Una vieja devanaba,
devanaba una noche en su devanadera, y la devanadera giraba, giraba, y la vieja
una compañía invocaba. De improviso la puerta se abrió, un par de enormes pies
entró y derecho hacia el hogar se encaminó. Y la vieja devanaba y una compañía
invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de piernas finas, finas, entró y sobre los enormes pies al fin
se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la deva-nadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de rodillas gruesas, muy gruesas, entró y sobre las piernas
finas, finas, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la deva-nadera giraba, giraba.
La puerta de nuevo se
abrió y un par de muslos delgados, delgados, entró, y sobre las rodillas
gruesas, muy gruesas, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la deva-nadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de ijares anchos, muy anchos, entró, y sobre los muslos
delgados, delgados, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un pecho fino, muy fino, entró, y sobre los ijares anchos, muy anchos,
al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de hombros grandes, grandes, entró, y sobre el pecho fino, muy
fino, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de brazos cortos, cortos, entró, y en los hombros grandes,
grandes, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un par de manos enormes entró, y en el extremo de los brazos cortos,
cortos, al fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y un cuello largo, largo, entró, y sobre los hombros grandes, grandes, al
fin se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
De nuevo la puerta se
abrió y una cabeza gorda, gorda, entró, y sobre el cuello largo, largo, al fin
se instaló.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
-¿Por qué tienes unos
pies tan enormes? -la vieja preguntó.
-Por mucho caminar, por
mucho caminar -respondió una voz frágil.
-¿Por qué tienes piernas
tan finas? -la vieja preguntó.
-Del mucho velar y el
poco comer -respondió una voz débil.
-¿Por qué tienes rodillas
tan gruesas? -la vieja preguntó.
-De mucho rezar, de mucho
rezar -respondió una voz frágil.
-¿Por qué tienes muslos
tan delgados? -la vieja preguntó.
-Del mucho velar y el
poco comer -respondió una voz débil.
-¿Por qué tienes los
ijares tan anchos? -la vieja preguntó.
-De estar tanto tiempo
sentado, sentado -respondió una voz frágil.
-¿Por qué tienes un pecho
tan delgado? -la vieja preguntó.
-Del mucho velar y el
poco comer -respondió una voz débil.
-¿Por qué tienes hombros
tan grandes? -la vieja preguntó.
-De tanto barrer, de
tanto barrer -respondió una voz frágil.
-¿Por qué tienes brazos
tan cortos? -la vieja preguntó.
-Del mucho velar y el
poco comer -respondió una voz débil.
-¿Por qué tienes manos
tan enormes? -la vieja preguntó.
-De moler el trigo, de
moler el trigo -respondió una voz frágil
-¿Por qué tienes un
cuello tan fino? -la vieja preguntó.
-Del mucho velar y el
poco comer -respondió una voz débil.
-¿Por qué tienes una
cabeza tan gorda? -la vieja preguntó.
-Porque sé muchas cosas,
porque sé muchas cosas -respondió una voz frágil.
-¿Por qué has venido
aquí? -la vieja preguntó.
-¡Para llevarte conmigo,
para llevarte conmigo! -gritó el extraño visitante con toda la voz que podía,
tendiendo sus enormes manos para agarrar a la mujer.
Pero la vieja no cedió:
se apoderó de una maza y comenzó a golpear al extraño visitante. Y así fue
desapareciendo: primero la cabeza, después el cuello, luego las manos, después
los brazos, luego los hombros, después el pecho, luego los ijares, después los
muslos, luego las rodillas, después las piernas y, por último, los enormes
pies.
Y la vieja devanaba y una
compañía invocaba, mientras la devanadera giraba, giraba.
Fuente: Gianni Rodari
035. anonimo (escocia)
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