Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

El fuego y la luz


Hace mucho tiempo, antes de que los mapuches descubrieran el fuego, vivían en las montañas en casas de piedra.
Cuando Cheruve se enojaba rugía y todo temblaba alrededor, llovían piedras y se hacían enormes ríos de lava. Desde el cielo, cada estrella que miraba era un antiguo abuelo que se había ido a cazar avestruces en la galaxia.
El sol y la luna eran el padre y la madre que los cuidaban y daban vida a la tierra. Cuando por la noche se escuchaba el canto del chuncho, era señal de malos presagios, de enfermedad o de muerte.
En una de esas casas de piedra vivían Caleu, el padre, Mallén, la madre, y Licán, la hija. Una noche estrellada Caleu descubrió en el cielo un signo nuevo, era una enorme estrella de larga cabellera dorada en el poniente y era muy parecida a la luz de los volcanes, ¿cuál sería su significado?
Por las dudas, los mapuches empezaron a cuidar y a vigilar por turno sus casas de piedra.
Como se acercaba el invierno, las mujeres subieron a la montaña en busca de frutos. Mallén y Licán buscaban piñas doradas, avellanas rojas, raíces y pepinos. Si no terminaban antes de la noche tendrían que refugiarse en el bosque. Cargadas de canastos de enredaderas, conversaban y reían sin notar que se hacía tarde.
El tiempo fue pasando y cuando se dieron cuenta el sol ya estaba por esconderse. Asustadas, las mujeres gritaron que debían descen-der a buscar refugio.
Caleu les había advertido que podrían perderse en la oscuridad de la noche. Entonces se fueron a la gruta del bosque por el sendero rocoso. Al llegar vieron en el cielo del poniente a la gran estrella de larga cabellera dorada.
La abuela Collalla dijo que era una estrella que traía un mensaje de los antepasados. Los niños, asustados, se prendieron de la falda de sus madres.
Al entrar en la gruta sintieron un ruido profundo, ronco, subterráneo. Se abrazaron invocando a los espíritus protectores, el sol y la luna.
Cuando terminó, la montaña continuaba temblando estremecida. Todos estaban a salvo y al mirar hacia la boca de entrada de la gruta vieron que afuera caía una lluvia de piedras que al chocar sacaban chispas.
Collalla empezó a gritar que eran piedras de luz, regalo de los antepasados.
Las piedras rodaron cerro abajo, incendiando un árbol gigante que se estaba secando al fondo de una quebrada. Las mujeres se tranquilizaron al ver la luz. Era el fuego que les mandaba la estrella, para que los mapuches ya no tuvieran miedo de la noche.
Cuando llegaron los hombres a buscar a sus mujeres y niños, Caleu y sus amigos, tomaron una rama ardiente y bajaron hasta sus casas. Los demás tomaron las piedras, las frotaron junto a las hojas secas y armaron el fuego.
Desde entonces los mapuches no volvieron a tener miedo, porque ya tenían como alumbrar, calentarse y cocinar sus alimentos.

Fuente: María Luísa Miretti

028. anonimo (chile)


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