Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 18 de agosto de 2012

El juez moro

Cierto emir de Argel supo que cerca de la ciudad vivía un juez muy hábil para descubrir la verdad. Y para conocerlo personalmente, se disfrazó de mercader.
En el camino, un mendigo se le acercó para pedirle limosna. Se la dio y el mendigo continuó caminando junto a él.
-¿Qué más quieres ahora? -le preguntó el emir.
-Que me lleves en tu caballo hasta la plaza de la ciudad para que los camellos no me atropellen.
Accedió bondadosamente el emir y, al llegar a la plaza, el mendigo no quiso bajarse del caballo. Por el contrario, empezó a gritar que el caballo era suyo y que el mercader debía bajarse. La discusión atrajo a la gente y alguien propuso que llevaran el asunto al prestigioso juez.
Así que ambos se encontraron en su despacho. Mientras les llegaba el turno, presenciaron dos juicios: un sabio y un patán se disputaban a una misma mujer. El juez hizo que dejaran allí a la mujer y que regresaran al día siguiente.
Entraron luego un carnicero y un aceitero. El primero estaba manchado de sangre de la carne que vendía y el segundo, de aceite. El primero contó que había ido a comprar aceite al segundo y que, al pagarle, el hombre le sujetó la mano y que como él seguía agarrado a su bolsa, hallaron la solución de acudir ante el juez. El aceitero aseguró que el carnicero mentía y el juez les ordenó volver al siguiente día.
Les tocó el turno al mendigo y al emir y ambos dieron su versión de lo ocurrido.
-Dejad aquí el caballo y volved mañana -ordenó el juez.

999. Anonimo,

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