Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

Los tres deseos

Una vez, hace mucho tiempo, un leñador vivía en una cabaña de troncos en medio del bosque. Se dedicaba a talar árboles y ganaba bastante para mantenerse a sí mismo y mantener a su mujer. Una mañana, como tantas otras, salió de su casa para cumplir con su trabajo de siempre. Había decidido derribar una gran encina y calculaba ya, muy contento, cuántas tablas y cuánta leña obtendría. Cogió su hacha, se echó a sus espaldas la bolsa con un trozo de pan y una cantimplora con agua y se puso en marcha.
En cuanto llegó junto a la encina, dejó la bolsa en el suelo, se quitó la chaqueta, se escupió las manos y alzó el hacha como si quisiese derribar la encina de un solo golpe. Pero no hubo ningún golpe. De la encina salió una vocecita muy fina y, de inmediato, apareció una prodigiosa hada ante el leñador, que se quedó boquiabierto y tan sorprendido que el hacha se le escapó de las manos.
El hada le suplicó:
-Buen hombre, no le hagas daño a este árbol y tendrás tu recompensa.
El leñador, compadecido y confuso, respondió:
-Haré lo que desees, hermosa hada.
Se puso la chaqueta, recogió el hacha y la bolsa e hizo ademán de marcharse. Pero la hermosa hada lo retuvo:
-Te lo agradezco, buen hombre. Quiero premiar tu buen corazón. Expresa tres deseos y lo que desees ocurrirá.
Dicho esto, el hada desapareció.
El leñador se encaminó hacia su casa. En el camino, sintió mucha hambre y, antes de trasponer el umbral, le dijo a su mujer:
-Querida, sírveme enseguida el almuerzo, que tengo un hambre de lobos.
-¿El almuerzo? Querido, tendrás que esperar por lo menos una hora, sé paciente. No te esperaba tan pronto. ¿Y qué te apetece comer?
-Arroz con pollo. Pero quiero una olla tan grande como esta mesa.
No bien acabó de hablar, apareció en la mesa una olla humeante llena de arroz con pollo. Al leñador y a su mujer se les desorbitaron los ojos. Sólo entonces el hombre se acordó de la buena hada del bosque y se dio con un canto en los dientes.
-¡Ah, qué tonto soy!
Y le contó a su mujer lo que le había sucedido.
-¡Eres francamente un tonto, el rey de los tontos! -lo reprendió su mujer. Me gustaría que esta olla se te enganchase en la nariz.
No bien acabó de decir estas palabras, la olla se enganchó en la nariz del leñador y lo hizo doblarse hasta tocar el suelo con la cabeza.
Al leñador y a su mujer se les desorbitaron los ojos aún más y comenzaron a tirar de la olla para desengancharla, pero no había manera de lograrlo.
-¿Ahora qué hacemos? -se preguntaron el uno al otro, dejando caer flojos los brazos de cansancio.
¿Qué hacer? Ya no quedaba otra opción que pronunciar el tercer deseo:
-Que la olla se desprenda de la nariz.
En cuanto lo dijeron, la olla cayó sobre la mesa con gran estruendo.
El leñador y su mujer se sentaron a la mesa y comieron el arroz con pollo.
Estaba delicioso, en toda su vida no habían comido un plato tan bueno. Y no era para menos: ¡lo había guisado el hada!

039. anonimo (inglaterra)

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