Cierto humilde cazador llamado Hans
iba un día por el bosque, cuando se le acercó una viejecita.
-¿Puedes socorrerme, muchacho?
-preguntó la anciana.
-Te daré mi pan. Más no tengo
-dijo, entregándole toda su comida.
-Gracias, hijo mío. En premio a tu
acción, entra en el bosque. Verás tres pájaros llevando un manto. Dispararás
contra él y guardarás la pluma que en él se aloja. Cuando desees algo, no
tienes sino que pasarte la pluma por la nariz.
El joven y apuesto cazador le dio
las gracias con tanta alegría y reconocimiento como si ella le hubiera regalado
un tesoro, aunque no veía para qué iba a servirle la pluma que hallara en el
manto.
Y sucedió que, a poco de separarse
de la viejecita, vio tres pájaros revoloteando sobre los árboles y sujetando un
manto. Disparó una flecha y agujereó el manto, que cayó sobre él, así como una
pluma de pájaro.
-Si este manto pudiera llevarme a
casa... -murmuró.
Apenas lo hubo dicho, el manto
emprendió el vuelo con el cazador encima. El joven, una vez en su habitación,
pensó que si el manto era mágico la pluma también debía serlo. Se la pasó por
la nariz y al día siguiente encontró una moneda de oro bajo su almohada. Y así
durante todos los días a lo largo de varios meses.
Feliz por ser rico y ayudar a sus
padres, decidió marcharse a conocer el mundo.
999. Anonimo,
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