Un hombre viejo y rico quería hacer testamento, y pensó en la manera de
conseguir el mejor notario del Reino para que le ayudase a hacerlo. Llamó a los
tres notarios de más fama, pero antes partió una naranja a la mitad, y colocó los
dos trozos flotando en el estanque, boca abajo.
‑¿Qué es eso que flota? ‑les preguntó.
‑Dos naranjas flotando ‑dijo el primero.
‑Dos naranjas flotando, claro ‑dijo el segundo.
Entonces el tercero, con su bastón, dio la vuelta a los dos pedazos de naranja
y contestó:
‑Una naranja partida al medio.
A este último le nombró su notario, pues le pareció un hombre inteligente
que no se fiaba de las apariencias.
999. Anonimo,
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