Un buen hombre había ofrecido cobijo a un mendigo, pero pasaban los días y
éste no hacía intención de marcharse nunca
El hombre veía que aquella situación tenía que terminar, así que una tarde
le dijo:
‑Te has comido mi último pan, amigo. Desde mañana, todos ayunaremos, pues
no queda nada en casa.
Con esto esperaba echarle, y así fue, pues el mendigo dijo:
‑Precisamente mañana pensaba irme; llámame a primera hora para partir a
otros lugares.
El campesino, muy confiado, le despertó de madrugada:
‑¡Arriba, amigo, que ha cantado el gallo! ‑exclamó entrando en la
habitación donde dormía el mendigo.
‑¡Cómo! ‑repuso él. ¿Aún queda un gallo en casa? ¡Pues me quedo hasta que
nos lo comamos!
Y dándose media vuelta, siguió durmiendo.
El hombre, enfadado consigo mismo por su torpeza, le regaló el gallo y le
echó de su casa. Y prometió que la próxima vez sería más claro al decir sus
deseos, en vez de andar con mentiras y medias palabras.
999. Anonimo,
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