Una vez un jefe indio
abandonó su tribu para luchar contra sus enemigos. En las montañas se encontró
un cachorrillo de oso y lo acogió amorosa-mente, diciéndole:
-No voy a hacerte daño
ni permitiré que nadie te lo haga. Cuidaré de ti como del hijo que estoy
esperando.
Buscó una cueva para el
animalito, le dejó comida y prosiguió su camino.
Al cabo de algún tiempo
nació su hijo y todos observaron que se movía como un oso.
-Se parece al cachorro
que recogí -le decía el jefe indio a su mujer.
Cuando el muchacho llegó
a mayor, también le nombraron jefe por su valor y su fuerza. Y llegó el día en
que también tuvo que partir para la guerra. Entró en combate juntamente con los
hombres de su tribu, pero como los enemigos eran muchos, fueron derrotados. El
joven jefe quedó malherido, tendido en el suelo y el cachorro de oso, que ya
era mayor e iba acompañado de una osa, reconoció al muchacho.
-Este hombre fue siempre
bueno con nosotros -dijo-. Nos daba comida, nos hablaba y bailaba como uno de
los nuestros.
Los dos osos cubrieron
el cuerpo del herido con plantas medicinales. Después, le llevaron a su cueva y
le cuidaron hasta que estuvo fuerte.
Vivieron juntos algún
tiempo y cuando el joven jefe iba a regresar a su tribu, ya curado, antes de
separarse, le dijo el oso:
-Nosotros sólo cazamos
cuando tenemos hambre. Haced vosotros lo mismo. Si yo llego a viejo, tú
también llegarás a viejo. Vete a tu casa y cuando puedas, tráenos carne y
dulces.
El joven así lo
prometió.
999. Anonimo,
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