Cuento popular
Erase una vez un rey muy
poderoso. Un día se encontró un piojo y dijo:
-Hum, qué cosa más rara.
Algo debe de significar, así que no lo mataré.
Llamó a una sirvienta que
tenía y le dijo:
-Me vas a criar a este
piojo con mucho cuidado.
La sirvienta prometió
hacerlo así, y el piojo empezó a crecer y crecer, hasta que la mujer ya no pudo
cargarlo más y se lo contó al rey. Entonces, este le dijo:
-Si no lo puedes cargar
más, entonces quédate en la cama hasta que esté más grandecito.
La pobre mujer tuvo que
obedecerle, y ya el piojo creció tanto que un día la tapaba. Entonces el rey,
con mucha reserva, lo hizo matar y, después, le sacó el cuero, que colocó bien
estirado en estacas de palo de hinojo.
El rey mandó entonces
publicar un bando:
«El que adivine de qué es
el cuero que tengo en mi palacio, se casará con mi hija. Que venga el que
quiera, grande es el premio, pero el que no lo adivine, perderá la vida».
Muchos caballeros fueron,
atraídos por el premio y pensando que sería cosa fácil, pero ninguno acertó.
El último que llegó fue
un tonto. La gente, al verlo, dijo:
-Este sí que fijo va a
morir.
Pues bien, empezó el
tonto a mirar y a mirar el cuero. Como era, además, pobre, conocía bien lo que
era un piojo y a qué sabía el hinojo, y al fin dijo:
-Palito de hinojo,
cuerito de piojo.
-¡Sí señor! ¡Muy bien!
-dijo el rey. Te casarás con mi hija.
Y el tonto se casó, llevó
a su madre al palacio del rey y vivieron todos muy felices.
015. anonimo (argentina)
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