un árbol, con la
boca abierta y los ojos encen-didos, lo confundía con las nutrias.
Las nutrias bebieron y se
bañaron y, después, se fueron, y el mono con ellas. Entonces, el zorro le dijo
al tigre que el mono se había burlado de él haciéndose pasar por nutria. Tan
furioso estaba el tigre que se lanzó sobre el zorro y, apretándolo entre sus
garras, le dijo que si no le decía la forma de atrapar al mono, le comería en
el acto.
El zorro, para salvarse,
tuvo que traicionar a su compadre. Le reveló al tigre el lugar donde dormía el
mono y le aconsejó la forma de atraparlo: por la noche, debía ir con el
carancho y hacerse el muerto al pie del árbol donde dormía el mono.
Y así fue esa noche el
tigre con cuidado al árbol donde roncaba el mono, se tumbó y quedó quieto,
inmóvil, hasta el amanecer. Muy temprano, llegó entonces el carancho y comenzó
a revolotear alrededor del «muerto», gritando varias veces:
-¡Cras, cras, cras! ¡Omanó niporaé caraí Simón! -que en
guaraní quiere decir: `¡Ha muerto el señor Simón!'.
El mono, que no tenía un
pelo de tonto, pensó que podía tratarse de una trampa y le dijo al carancho,
que se había posado en una rama:
-Yo no creo que don Simón
esté muerto, pues me acuerdo de que cuando mi pobre madre murió, extendió los
brazos y las piernas y soltó tres fuertes ronquidos; don Simón no ha roncado
todavía ni una sola vez.
Creyendo el tigre que
para pasar por muerto eran indispensables los ronquidos, estiró las piernas y,
en vez de roncar, le salieron tres aterradores rugidos.
-¡Ah! -dijo entonces el
mono, ahora sí que veo que don Simón está bien muerto. ¡Pobrecito! ¡Era tan
bueno! Bajaré a cerrarle los ojos.
Pero el mono, en lugar de
cerrarle los ojos, en cuanto estuvo abajo, le dio una palmada al «muerto» y,
echando a correr, gritó:
-Ja, ja. ¡Nunca he visto
a un muerto que ronque y, menos, que ruja!
Enfurecido, el tigre se
levantó y lo persiguió con toda la velocidad de sus patas y, al entrar el mono
a una cueva, lo agarró de la cola. El mono gritó enseguida:
-¡Epa, amigo, que has
agarrado un palo!
El tigre, creyendo que en
realidad había cogido la raíz de un árbol en vez de la cola del mono, la soltó.
El mono, entonces, aprovechó para recorrer la cueva y salir por la otra
entrada. Después, se marchó de la región.
El tigre, dicen, sigue en
la entrada de la cueva esperando a que salga.
Los guaraníes eran un
pueblo indígena que residía principalmente en el norte de Argentina y al sur de
Brasil, aunque se extendió por toda América. Hoy apenas queda algo de su
cultura y de su lengua, también denominada «guaraní». Esta palabra significaba,
originariamente, `guerra' y, quizá pasó a designar al pueblo cuando la
escucharon los conquistadores. Los guaraniles se denominaba a sí mismos
«carios».
015. anonimo (argentina)
Jajajajajaja, no lo puedo creer, pobre tigre :(
ResponderEliminar>:V
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