Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

Sopa de piedras


Cuento popular

Un día iba Pedro Malasartes caminando sin saber adónde cuando llegó a un pueblo y escuchó una conversación entre varios hombres. Hablaban de una vieja del pueblo, conocida por su tacañería, sobre todo a la hora de la comida. Y contaban que le sobraba la comida, pero que era incapaz de regalar ni un solo frijol [1].
-Esa vieja es muy tacaña, hasta los perros de su casa pasan hambre -dijo uno.
-Si alguien va a comer a su casa, cuenta hasta las papas [2] que reparte.
Eso me lo dijo el cartero, que un día estuvo donde ella -dijo otro.
Pedro Malasartes escuchaba hasta que, finalmente, dijo:
-Yo les hago una apuesta: la vieja me dará toda la comida que le pida.
-Ja, ja, ja -rieron a la vez. ¡Esa tacaña no te dará ni los buenos días!
-Yo les aseguro que sí. ¿No quieren apostar?
Los hombres apostaron porque la conocían muy bien.
Pedro Malasartes se fue donde la vieja, pero antes juntó unas ropas, una olla y preparó su bolsa.
Cuando estuvo cerca de la casa, merodeó un poco hasta asegurarse de que la vieja le había visto, y entonces encendió un fuego y colocó sobre él la olla llena de agua. Hizo como que cocinaba algo y, de vez en cuando, echaba más leña al fuego.
Los hombres se habían quedado atrás observando la escena.
La vieja, curiosa por saber lo que estaba cocinando ese descono-cido, se fue acercando hacia donde él estaba. Justo antes de que llegara, Pedro agarró unas piedras redonditas del camino, las lavó y las echó en la olla.
La vieja, que ya no podía aguantar más la curiosidad, le preguntó:
-Joven, ¿qué está usted cocinando desde hace un rato?
-Estoy haciendo una rica sopa, señora.
-Pero ahí no hay más que piedras. ¡Nunca vi cosa igual!
-No sabe usted lo rica que puede salir una sopa de piedras -continuó Pedro, casi sin mirar a la vieja.
-¿Y cuánto tarda en estar lista?
-Eso sí, tarda bastante.
-¿Y se come?
-¡Pero señora! Si no, no estaría aquí preparándola.
La vieja seguía mirando incrédula a Pedro, que ponía leña, avivaba el fuego y removía las piedras de vez en cuando.
-¿Y sabe bien la sopa? -preguntó la vieja.
-Señora, no sabe usted el rico sabor que tiene, sobre todo si se cocina durante mucho tiempo y se le añaden algunos condimentos.
-Pues yo tengo algunos -dijo la vieja, y se levantó para ir a la casa.
Al ratito, regresó con un cestito lleno de cebolla, ajo, hierbas y sal.
-Señora, ¿y no tiene usted un par de tomates? -le preguntó Pedro.
-Sí, sí -contestó, y corrió a buscarlos.
Pedro metió todo en la olla y siguió echando leña al fuego.
-Señora, ¿y algo de cerdo? Porque entonces sí que sale sabrosa...
-Sí, sí -dijo, y fue a la casa a buscarlo.
La olla ya tenía todos los condimentos y el cerdo, y el agua cocía mientras la vieja miraba la sopa. Al cabo de un buen rato, preguntó:
-¿Esto es todo?
-La verdad es que con unas papitas quedaría deliciosa.
-¿Y podré probarla cuando quede lista? -preguntó la vieja.
-¡Como no, señora!
Y la vieja fue a su casa y trajo tres patatas.
Las echaron a la olla, y, después de un rato, a la vieja ya se le hacía la boca agua y dijo:
-Hum, huele muy bien. ¿Estarán ya las piedras listas?
-Pues, la verdad es que con un pedacito de chorizo esta sopa quedaría aún más sabrosa.
La vieja corrió a la casa a buscarlo.
Al cabo de un rato, la sopa quedó lista.
Pedro Malasartes le pidió dos platos y dos cucharas, y ella los trajo enseguida.
Pedro llenó dos platos de sopa y, luego, separó las piedras y las tiró a un lado.
-Pero, ¿y las piedras? -preguntó la vieja- ¿Es que no vamos a comérnoslas?
Ja, ja, señora, ¡claro que no! ¿O es que acaso me ha visto con dientes de hierro para masticarlas?
Y dando media vuelta, se fue donde los hombres a cobrar su apuesta.

020. anonimo (brasil)



[1] Frijol: judía pequeña que se cultiva en toda América
[2] Papa: patata.

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