Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

La mujer que pensaba demasiado


Había una vez una pareja de ancianos que tenían una hija en edad de merecer. Un día llegó un mocetón a pedir su mano y, para brindarle una buena acogida, la madre mandó a su hija a la bodega por cerveza.
La muchacha fue a la carrera, acercó la botella al barril y abrió el grifo. En cuanto la cerveza comenzó a salir, la mucha­cha se puso a pensar: «Si me caso con este hombre -y seguro que me casaré con él- y tenemos un niño, y este niño se hace daño en la cabeza, ¿qué medicina le daré?».
Se sentó a pensar y, como mantenía la botella bajo el grifo abierto, la cerveza se derramó y siguió derramándose hasta lle­gar a la altura de sus tobillos. En la habitación de arriba, la ma­dre, cansada de esperar a su hija, decidió bajar a llamarla. Y en cuanto la vio, gritó irritada:
-¿Qué estás haciendo sentada aquí abajo? ¡Date prisa!
-Ay, madre -respondió la muchacha. Estoy sentada aquí porque hay algo que me atormenta: cuando me case con este hombre, y seguro que me casaré con él, y tengamos un niño y este niño se haga daño en la cabeza, ¿qué medicina le daré?
-Tienes razón: ¿qué medicina le darás? -se preguntó la ma­dre sentándose junto a su hija. Y ambas se quedaron allí, sin pa­rar de pensar, manteniendo la botella bajo el grifo. Y la cerveza comenzó a derramarse y siguió derramándose hasta que llegó a cubrirles las rodillas.
En la habitación de arriba, el padre se cansó de esperar a las dos mujeres y bajó corriendo a la bodega para hacerlas subir. En cuanto las vio, gritó encolerizado:
-¿Qué estáis haciendo sentadas aquí abajo? ¡Daos prisa!
-Ay, esposo mío -respondió la mujer-. Estamos aquí senta­das porque hay algo que nos atormenta: si nuestra hija se casa con este joven, y seguro que se casará con él, y tienen un niño y este niño se hace daño en la cabeza, ¿qué medicina le darán?
-Tienes razón: ¿qué medicina le darán? -observó el hombre y también él se sentó junto a las dos mujeres. Y se quedaron allí, sentados los tres, sin parar de pensar, mientras que la garrafa se­guía bajo el grifo del barril. Y la cerveza se derramaba y siguió derramándose hasta que les llegó hasta la cintura. El preten­diente, en la habitación de arriba, se cansó de esperar a sus anfitriones y bajó a la bodega a buscarlos. Los miró, estupefacto, y preguntó:
-Pero ¿por qué estáis sentados aquí abajo frente al barril de cerveza? ¿Por qué no subís?
-Ah, querido yerno -respondió el padre-. Estamos aquí sentados porque hay algo que nos atormenta: si nuestra hija se casa contigo, y seguro que se casará, y tenéis un niño, y este niño se hace daño en la cabeza, ¿qué medicina le daremos?
El mocetón, visto lo visto, se guardó sus pensamientos para sí y se fue sin decir palabra. No volvió nunca más.

Fuente: Gianni Rodari

031. anonimo (dinamarca)


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