Hace muchos años, en las
inmediaciones de un pueblo cuyo nombre no recuerdo, vivían tres hermanas en una
sencilla casita situada a la orilla del camino. Las hermanas tenían un pequeño
jardincito, y una de las plantas más abundantes era la olorosa albahaca.
Cuidaban el jardincito con mucho esmero y todas las tardes, ya una, ya la otra,
se ocupaban de regar las plantas y arreglarlas.
El rey paseaba siempre a
caballo y todos los días pasaba frente a la casita de las tres hermanas. Al
acercarse, las saludaba invariablemente, diciéndoles:
Adiós, señoritas de las
albahacas,
¿cuántas hojas tiene la
mata?
Las niñas callaban por
temor al soberano, pero un día la menor resolvió que la próxima vez contestaría
al saludo del rey.
Una tarde, como de
costumbre, pasó el rey mientras la menor regaba las plantas y dijo:
-Adiós, señorita de la
albahaca,
¿cuántas hojas tiene la
mata?
La niña se irguió y le
contestó:
-Su majestad, que es tan bachillero,
¿cuántas estrellas tiene el cielo?
Al oír esto las hermanas
mayores la regañaron y se asustaron pensando en el castigo que les iba a caer
por el atrevimiento de la pequeña.
Al rey, sin embargo, le
hizo mucha gracia la respuesta de la niña y pensó en hacerle una broma.
Durante unos días, dejó
de hacer su acostumbrado paseo a caballo cerca de la casa y, cuando menos lo
esperaban las hermanas, las invitó al palacio.
Las niñas tuvieron que
obedecer, pero estaban aterrorizadas con el castigo que las esperaría.
Cuando llegaron al
palacio, fueron recibidas con grandes honores. Ellas, como desconocían la
etiqueta de la corte, estaban abochornadas y no sabían cómo debían actuar.
Fueron invitadas a dulces
exquisitos, frutas que nunca habían visto y olorosos vinos.
La menor no quiso probar
nada, y al ver esto el rey le preguntó el motivo. Ella respondió que allí no
había nada que deseara comer, pero el rey insistió y le dijo que pidiera lo que
quisiera, que por difícil que fuera se lo traería.
Entonces, ella dijo:
-Quiero nieve tostada en
la punta de un cuchillo.
El rey festejó tanto la
ocurrencia de la niña que se casó con ella, y de esta manera la joven se
convirtió en reina.
Y comieron felices unas
cuantas perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron.
Cuento popular
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015. anonimo (argentina)
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