Cierto rico hacendado que no tenía
hijos, llamó a tres de sus sobrinos que vivían en otra ciudad y a los que no
conocía.
Cuando los tres muchachos
estuvieron en su presencia el hacendado los contempló con agrado, pues tenían
un aspecto digno y agradable.
-Os he hecho venir -les dijo,
porque como no tengo hijos y he reunido una considerable fortuna trabajando
durante muchos años, he pensado dejarla a aquel de vosotros que sea merecedor
de ella. Pero como no os conozco lo suficiente, os espero en este mismo día,
dentro de cinco años y entonces decidiré a quien debo otorgársela.
Y dio a cada uno de los jóvenes una
buena bolsa de oro para que fueran a ver mundo.
Pasados los cinco años, acudieron a
la cita los tres jóvenes.
-Ahora, decidme a qué habéis
dedica= do vuestro tiempo.
-Yo -dijo el mayor-, en lugar de
vagar de un lado para otro, dediqué el dinero que me entregasteis a estudiar
Leyes, pues me apasiona la Justicia y el esclarecimiento de la verdad.
-Muy bien hecho -replicó el
hacendado.
-¿Y tú? -preguntó al segundo.
-Querido tío, yo al llegar a la
India comprendí que sabiendo comprar y vender podía lograr buenas ganancias y
hoy te devuelvo multiplicado por diez el dinero que me disteis.
-Muy bien hecho -dijo el hacendado.
Luego se dirigió al menor, que parecía avergonzado.
-Yo... señor -balbuceó el
muchacho, no soy tan inteligente como mis hermanos y no he hecho nada de
particular. Al poco de salir de aquí, llegué a la casa de una pobre viuda
rodeada de chiquillos. Acababa de perder a su marido y estaban en la miseria.
Entonces me quedé para ayudarles. Compré un arado, trabajé las tierras que
poseían y allí he estado hasta que los dejé para acudir a la cita.
Reflexionó unos momentos el
hacendado y luego se quedó mirando con admiración al mayor.
-¿Conque Leyes, eh? ¡Eso es
magnífico y mereces ser mi heredero! -miró al segundo y añadió. Pero también
el mercader nos ha salido un hombre de provecho, tanto como para merecer la
herencia. Sin embargo, es vuestro hermano menor el único que no ha pensado en
sí mismo; el que lo ha dado todo a cambio de lo que la gente no estima...
Abrazó a los tres y dijo:
-La mitad de mi fortuna se
repartirá a partes iguales entre el hombre de Leyes y el gran mercader. Y la
otra mitad la recibirá mi sobrino menor por haberlo dado todo a su prójimo.
999. Anonimo,
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