Un día, un buen hombre
andaba montado en su borrico y, al pasar junto a un jardín, vio una rama que
colgaba de la verja sobre el sendero y que estaba llena de unas peras
estupendas. Bastaba mirarlas para no resistir la tentación de darles un
mordisco. Alzándose un poco sobre el lomo del borrico, el hombre aferró la rama
con una mano y, con la otra, la pera más hermosa. Pero no tuvo tiempo de
arrancarla, porque el asno, espantadizo, quién sabe por qué se asustó y escapó
al galope. Para no caerse, el hombre tuvo que sostenerse agarrado a la rama
con las dos manos.
Mientras se mantenía
suspendido de aquel modo, pataleando, acudió el jardinero y le preguntó:
-Eh, tú, ¿qué haces
subido a mi árbol?
-Amigo, tal vez no me
creas, pero me he caído del asno.
El jardinero no podía
creer que alguien pudiese caerse a esa altura. Cogió una vara y le propinó una
buena tunda.
También vosotros debéis
estar atentos: hay maneras y maneras de caer de un asno.
039. anonimo (inglaterra)
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