Cuento popular
Pues este era un príncipe
que viajaba siempre en tropa por los reinos de su padre. Un día de mucho sol y
calor, sintió sed y se acercó a un mercadito. Se compró tres naranjas. Al
partir la primera, salió de la naranja una hermosa niña y le dijo:
-Agua para lavarme y
espejo para mirarme.
Como el príncipe no pudo
dárselos, la niña murió.
Luego partió la segunda
naranja, y se le apareció una joven todavía más hermosa que la primera, que le
dijo:
-Agua para lavarme, peine
para peinarme y espejo para mirarme.
Como tampoco pudo
dárselos, se murió.
Entonces, el príncipe
determinó, antes de partir la última naranja, regresar al mercadito y comprar
un peine, un espejo y un jarro. Después, se dirigió a la orilla de un río y lo
llenó de agua. Luego, partió la tercera naranja, y se le apareció una joven más
hermosa que las otras y con un niñito en sus brazos. Le dijo:
-Agua para lavarme, peine
para peinarme y espejo para mirarme.
Como el príncipe lo tenía
todo preparado, se lo dio, y la joven vivió.
El príncipe, loco de
contento, la subió a su caballo. Pero como ella se cansó antes de llegar al
palacio, el príncipe resolvió dejarla escondida arriba de un árbol mientras él
iba a decir a sus padres que se había casado con una hermosa mujer y a buscar
un carruaje para llevar a la joven y al pequeño.
El árbol estaba cerca de
una casa, y ahí vivían una mujer y su criada, una joven horriblemente fea. Por
la tarde, bajó al arroyo a buscar agua con un cántaro que se ponía en la
cabeza. Al llegar al arroyo y mirarse en el agua, vio el reflejo de la princesa
y, pensando que era su rostro, dijo:
-Yo tan linda y
acarreando agua.
Entonces, tiró el cántaro
al suelo y lo rompió en mil pedazos. Cuando fue a casa de su ama, le dijo:
-Se me cayó el cántaro,
señora.
-¡Ah, tonta pícara, que
me has roto el cántaro! Toma este otro y no lo vayas a quebrar de nuevo -le
respondió el ama.
Volvió la criada al
arroyo y, como vio de nuevo el retrato de la princesa en el agua, dijo:
-Yo tan linda y
acarreando agua.
Entonces, volvió a romper
el cántaro y, al regresar a la casa, su ama se puso furiosa y le dio uno de
hierro. Esta vez la criada no lo pudo romper, por más que lo golpeaba. Y
resultaba tan cómico que la princesa comenzó a reír. La criada, al escucharla,
se fijó que arriba del árbol había una joven.
-¿Qué haces aquí, niña?
Baja, que te despulgo.
La niña al principio se
negó, pero luego bajó. La criada, al despulgarla, la pinchó con un alfiler en
la cabeza y la transformó en una palomita blanca que echó a volar.
Cuando el príncipe
regresó, al ver a la horrible criada, dijo muy triste:
-Ay, me han cambiado a mi
mujer.
-¿Cómo que me han
cambiado? -contestó ella.
-¿Y qué hace ese niño tan
hermoso en tus brazos?
-Su padre es un joven
apuesto.
El príncipe la subió al
carruaje y se fue muy triste. Al llegar al palacio, los reyes se disgustaron
mucho, porque su hijo les había dicho que su mujer era muy hermosa.
Un día, la mujer
amamantaba al pequeño cuando vio por la ventana una palomita, que se posó en
una rama y le dijo:
-Niño, ¿qué hace el hijo
del príncipe? ¿Mamando y llorando en teta extraña? ¿Qué hace la criada dando de
mamar al niñito? ¡Ay, pícara!
Y se fue volando.
Como la criada sabía que
esa paloma era la muchacha, comenzó a ofrecer una recompensa para aquel que la
cazara. A la mañana siguiente, la paloma regresó y se posó en la misma rama.
Como el príncipe estaba presente, pudo oír lo que decía.
Entonces el príncipe,
preparó una trampa en la rama para que la paloma no pudiera escapar. Al otro
día regresó la palomita, se posó en la misma rama y dijo:
-Niño, ¿qué hace el hijo
del príncipe? ¿Mamando y llorando en teta extraña? ¿Qué hace la criada dando de
mamar al niñito? ¡Ay, pícara!
Cuando la palomita quiso
volar, no pudo, y el rey fue corriendo a atraparla. La criada le decía:
-Mata a esa paloma que
nos va a traer mala suerte.
-A esta palomita no la
dejo ir -le dijo el príncipe.
El rey le acarició la
cabeza y encontró una verruga en el centro.
Pensando que era una
espina que se había clavado, se la arrancó.
Entonces la palomita se
transformó en la muchacha, y el príncipe la reconoció. Se abrazaron y se
besaron. ¿Y qué pasó con la criada?
Pues que la echaron al
corral de las bestias y ahí murió devorada.
Y como me lo contaron, te
lo cuento.
015. anonimo (argentina)
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