En una casa de las afueras de Borna
vivía una mujer con su hija y su hijastra. La mujer mimaba a su hija, llamada
Sarah, a la que educaba muy mal. Por el contrario, era cruel con la linda
Ivana, a la que hacía trabajar sin descanso.
Un día en que había enviado al pozo
a su hijastra en busca de agua, la pobre muchacha, que estaba muy fatigada, no
tuvo fuerzas para alzar el cubo y cayó al pozo. Creyó que había llegado su
última hora, pero no se hizo el menor daño, pues cayó sobre arena. Al mirar en
torno, vio que la caída la había trastornado y las maravillas que descubrían
sus ojos eran irreales.
De pronto, una sonriente viejecita
se acercó a Ivana.
-No temas, hermosa muchacha. Soy el
Hada del Pozo y como me encuentro sola, tu compañía me hace feliz.
Durante algún tiempo Ivana vivió
disfrutando de cosas que nunca había tenido y procuró hacer feliz al Hada.
Pero, como era buena, recordó a su hermanastra y quiso regresar junto a ella.
-Comprendo tus deseos -dijo el Hada
del Pozo-. Y porque eres generosa quiero recompensarte con esta bolsa llena de
monedas de oro. Así en tu casa te tratarán mejor.
Se abrazaron con cariño y, sujeta a
la cuerda del brocal, Ivana subió a la superficie.
999. Anonimo,
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