Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

El príncipe tropero


Cuento popular

Pues este era un príncipe que viajaba siempre en tropa por los reinos de su padre. Un día de mucho sol y calor, sintió sed y se acercó a un mercadito. Se compró tres naranjas. Al partir la primera, salió de la naranja una hermosa niña y le dijo:
-Agua para lavarme y espejo para mirarme.
Como el príncipe no pudo dárselos, la niña murió.
Luego partió la segunda naranja, y se le apareció una joven todavía más hermosa que la primera, que le dijo:
-Agua para lavarme, peine para peinarme y espejo para mirarme.
Como tampoco pudo dárselos, se murió.
Entonces, el príncipe determinó, antes de partir la última naranja, regresar al mercadito y comprar un peine, un espejo y un jarro. Después, se dirigió a la orilla de un río y lo llenó de agua. Luego, partió la tercera naranja, y se le apareció una joven más hermosa que las otras y con un niñito en sus brazos. Le dijo:
-Agua para lavarme, peine para peinarme y espejo para mirarme.
Como el príncipe lo tenía todo preparado, se lo dio, y la joven vivió.
El príncipe, loco de contento, la subió a su caballo. Pero como ella se cansó antes de llegar al palacio, el príncipe resolvió dejarla escondida arriba de un árbol mientras él iba a decir a sus padres que se había casado con una hermosa mujer y a buscar un carruaje para llevar a la joven y al pequeño.
El árbol estaba cerca de una casa, y ahí vivían una mujer y su criada, una joven horriblemente fea. Por la tarde, bajó al arroyo a buscar agua con un cántaro que se ponía en la cabeza. Al llegar al arroyo y mirarse en el agua, vio el reflejo de la princesa y, pensando que era su rostro, dijo:
-Yo tan linda y acarreando agua.
Entonces, tiró el cántaro al suelo y lo rompió en mil pedazos. Cuando fue a casa de su ama, le dijo:
-Se me cayó el cántaro, señora.
-¡Ah, tonta pícara, que me has roto el cántaro! Toma este otro y no lo vayas a quebrar de nuevo -le respondió el ama.
Volvió la criada al arroyo y, como vio de nuevo el retrato de la princesa en el agua, dijo:
-Yo tan linda y acarreando agua.
Entonces, volvió a romper el cántaro y, al regresar a la casa, su ama se puso furiosa y le dio uno de hierro. Esta vez la criada no lo pudo romper, por más que lo golpeaba. Y resultaba tan cómico que la princesa comenzó a reír. La criada, al escucharla, se fijó que arriba del árbol había una joven.
-¿Qué haces aquí, niña? Baja, que te despulgo.
La niña al principio se negó, pero luego bajó. La criada, al despulgarla, la pinchó con un alfiler en la cabeza y la transformó en una palomita blanca que echó a volar.
Cuando el príncipe regresó, al ver a la horrible criada, dijo muy triste:
-Ay, me han cambiado a mi mujer.
-¿Cómo que me han cambiado? -contestó ella.
-¿Y qué hace ese niño tan hermoso en tus brazos?
-Su padre es un joven apuesto.
El príncipe la subió al carruaje y se fue muy triste. Al llegar al palacio, los reyes se disgustaron mucho, porque su hijo les había dicho que su mujer era muy hermosa.
Un día, la mujer amamantaba al pequeño cuando vio por la ventana una palomita, que se posó en una rama y le dijo:
-Niño, ¿qué hace el hijo del príncipe? ¿Mamando y llorando en teta extraña? ¿Qué hace la criada dando de mamar al niñito? ¡Ay, pícara!
Y se fue volando.
Como la criada sabía que esa paloma era la muchacha, comenzó a ofrecer una recompensa para aquel que la cazara. A la mañana siguiente, la paloma regresó y se posó en la misma rama. Como el príncipe estaba presente, pudo oír lo que decía.
Entonces el príncipe, preparó una trampa en la rama para que la paloma no pudiera escapar. Al otro día regresó la palomita, se posó en la misma rama y dijo:
-Niño, ¿qué hace el hijo del príncipe? ¿Mamando y llorando en teta extraña? ¿Qué hace la criada dando de mamar al niñito? ¡Ay, pícara!
Cuando la palomita quiso volar, no pudo, y el rey fue corriendo a atraparla. La criada le decía:
-Mata a esa paloma que nos va a traer mala suerte.
-A esta palomita no la dejo ir -le dijo el príncipe.
El rey le acarició la cabeza y encontró una verruga en el centro.
Pensando que era una espina que se había clavado, se la arrancó.
Entonces la palomita se transformó en la muchacha, y el príncipe la reconoció. Se abrazaron y se besaron. ¿Y qué pasó con la criada?
Pues que la echaron al corral de las bestias y ahí murió devorada.
Y como me lo contaron, te lo cuento.

015. anonimo (argentina)

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