Cuentos del abuelo
Pedrito es un niño de diez
años, muy travieso para su corta edad. Vive en un pequeño pueblo, en la
montaña.
Un día, sin permiso de sus
padres, decide conocer el bosque y sin que nadie lo vea corre hacia él. Todo lo
sorprende: el vuelo de las palomas; los pájaros carpinteros; las ardillas; los
conejos; los venados; un águila real.
Maravillado escucha el ruido
del agua que cae en una pequeña cascada y el rumor del viento que se cuela
entre los árboles.
Es mediodía, el niño siente
hambre y como puede se sube a un manzano, corta un fruto y se lo come
desesperado. Apaga su sed en la caída del agua. La noche lo envuelve,
sorprendido ve como la luna camina entre los árboles. Escucha inquieto el croar
de las ranas y el canto de los buhos. Cansado se duerme -en un claro del bosque- al
pie de un encino.
El niño sobrevive tres días y
dos noches.
En el pueblo, sus padres y
hermanos se encuentran muy angustiados, lo han buscado por todas partes, sin
éxito.
Los hombres del caserío han
formado brigadas y se han internado en el bosque tratando de localizar al niño.
Pasan setenta y dos horas y
sus esfuerzos son inútiles. Consideran que el niño no pudo sobrevivir.
Abandonan la búsqueda.
Su familia no pierde la
esperanza de encontrarlo.
Al anochecer del tercer día.
Pedrito comienza a desesperarse y grita angustiado:
-¡Mamá, papá, vengan por mí,
ayúdenme por favor, quiero regresar a casa!
Pasan unos instantes y una
voz joven le dice:
-¡No llores, no te asustes,
yo te llevaré a tu casa, pronto estarás con tu familia!
El personaje se acerca a
Pedrito y sonriendo toma su mano, le comienza a platicar y el niño se va
calmando.
Después emprenden la marcha y
pronto llegan a los linderos del bosque.
-Pedrito, hasta aquí te
acompaño, enfrente está tu casa, siempre seremos amigos, me dió mucho gusto
conocerte y ayudarte. ¡Adios!
-¿Como te llamas? pregunta el
niño.
-¡Ahora me llamo Angel!
Pedrito regresa a su familia.
Sus padres lo reciben con sorpresa y enorme alegría. Esa noche, todos duermen
tranquilos.
El domingo siguiente, la
familia visita la iglesia.
El niño sorprendido le dice a
su padre:
-Ese Angel de Piedra, que
está sonriendo -entre los gárgolas- y con los brazos abiertos, se parece mucho
a la persona que me salvó. ¿Dónde podemos encontrarla? ¡Somos amigos y quiero
que la conozcan!
-¡No lo sé, hijo! Vamos a
buscarla.
Los esfuerzos son inútiles
nadie la conoce.
999. Anonimo,
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